Pueblos originarios, naturaleza y soberanía nacional están bajo amenaza — ecologica
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Pueblos originarios, naturaleza y soberanía nacional están bajo amenaza

Miguel Ángel A. García Aguirre

El istmo de Tehuantepec se encuentra en el extremo oriental del estado de Oaxaca y al sur del de Veracruz, abarcando al oriente algunas porciones de Chiapas y Tabasco. Es la zona más angosta del país. Conecta los océanos Pacífico (golfo de Tehuantepec, al sur) y el Atlántico (Golfo de México, al norte).

La parte central del istmo (sierra Mixe, Chimalapas y parte de Uxpanapa) está comprimida por el choque de placas continentales; eso significa que el fondo de los dos mares está todo el tiempo tratando de meterse debajo de las costas: el Golfo de México por el norte y el Pacífico por el sur, provocando el gradual y milenario levantamiento de imponentes macizos montañosos, formándose con ello, muy variados climas, ecosistemas y paisajes.

El istmo es, además, el punto de encuentro de millones de plantas y animales del hemisferio norte (frío) con el sur (cálido), así como de la flora y fauna del trópico seco del océano Pacífico, con la del trópico húmedo del Golfo de México.

Es por ello que esta área del país posee diez ecosistemas naturales diferentes que albergan a más del 10 por ciento de la biodiversidad de todo el planeta. Posee además los más importantes macizos boscosos compactos –reguladores del clima y productores de oxígeno– que aún persisten en nuestro territorio. El macizo más sobresaliente es la biorregión de Los Chimalapas, que produce de forma natural, el 40 por ciento de todos los escurrimientos de agua superficial (ríos y arroyos) de México.

Los pueblos originarios que defienden el istmo

Toda esta invaluable riqueza natural y su conservación han sido posible gracias a que el istmo de Tehuantepec se compone de muchos territorios habitados, usufructuados y defendidos por diferentes pueblos originarios ancestrales. Existen desde siglos antes de la sanguinaria conquista y colonización española y, por supuesto, mucho antes de que se fijaran los límites político-administrativos de los estados de Veracruz, Oaxaca, Chiapas y Tabasco.

La primer gran cultura que, desde hace más de 3 mil años ocupó todo el istmo de Tehuantepec, extendiéndose desde Izapa, Chiapas, hasta Montealbán, Oaxaca, fue la olmeca. Es la cultura madre de Mesoamérica, derivándose de ella la mixe-zoque.

Hoy son al menos nueve diferentes pueblos ancestrales los que viven en y con el istmo. En el istmo veracruzano están los náhuatl y los zoque popolucas (tannundajïïyi) mientras que en el istmo oaxaqueño están los zoque chimalapas (angpon), los mixes (ayuuk), los zapotecos (binizaá), los huaves (ikoots) y los chontales (slijuala xanuc’). En el norte de Chiapas, los zoques (o’ de püt) y en Tabasco, los chontales (yokot’an).

Habitan también el istmo un gran número de comunidades de otros pueblos originarios de Oaxaca y Chiapas, desplazados y forzados a reubicarse; tal es el caso de las chinantecas (tsa ju jmí’) desplazadas de sus territorios por la construcción de la presa Cerro de Oro, asentados en la zona de Uxpanapa, Veracruz, y en el norte de Chimalapas, Oaxaca. Las comunidades mixtecas (ñuu dau) desplazadas de sus tierras debido a la erosión y la violencia. Y de las comunidades tsotsiles (bats’i k’ op) originarias de los Altos de Chiapas, reubicadas bajo engaños por gobiernos chiapanecos y federal, ahora habitantes de la zona oriente del territorio comunal de Los Chimalapas.

Existe un pueblo más, asentado en la costa del extremo oriental del istmo oaxaqueño y en la costa de Coatzacoalcos: el pueblo negro, reubicado desde tiempos de la colonia española en calidad de esclavos para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar.

Historia y contexto actual: etnocidio y ecocidio

Considerado como la cintura del país, el istmo, fracción terrestre que comunica mediante un estrecho pasillo al océano Atlántico (Golfo de México) con el océano Pacífico (golfo de Tehuantepec) ha sido una porción del territorio nacional cuyo control ha sido ambicionado por los imperios dominantes de la historia mundial.

Primero, por el meshica, quien con su expansión militar conquista el sur de Veracruz hasta Tabasco descendiendo por el “pasillo” fisiográfico existente entre las sierras Madre Oriental y Occidental y la sierra Madre del Sur, hasta Tehuantepec. Conquistará a todo lo largo de la costa oaxaqueña y chiapaneca, hasta llegar a Nicaragua.

Los conquistadores españoles suplantan a los meshicas, apoderándose de la misma ruta.

Luego, en el siglo XIX se da la disputa entre el imperio estadounidense en crecimiento, el inglés en decadencia y el muy disminuido imperio francés, por controlar militar y comercialmente dicha fracción geoestratégica. Surgen así tratados como el de La Mesilla, firmado en 1853 por Santa Anna y el presidente Pierce. Lo deroga el general y presidente Lázaro Cárdenas en 1937.

O el famoso tratado MacLane-Ocampo, firmado por Benito Juárez en 1859, que, paradójicamente, fue rechazado por el Senado del vecino país del norte. Luego viene la construcción y operación del Ferrocarril Transístmico (Puerto México, Veracruz-Salina Cruz, Oaxaca) concesionado por Porfirio Díaz a la empresa inglesa Pearson and Son. Fue eje importante del comercio mundial entre 1907 a 1914, año en que se inaugura el Canal de Panamá.

No ceja el interés de parte de sucesivos gobiernos mexicanos por ofrecer al istmo de Tehuantepec al comercio mundial, como complementario al Canal de Panamá. Resaltan el llamado plan Alfa-Omega del presidente López Portillo. Y particularmente, el Programa de Desarrollo Industrial del Istmo de Tehuantepec (PDIIT) de Ernesto Zedillo (1996) el cual es popularmente bautizado como el megaproyecto del istmo. Tiene como eje y columna vertebral un tren rápido de carga interoceánico, con una autopista paralela y con la “modernización” radical de los puertos de Coatzacoalcos y Salina Cruz.

Este programa (PDIIT) es retomado por los asesores del presidente Vicente Fox, estirándolo y extendiéndolo hasta el centro de México y hasta Centroamérica, llamándolo plan Puebla Panamá. Fue un fracaso. Lo vuelve a retomar el presidente Peña Nieto infructuosamente y lo bautiza como Zona Económica Especial del Istmo.

Sin embargo es el actual mandatario quien retoma tenazmente el PDIIT de Zedillo, como uno de los puntos centrales de su llamado Proyecto de Nación. Lo hace desde 2004 cuando era el líder del Partido de la Revolución Democrática; y luego, en sus campañas presidenciales de 2006, 2012 y 2018. Lo convirtió en uno de sus ejes centrales de su Plan de Gobierno, ahora con el nombre de Corredor Interoceánico (CI).

Dicho corredor consiste en un canal seco multimodal, alternativo al Canal de Panamá. Lo integran 1) un tren rápido de carga; 2) la modernización de los puertos de Coatzacoalcos y Salina Cruz, con ampliación de escolleras y rompeolas, y dragado profundo; 3) una autopista paralela a lo largo de la cual se instalaría un corredor de 10 parques industriales, con cuantiosas inversiones privadas en maquiladoras –informáticas, textiles, manufactureras–; 4) armadoras automotrices; 5) beneficiadoras de minerales; 6) la expansión de depredadores megaproyectos extractivos, como la minería y la explotación de nuevos yacimientos, traslado y refinación de petróleo y gas; 7) megaproyectos “verdes”, como parques eólicos, plantaciones comerciales monoespecíficas y cultivos de agroexportación, y 8) la construcción de, al menos, una represa hidroeléctrica en la costa oaxaqueña.

Cabe señalar que los 98 municipios de los cuatro estados que conforman la versión actual del PDIIT (46 de Oaxaca, 33 de Veracruz, 14 de Chiapas y 5 de Tabasco) han sido decretados como zona libre o franca, lo que implica el otorgamiento de subsidios a inversionistas en impuestos, terrenos urbanizados, caminos de acceso y servicios básicos como energía eléctrica trifásica y agua.

Todo ello, al servicio del comercio corporativo mundial y de la inversión extranjera. Cabe resaltar también que esta franja de territorio nacional es actualmente la que cuenta con el mayor número de elementos del Ejército y la Armada de México, amén de los de la ex Policía Federal ahora integrados en la Guardia Nacional. Constituyen un muro “verde”, sin tabiques, para detener a las miles de familias migrantes y para intimidar y disuadir toda resistencia popular a este paquete de megaproyectos social, cultural y ecológicamente depredadores.

El modelo socioeconómico neoliberal, polarizante y altamente discriminador que amenaza con someter cada vez más al istmo de Tehuantepec ha marginado a una gran población originaria y campesina de México.

Por su parte, el modelo de desarrollo tecnológico urbano industrial provocó ya antes, en esta misma zona istmeña, muchas catástrofes ecológicas y sociales irreversibles. Como la construcción y operación del corredor petroquímico Minatitlán-Coatzacoalcos, y de la refinería de Salina Cruz, ello a cambio de incumplidas promesas de empleos, “bienestar” y “desarrollo”.

Hoy, los pueblos y comunidades indígenas del istmo de Tehuantepec requieren el apoyo y acompañamiento –socialmente comprometido y profesionalmente capaz– para resistir pacíficamente esta grave amenaza etnocida y ecocida. Y en contrapartida, construir una propuesta de desarrollo integral y alternativo, desde la base de dichos pueblos. Como una propuesta de desarrollo verdaderamente sustentable para el istmo y para toda nuestra nación.

Miguel Ángel A. García Aguirre
Fundador y coordinador general de la ONG Maderas del Pueblo del Sureste, AC
Fundador y coordinador regional del Comité Nacional para la Defensa y Conservación de Los Chimalapa
Impulsor y co-coordinador operativo de la Campaña Nacional e Internacional #ElIstmoEsNuestro