Los impactos ambientales del Corredor Interoceánico — ecologica
Usted está aquí: Inicio / Artículos / Los impactos ambientales del Corredor Interoceánico

Los impactos ambientales del Corredor Interoceánico

Luis Miguel Robles Gil C.

Esta región, la más estrecha entre el Golfo de México y el Océano Pacífico, de inmensa riqueza natural y pluriétnica, de culturas indígenas milenarias está seriamente amenazada frente al macroproyecto denominado Programa de Desarrollo del Istmo de Tehuantepec (Corredor Interoceánico).

En el istmo de Tehuantepec convergen ecosistemas terrestres y marinos de gran importancia por su diversidad biológica y por los beneficios ambientales que generan. En el istmo central se localizan las sierras Mixe y de los Chimalapas, separadas por el corredor natural de baja altura sobre el nivel del mar, que conecta las planicies costeras del Golfo de México y el golfo de Tehuantepec.

La intrincada barrera que forman estas sierras entre esos mares al norte y al sur retiene la humedad que propicia las altas precipitaciones de la región, lo que contribuye a la formación de una variedad de microclimas en sus relieves accidentados, formados y modelados tras haber emergido gradualmente del fondo marino durante los últimos 120 millones de años.

Por todo lo anterior, el istmo en su conjunto cuenta con diversos tipos de ecosistemas: bosques de clima templado (pino, pino-encino y encino), bosques de niebla, selvas tropicales húmedas, conformadas en el caso de los Chimalapas por selva alta perennifolia y selva mediana subperennifolia las cuales, junto con las selvas remanentes de Los Tux-tlas, Uxpanapa y El Ocote, forman parte del último relicto de selvas en buen estado de conservación de Mesoamérica. En las partes de menor altura se encuentran las selvas baja caducifolia y subcaducifolia, las chaparreras, y áreas de matorral, pastizales y sabanas.

La gran variedad de ecosistemas antes referidos, constituye parte de la zona de máxima concentración de la diversidad vegetal en México y de uno de los grandes centros de endemismo florístico de la región mesoamericana.

En cuanto a riqueza de fauna, tan solo en la biorregión de los Chimalapas –con un limitado número de estudios especializados–, ya se han reportado 445 especies de mariposas diurnas; 149 especies de mamíferos, cifra equivalente al 32 por ciento del total nacional. Cabe señalar que México ocupa el segundo lugar en diversidad de estos vertebrados a nivel mundial.

Y sigue la lista: 464 especies de aves, equivalentes prácticamente a un tercio del total en el país; 54 de anfibios y 105 especies de reptiles, que representan el 10 por ciento del total nacional. Agrego que México ocupa el primer lugar de diversidad de reptiles existentes en todo el planeta. Todo ello significa que a la fecha se tienen inventariados en los Chimalapas, 169 especies más que las existentes en la muy estudiada selva Lacandona.

Las sierras antes mencionadas dan lugar al nacimiento de numerosos ríos que vierten al norte sus escurrimientos, hacia las cuencas del Papaloapan y del Coatzacoalcos, en las cuales se forma una planicie extensa de inundación. En su delta se forman estuarios, meandros, manglares, ciénegas y pantanos.

Al oriente, los ríos conforman una de las partes más altas de la cuenca del río Grijalva. Mientras los escurrimientos al sur desembocan hacia las planicies costeras del golfo de Tehuantepec, contribuyendo a la formación de suelos que favorecen el desarrollo de la vegetación del istmo sur.

Esa vegetación se compone de bosque tropical caducifolio y subcaducifolio, selva baja espinosa, vegetación de galería, pastizales halófilos, pastizales inducidos, matorrales, palmares y manglares y la presencia de los cuatro grupos de vertebrados rica en endemismos.

Los escurrimientos al sur desembocan finalmente en los sistemas lagunares costeros, los mayores del Pacífico sur mexicano. Entre ellos sobresalen las lagunas Superior e Inferior y mar Tileme, hábitat sagrado de la cultura huave (ikoots), así como sistemas lagunares de la reserva de La Encrucijada.

El “desarrollo” dado en el istmo en las últimas seis décadas consiste en la acelerada explotación de mantos petroleros y azufreros; el aumento de la capacidad de refinación del crudo; el establecimiento de cinco grandes complejos petroquímicos; la instalación y operación de un complejo sistema de transportes; oleoductos, gasoductos y combustoleoductos; el crecimiento de la zona urbana y corredor industrial Coatzacoalcos-Minatitlán.

A todo esto se agregan sistemas de transportes de carga pesada, terrestres y marítimos, para conectar las regiones petroleras desde el istmo norte en Coatzacoalcos hasta el centro estratégico de distribución y exportación de Salina Cruz. Y con las regiones petroleras del norte de Chiapas, Tabasco y Campeche.

Sumemos también la ganaderización extensiva ocurrida en el sur de Veracruz y gran parte de Tabasco; la expansión de una agricultura intensiva tecnificada y de plantaciones forestales comerciales, con el uso indiscriminado de agroquímicos y fertilizantes sintéticos.

Todo lo expuesto anteriormente ha generado impactos ambientales muy severos reflejados en la devastación de decenas de miles de hectáreas de selvas tropicales húmedas y más del 80 por ciento de los ecosistemas de humedales en el delta del río Coatzacoalcos. Más la contaminación del aire, suelo y, sobre todo, de los cuerpos de agua alterándose la calidad para el consumo humano y la macrofauna acuática del río Coatzacoalcos. Ocurre lo mismo en el río Tonalá, en la laguna del Ostión y en las aguas del litoral del istmo norte, con fuertes descargas bacterianas y microbianas en general, de hidrocarburos y de metales pesados.

Esta situación crítica ha llevado a los especialistas que han estudiado la zona a declarar la región Coatzacoalcos-Minatitlán-Cosoleacaque-Cangrejeras como la de mayor contaminación de agua, suelo y aire de todo el país y a declarar al tramo final del río Coatzacoalcos, un río “muerto”.

Ante este panorama de deterioro, degradación y devastación que a la fecha ha dejado el supuesto “desarrollo” del istmo ¿qué podemos esperar con el macroproyecto del Corredor Interoceánico, que contempla la reproducción aumentada y potencializada de los mismos componentes y de su visión “modernizante”? Arrastra ya una enorme deuda ecológica, ambiental, social, cultural y económica. Pese a sus incumplidas promesas de “bienestar” y empleo, únicamente han generado una grave patología social (alcoholismo, drogadicción, prostitución, militarización) sin siquiera retribuirle ni valorar a las comunidades indígenas, que desde hace más de tres mil años salvaguardan en buen estado de conservación los ecosistemas boscosos de sus territorios. Es aquí donde se capta el agua que las industrias, reciben, utilizan y contaminan y donde se regula el clima y se genera el oxígeno vital para la vida de una amplia región del sureste de nuestro país.

El Corredor Interoceánico que pretende imponer la 4T, con todo su paquete de megaproyectos, repercutirá intensamente en los ecosistemas y en el ambiente, con mucho mayores cargas de contaminación, deforestación y erosión de suelos y agua. Particularmente la mayor vulnerabilidad se presentará en el istmo central, con la fragmentación en sus ecosistemas y la pérdida de interconectividad de los corredores biológicos en esta zona única de conectividad entre los ecosistemas tropicales del Golfo de México y del Pacífico y de confluencia de flora y fauna del norte y el sur del continente americano.

A nivel marino, el impacto brutal de la ampliación de rompeolas y escolleras y el dragado profundo en Salina Cruz, alterará irreversiblemente la flora y fauna marina del golfo de Tehuantepec, considerado el segundo de mayor diversidad de México. El primero es el golfo de Cortés.

Por último y no menos importante, está la amenaza que representan los intereses globales del capitalismo verde, disfrazado de conservacionismo, que pretende la mercantilización y apropiación privada de invaluables bienes comunes como el agua, la llamada “captura de carbono”; la biodiversidad y los saberes tradicionales, así como de las bellezas escénicas. Es la casi segura contrapropuesta “mitigadora” de nuevas “áreas naturales protegidas” de carácter federal, como “islas de conservación, en medio de un océano de devastación“ y sin indios en resistencia.

Esperar a que la historia juzgue sobre la responsabilidad actual de la tragedia que significaría el pseudodesarrollo en el istmo de Tehuantepec, a costa de su deterioro y degradación ecológica, ambiental, económica y sociocultural, será demasiado tarde.

Lo que se requiere realmente es desarrollar un proyecto de nación, fundamentado en el respeto a la naturaleza y el respeto a los pueblos originarios y a todos los mexicanos, que garantice las necesidades actuales, sin poner en riego a las generaciones futuras.

¡El istmo es nuestro!

 

Bibliografía consultada:

Alejandro Toledo. Geopolítica y desarrollo en el istmo de Tehuantepec. Centro Ecología y Desarrollo, AC; México, 1995.
Elí García-Padilla. Biodiversidad de Oaxaca (apuntes sistematizados sobre la bio-región de Los Chimalapas); México, 2020.
Jersy Rzedowski. La diversidad biológica de Iberoamérica. Diversidad y orígenes de la flora fanerogámica de México; México 1992.
Maderas del Pueblo del Sureste, AC. Fichas técnicas compiladas sobre el megaproyecto del istmo y sobre el Corredor Interoceánico (1996-2021).

 

Luis Miguel Robles Gil C.
Fundador y coordinador de comunicación del Comité Nacional para la Defensa y Conservación de los Chimalapas
Fotógrafo de la naturaleza y ecólogo autodidacta