La fauna y la pandemia: apuntes desde la historia ambiental — ecologica
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La fauna y la pandemia: apuntes desde la historia ambiental

Ernesto Vargas Palestina, Gonzalo Tlacxani Segura, Luis Ángel Lara Pereda y Sergio Andrés Hernández García

Desde que la Organización Mundial de la Salud declaró en marzo que la Covid-19 se había convertido en una pandemia se encendió la alerta en todo el mundo ya que esta enfermedad tiene el potencial de propagarse rápidamente y afectar gravemente la salud de una gran parte de la población mundial.

La crisis que enfrentamos con este coronavirus ha provocado cuestionamientos como el de su posible origen animal, lo que ha generado un interés creciente por el uso de la fauna silvestre y sus consecuencias.

Algunas reflexiones actuales establecen una relación entre la crisis ambiental global como causa de la pandemia de Covid-19. Instancias como la Organización Mundial de la Sanidad Animal llevan años señalando cómo la alteración humana sobre los ecosistemas ha creado nuevas dinámicas que favorecen la propagación de patógenos entre especies.

El escenario actual es uno de tantos ejemplos posibles de cómo un virus puede mutar y adaptarse, saltando de la fauna silvestre hacia los seres humanos (zoonosis), convirtiéndose así en un problema de salud pública a escala global.

No obstante, las zoonosis provenientes de la vida silvestre no solo son un riesgo para la humanidad y los animales de granja, sino que, a la inversa, las enfermedades de los animales domésticos pueden transmitirse a la fauna silvestre, poniendo en peligro sus poblaciones y ecosistemas.

El problema sanitario que encaramos es una de las tantas facetas de la crisis ecológica global que desde hace décadas nos agobia y que los científicos de diversas áreas han denominado recientemente como Antropoceno. Ésta propuesta afirma que vivimos una nueva era geológica caracterizada por la profundidad del impacto antrópico en la biosfera, en la que nuestras sociedades han transformado de forma considerable los ecosistemas, al grado de modificar de forma relevante la biosfera.

Dentro de las discusiones sobre el Antropoceno se ha buscado un discurso que dé cuenta de la complejidad del tiempo en que vivimos.

Un ejemplo de esta contribución la encontramos en The Great Acceleration (2014), donde los historiadores J.R. McNeill y Peter Engelke argumentan que a partir de 1945 comenzó un proceso al que denominan “la gran aceleración”. Se caracteriza por el vertiginoso ritmo con el que las sociedades humanas fueron capaces de extraer recursos de la naturaleza y transformarlos, gracias a los desarrollos técnicos derivados del uso de combustibles fósiles.

La gran disponibilidad de hidrocarburos posibilitó un crecimiento acelerado –como nunca en la historia de la humanidad– en las ciudades y en la industria, lo que tuvo consecuencias como la contaminación atmosférica y marina, la expansión de la frontera agrícola para cubrir la creciente demanda de alimentos, la constante destrucción de bosques y selvas, la disminución y pérdida de la biodiversidad.

Históricamente, la humanidad ha aprovechado la fauna para solventar sus necesidades fundamentales, como alimento, vestido, elaboración de artefactos, medicina, carga, entre muchas más.

En la actualidad, su uso se ha diversificado y es más complejo. En nuestros tiempos, los animales pueden cumplir múltiples funciones: alimento o compañía, objeto de investigación científica o trofeo de caza, remedio tradicional para la medicina o ejemplar educativo, plaga o proveedor de algún servicio ambiental.

El qué signifique o cómo sea considerado depende de a quién preguntemos: a la comunidad científica o una persona perteneciente a un pueblo originario, habitante de la ciudad o el poblador de algún ambiente rural. Cada uno de ellos justificará el uso de la fauna de acuerdo con sus intereses o necesidades.

El murciélago, en mucho mayor medida que el pangolín, ha quedado fuertemente vinculado a la pandemia como origen y transmisor, lo que ha provocado numerosas reacciones contra sus poblaciones.

No obstante, culpar a los murciélagos, pangolines, civetas o al propio SARS-CoV-2 de la pandemia que enfrentamos puede resultar, además de simplista, contraproducente debido a que olvidamos que las causas que originaron esta pandemia son humanas.

El que los agentes infecciosos de estos animales “silvestres” hayan terminado dentro de nosotros puede ser visto como resultado de la crisis ecológica que enfrentamos, en la que las actividades humanas en la mayor parte de los espacios naturales donde no habíamos tenido presencia, provocaron un mayor contacto entre el reservorio de patógenos que es la fauna silvestre y nosotros.

Películas como Epidemia (Outbreak, 1995) ayudan a visualizar el proceso de contagio de las epidemias mediante la introducción de una especie exótica en un medio que no es el suyo.

No obstante, podemos comprender mejor la pandemia actual si notamos que tanto los patógenos de las especies introducidas, en el caso del filme, como los de las especies silvestres que permanecen en sus hábitats, en la que vivimos hoy en día, han requerido de los humanos para “salir” de su espacio y viajar por el mundo.

La cría y consumo de especies silvestres, su tráfico internacional y la invasión de sus ecosistemas forman parte del proceso que originó la pandemia actual, tanto como las necesidades de subsistencia de las poblaciones rurales que ven en la fauna un recurso disponible para satisfacer sus necesidades, alimentarias o económicas.

En regiones aisladas o en lugares donde el embate de la pobreza y la marginación es mayor dentro del sistema económico global se suele recurrir a la fauna disponible para alimentar el cuerpo y las creencias y tradiciones.

En ese sentido, sería pertinente proponer modelos de conservación que tomen en cuenta a las poblaciones humanas que durante largo tiempo han vivido en los entornos naturales que ahora están en peligro.

Prohibir que las personas utilicen la fauna silvestre no debe ser la única medida para evitar futuras pandemias. Más bien es necesario diseñar estrategias de conservación que consideren las necesidades de las poblaciones inmersas en esa dinámica: de no atender esos requerimientos, los cambios podrán ser temporales pero los riesgos seguirán latentes.

No olvidemos que la naturaleza es una potencia capaz de influir en el acontecer humano de formas que la mayoría de las veces resultan impredecibles. Muchas veces las acciones humanas, conscientes o no, se traducen en escenarios poco imaginables.

En este sentido, consideramos importante destacar los aportes de la historia ambiental para retomar nuestro entorno natural como uno de los grandes factores que ha participado del devenir de la humanidad.

Darnos cuenta de que el episodio zoonótico que actualmente enfrentamos tiene sus raíces en la transformación histórica de los ecosistemas y sus consecuencias nos puede ayudar a comprender la importancia de vincular el estudio del pasado, en sus múltiples y variados aspectos, con los problemas presentes.

Ernesto Vargas Palestina1, Gonzalo Tlacxani Segura2, Luis Ángel Lara Pereda1
y Sergio Andrés Hernández García3
1Estudiante de doctorado en filosofía de la ciencia, UNAM 2Estudiante de doctorado,
en el Centro de Estudios Históricos, Colmex
3Estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM
Correos-e: [email protected], [email protected], [email protected] y [email protected]