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El arribo de los británicos a Australia

Jorge Sahores

El 18 de enero 1788, la primera flota británica arribó a Botany Bay, punto que Joseph Banks, explorador y botánico, había declarado adecuado para erigir una colonia penal, tras visitarlo en 1770. El capitán Arthur Phillip, comandante de la flota, desembarcó con un pequeño grupo de infantes de marina y marineros en tierra, encontrando que el puerto no era seguro y la zona carecía de agua dulce. Debido a esto, la flota se trasladó a Port Jackson.

El 21 de enero 1788, Phillip, junto a varios oficiales e infantes de marina, desembarcó en un lugar sin nombre que se cree era la playa de Camp Cove. Este es el primer desembarco europeo en lo que hoy es Sídney.

Tras marchar tierra adentro, el 26 de enero de 1788, Phillip izó la bandera británica en Sídney Cove. 751 reclusos desembarcaron, junto con 252 marinos y sus familias.

Dos barcos más de convictos llegaron en 1790 y 1791, y los primeros colonos libres llegaron en 1793. De 1788 a 1823, la colonia de Nueva Gales del Sur fue oficialmente una colonia penal compuesta en su mayoría por convictos, infantes de marina y sus familias.

Los primeros convictos fueron enviados a la colonia en su totalidad, pero a comienzos de 1800 también a destinos como la isla de Norfolk, Van Diemen’s Land, Port Macquarie y Moreton Bay.

El 20 por ciento de los primeros convictos eran mujeres. La mayoría de las reclusas y muchas mujeres libres en busca de empleo fueron enviadas a las fábricas de mujeres, que eran originalmente centros textiles con fines de lucro. La fábrica de Parramatta se erigió como un destino usual para las mujeres embarazadas y también como orfanato a partir de la década de 1830.

El gobernador Phillip (1788-1792) instauró un sistema de trabajo en el que las personas, cualquiera fuera su crimen, eran empleadas de acuerdo a sus habilidades: fabricantes de ladrillos, carpinteros, enfermeras, funcionarios, ganaderos, pastores y agricultores.

Los convictos con educación superior eran destinados al trabajo relativamente liviano de administración. Las mujeres condenadas eran más útiles como esposas y madres, y el matrimonio las liberaba de su condena.

Desde 1810, los condenados fueron percibidos como una fuente de trabajo para progresar y desarrollar la colonia británica. Los utilizaron para impulsar las obras públicas de las colonias: carreteras, calles, puentes, palacios de justicia y hospitales. También laboraban como empleados de los colonos libres y los pequeños propietarios de tierras.

La disciplina de las labores rurales era vista como la mejor oportunidad de rehabilitarse. La asignación de condenados a empleadores del sector privado se expandió entre 1820 y 1830, cuando la mayoría de los condenados fue enviada a las colonias, y esto se convirtió en la principal forma de empleo.

Los convictos inicialmente formaban la mayoría de la población de la colonia. Para 1821 había un número creciente de presos liberados a quienes se les otorgó puestos de confianza y responsabilidad, así como la concesión de tierras.

A mediados de la década de 1830, solo alrededor del 6 por ciento de la población convicta se mantenía en el sistema carcelario. La mayoría trabajaba para colonos libres y las autoridades del país. Aun así, los condenados fueron a menudo objeto de crueldades, como los grilletes y el látigo.

Cuando el último contingente de presos desembarcó en Australia Occidental en 1868, el número de presos transportados se situó en alrededor de 162 mil hombres y mujeres y llegaron en 806 buques.

El transporte de convictos a Australia concluyó cuando la población de las colonias se situó en alrededor de un millón, en comparación con los 30 mil de 1821. A mediados de la década de 1800 había suficiente gente para cubrir el trabajo. Las colonias podían mantenerse y seguir creciendo. En pocas y crudas palabras, los convictos habían cumplido su propósito.

Jorge Sahores
Publicado en Edad Moderna