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Covid-19 en las comunidades indígenas de América Latina

Leticia Merino, David Kaimowitz, Sergio Madrid, Alfonso de la Vega y Lucía Madrid

El mundo vive un colapso ambiental sin precedentes: el riesgoso cambio del clima, la contaminación y agotamiento de las aguas y los suelos, la pérdida acelerada de bosques y de biodiversidad y la acidificación de los océanos. La pandemia creada por la propagación del virus SARS CoV-2 es uno de los primeros impactos globales de la crisis del sistema Tierra, resultado de décadas de actividades de producción y consumo profundamente insustentables.

Pero ésta no es solo una crisis natural, ha alcanzado graves dimensiones debido a la falta de inversión de los Estados en prevención y salud pública y a la prevalencia de la pobreza y desigualdad. Como sucede en otras crisis, la Covid-19 afecta desmedidamente a los más vulnerables: los trabajadores informales –que en México ascendían a 50 por ciento de la fuerza laboral desde antes de la pandemia–, las comunidades campesinas e indígenas.

Durante las últimas décadas de intensa globalización económica, la riqueza ha crecido aceleradamente pero ha sido acaparada de forma desmedida por las elites globales. A pesar de las promesas de bienestar que acompañaron el impulso de la globalización, fuera de China, la pobreza y el hambre se mantienen en la mayoría de los países del “sur global”. Allí las comunidades indígenas y campesinas viven en una gran pobreza, a pesar de su riqueza de organización, conocimiento y solidaridad humana. Sus condiciones de precariedad y carencias se han exacerbado con la pandemia.

Aunque América Latina es una región altamente urbanizada, alberga algunos de los territorios de mayor riqueza natural y biodiversidad del mundo. Estos territorios han sido protegidos y apropiados por comunidades indígenas y campesinas durante generaciones. Muchos fueron “regiones de refugio” (Aguirre Beltrán, 1991), donde indígenas y descendientes de los africanos esclavizados escaparon de la sobrexplotación, la cristianización forzada y el sometimiento que imponían los conquistadores y sus herederos. Las comunidades hoy son azotadas por una fuerte oleada de megaproyectos que generan la mayor pandemia mundial de deforestación y pérdida de diversidad biológica de la historia. A la crisis del Covid-19 se añade la comorbilidad de los grandes incendios forestales con que ganaderos, soyeros, aguacateros y criminales buscan expandir sus actividades en los territorios campesinos e indígenas.

Esta inmensa destrucción es consecuencia de otra imposición neoliberal: el extractivismo de minerales, petróleo, agua, árboles y de la fertilidad misma de la tierra. La extracción de minerales en Latinoamérica tiene una larga historia, pero el extractivismo actual tiene una intensidad inédita, resultado de los altos precios de estos productos que en años pasados promovieron fuertes inversiones. En torno a ellas se generaron pactos políticos perversos entre inversionistas internacionales y las elites de los países, planteando las actividades extractivas como el camino para el desarrollo de la región.

Este proceso, que Marisela Svampa llama el “consenso de las commodities”, se acompaña de altísima conflictividad al concesionarse enormes extensiones de tierra sin previo conocimiento ni consentimiento de las comunidades afectadas.

Las respuestas incluyen tanto la protesta como la negociación. Abundan homicidios de líderes y criminalización de los opositores de los proyectos extractivos y en distintos países se vive una fuerte reducción del espacio cívico. Estos grandes abusos resultan aun más desafiantes en tiempos de Covid-19.

Para la primera semana de agosto de 2020, América Latina, una de las regiones más desiguales de la Tierra, concentraba el mayor número de contagios y 64 por ciento de las muertes globales por Covid,-19 aunque sus habitantes representan 13 por ciento de la población mundial. Las décadas de políticas de ajuste estructural, reducción de la inversión pública, privatización y precarización de los servicios de salud, educación, seguridad y acceso al agua han resultado en la exclusión de muchos latinoamericanos del acceso a estos bienes y servicios, básicos para una vida digna, que –en palabras de la líder quechua Melania Canales– han dejado de ser derechos, convirtiéndose en privilegios.

Las privaciones son más graves en países como México y Colombia, donde durante los años de auge de los precios de las commodities, no existieron gobiernos de orientación social que distribuyeran parte de las ganancias en la mejora de las condiciones de vida de las mayorías, como sucedió en otros países de Sudamérica.

Las comunidades enfrentan hoy el dilema de mantener o cortar sus accesos al mundo exterior, sostener contactos con los mercados de trabajo y mercancías y con los gobiernos a riesgo de incrementar la presencia del virus en lugares carentes de acceso a servicios médicos, o aislarse. Los servicios públicos de educación y acceso a la justicia se han suspendido, aunque no los atropellos, asesinatos e incendios, en contextos de ausencia del Estado de derecho. Frente a esta crisis se han multiplicado las iniciativas comunitarias para levantar información, presionar a los gobiernos, fortalecer la medicina tradicional, la soberanía alimentaria y la solidaridad comunitaria.

Mientras muchas comunidades se han cerrado, las industrias extractivas han recibido trato preferencial de los gobiernos y continuaron operando durante la cuarentena. Han aumentado su control territorial y a menudo han sido centros de transmisión de Covid-19. Posiblemente las industrias extractivas seguirán recibiendo tratos preferenciales en la reactivación económica pasada la crisis de Covid-19. En Brasil, el gobierno central ha declarado que la pandemia permitirá acelerar la inversión y la flexibilización regulatoria para impulsar las actividades extractivas.

El rezago social exacerbado por la pandemia, el hambre en las regiones indígenas, la carencia de medicamentos en hospitales públicos, el riesgo de mantenerse trabajando por ingresos ínfimos son ecos de la gran tragedia acaecida en América hace 500 años, cuando millones perdieron la vida y grandes civilzaciones fueron arrasadas por la invasión europea.

Este trabajo es resultado de los seminarios “Comunidades y Covid-19” organizados por el Seminario Universitario Sociedad Medio Ambiente e Instituciones, en julio y agosto de 2020. Agradecemos la participación Anthony Bebbington quien coordinó la mesa sobre “Comunidades, Covid y extractivismo”

Leticia Merino, David Kaimowitz, Sergio Madrid, Alfonso de la Vega y Lucía Madrid
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