El corredor interoceánico y sus graves afectaciones socioambientales — ecologica
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El corredor interoceánico y sus graves afectaciones socioambientales

Elí García-Padilla

Dice la actual fuente de sabiduría popular que “el peor enemigo natural de un biólogo, es otro biólogo”… y sentencia y sella, argumentando: “malditos biólogos arruinaron a la biología”.

En mi condición de estudioso de la vida y con todo conocimiento de causa no podría estar más de acuerdo con dichos preceptos. Vivimos literalmente un mundo al revés en el que nuestros supuestos héroes socioambientales son colegas miembros de la élite académica, personajes coptados por el capitalismo verde, fundadores de las instituciones ambientales, así como los introductores de aberrantes filosofías y conceptos como los de “capital natural y cultural”, “fábricas de agua” o “secuestro del carbono”, que son proyectados como los atributos más grandes que tiene México como riqueza para, convertidos en mercancía, vender al capital extranjero.

Por otro lado, los pueblos originarios, esos que han sido percibidos y denostados como símbolos del atraso y reacios al “progreso” y “desarrollo”, siguen en resistencia y pie de lucha a favor de la vida. Nos enseñan que los territorios y bienes naturales comunes tienen un valor, pero nunca un precio.

Existen ya datos inequívocos e irrefutables de que, pese toda esta campaña de racismo, etnocidio, despojo y extractivismo que han sufrido por siglos, son ellos los guardianes del 80 por ciento de la biodiversidad remanente en el planeta Tierra.

Caso emblemático resulta en este tenor la mítica región de Los Chimalapas, enclavada en el corazón del istmo de Tehuantepec, región casi inaccesible que fue altamente codiciada desde los tiempos del esplendor del imperio meshica y también ambicionada por el conquistador Hernán Cortés.

En tiempos más recientes, durante el porfiriato, el general Mondragón defendería heroicamente al istmo de la invasión estadounidense, repeliendo este intento de despojo de la porción territorial que ahora sabemos representa la región pluriétnica (huave, mixe, chontal, zapoteca, chinanteca, popoluca, tsotsil y zoque) más biodiversa de México.

Haciendo trabajo de campo en Los Chimalapas desde el año de 2018, en búsqueda del quetzal resplandeciente (una “serpiente emplumada”) y del “patrón de los animales” (jaguar; Panthera onca), comuneros chimas me abordaron e inquirieron con lo siguiente: “Biólogo, ¿en que nos afectaría el megaproyecto del istmo?... porque aquí a los comuneros chimas, a nivel de asambleas comunitarias, los líderes de siempre y las autoridades gubernamentales nos dijeron que no nos va a afectar en nada, que el tren ni siquiera va a pasar por aquí y que por lo tanto debíamos de votar a favor de este proyecto en las consultas”.

Mi respuesta fue una serie de preguntas: “¿Alguna vez escuchaste que el antes llamado megaproyecto del istmo, incluye no solo el tren, sino también una autopista, la explotación de minas y de petróleo y los llamados parques industriales?

“¿Se han preguntado como chimas, de dónde van a sacar los terrenos, el agua y las materias primas para construir y sostener toda este serie de megaproyectos?

Y díganme ustedes como chimas ¿cuál es en todo el istmo, el único lugar donde aún hay suficiente agua dulce limpia, disponible en sus ríos y arroyos, así como los mal llamados ‘recursos’ naturales de maderas preciosas, árboles; plantas y animales silvestres, y yacimientos minerales?”

De tal manera que ese megaproyecto del istmo, ahora llamado Corredor Interoceánico, en toda su obra negra será construido con mano de obra muy barata de migrantes centroamericanos y de otras partes de México que vendrán en montones a buscar empleos de albañiles, peones, jornaleros, sirvientas y demás.

Entonces, se han preguntado como chimas ¿a dónde piensa el gobierno meter a toda esa gente pobre que llegue al istmo? ¿en dónde los van a meter a vivir? ¿en donde quedan aún muchas tierras “ociosas” disponibles?”

Los chimas que me acompañaban guardaron silencio, nomás pensando en lo que habían escuchado… así son ellos… ya luego, de pronto, se movilizan…

El artista Francisco Chico Toledo, gran luchador socioambiental en Oaxaca, oriundo de Juchitán en el istmo de Tehuantepec (tehuan = jaguar; tepec = cerro) dijo aún en vida: “Creo que consultar a la Madre Tierra y hacer un hoyo en la tierra está bien, pero (si es así) lo que hay que hacer entonces, es consultar a los Señores de la Tierra; a ellos es a los que hay que consultarles si quieren ese tren o no quieren ese tren”.

Ahora más que nunca y gracias a que finalmente pude sacudirme el estigma de ese adoctrinamiento propio de una formación académica libresca, exclusiva de un aula que no fomenta el pensamiento crítico, es que pude entender las sabias palabras del maestro Toledo. En 2019, antes de morir, nos dijo que lo que teníamos que hacer es consultar seriamente y con toda información, y pedir permiso (en esencia y praxis) a los “pueblos del jaguar” (descendientes directos de los olmecas ancestrales) para saber si quieren o no estos megaproyectos de muerte. Y ver si están dispuestos a cambiar, por dádivas y migajas (como son los programas de “apoyo” tipo Sembrando vida), el territorio y los invaluables bienes naturales que heredaron de sus “abuelos jaguar”, quienes fundaron estos territorios desde hace por lo menos unos 3 mil años.

La Presidencia de la república sorpresivamente anunció recién que 2021 es el “año de Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada”. Lo que paradójicamente significaría que, tal como lo profetizó el extinto sacerdote maya de Oxkintok, es el tiempo de la “serpiente de hierro”, la cual representa el colapso y fin de la civilización. Esta profecía aplica y alcanza también para las culturas del pluriétnico istmo de Tehuantepec. El Corredor Interoceánico y el mal llamado Tren Maya son una misma serpiente con dos cabezas.

Si algo ha de frenar y de decapitar a este macroproyecto colonialista, extractivista y de despojo, es el jaguar (Tezcatlipoca: el Espejo Humeante) en todas sus manifestaciones y expresiones.

El Corredor Interoceánico representa un ecocidio irreversible, que se traduce en un atentando de parte del capitalismo suicida y genocida del fin del mundo (Bartra, 2017) en contra de los pueblos mesoamericanos y, sobre todo, de la Madre Naturaleza, dadora de sustento y vida.

Sumémonos pues ya “a defender lo básico y lo elemental; sin hambre, sin miedo y sin enfermedad”.

“¡La batalla es por la vida!”

Elí García-Padilla
Biólogo y fotógrafo de la naturaleza especializado en herpetología
Conocedor de la porción central de la biorregión de los Chimalapas, e integrante del Comité Nacional para la Defensa y Conservación de Los Chimalapas