Mezquites, bandas criminales, sequía y arsénico en Chihuahua — ecologica
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Mezquites, bandas criminales, sequía y arsénico en Chihuahua

Aitor Sáenz

El mezquite es un árbol nativo de zonas áridas de unos seis metros de altura. En las partes más secas se quedan en arbustos desaliñados, pero vitales para dar sombra a liebres, zorros, lobos y todo tipo de mamíferos de madriguera, a serpientes y salamandras.

Y también a los “halcones”, vigilantes al servicio del crimen organizado que se esconden agazapados en su guarida. En el kilómetro 37 de la carretera de Jiménez a Villa Coronado, en el desierto sur de Chihuahua, la guerra se declara en una señal de bifurcación pintada con las siglas GN y NCDJ727. GN: Gente Nueva, el brazo armado del cártel de Sinaloa, más conocido como Los Chapos, por su líder preso, Joaquín El Chapo Guzmán. NCDJ: nuevo cártel de Juárez y 727, el número de los Boeing que empleaba el histórico narcotraficante Amado Carrillo para transportar la cocaína de Colombia a México en los años noventa. El llamado Señor de los Cielos poseía una flota de 30 aviones.

Los mezquites son duros y tolerantes a la sequía. Sus gruesas raíces crecen hasta los 50 metros de profundidad para absorber el más mínimo rastro de humedad.

Perla Sosa pedalea una hora al día para ir a buscar agua a casa de su suegra.

En el triciclo casero, fabricado con hierros viejos, carga a sus cuatro hijos y un par de cubetas.

—Ahorita no hay agua. Llega cada quince días, o depende. Y sale muy sucia, con tierra, desechos amarillos. De hecho, cuando uno la hierve, se queda blanco abajo —asegura el ama de casa de 28 años.

Afuera de la humilde vivienda de ladrillo y adobe, en un patio repleto de escombros, guardan el agua en tres tambos azules que apenas les duran para una semana.

—Los niños se me deshidratan de no tomar agua. Se enferman de la diarrea. El agua embotellada sale muy cara, no tenemos dinero para comprarla, somos de bajos recursos lamenta Perla.

La delgadez y los saltones ojos amarillentos de sus cuatro retoños evidencian la falta de comida en el hogar. La hija de cuatro años, Camila Yaneth, suele retorcerse por fuertes dolores de barriga. En una de sus visitas al médico, le diagnosticaron una infección estomacal por envenenamiento, pero cuando la llevó al hospital estatal, le quitaron ese informe previo y la enviaron a casa. Su interior está repleto de moscas que aterrizan incesantes sobre las niñas, atraídas por el hedor que emanan. La poca agua disponible se utiliza para beber, no para bañarse. Las pequeñas ni siquiera se inmutan por los insectos en su cuerpo. Los seis miembros de la familia duermen en un par de colchones de matrimonio.

El desabasto del vital líquido en Jiménez –sur de Chihuahua, a media hora hacia el norte de Villa López– afecta a sus 40 mil habitantes. Así lo han denunciado varios dirigentes locales que coinciden en su causa principal: la sobreexplotación de aguas profundas por parte de los grandes productores de nuez pecana.

En 1990 se construyó la presa Pico de Águila para satisfacer la demanda agrícola de la región sur de la entidad y la ciudad se quedó sin acceso al cauce superficial. Los volúmenes de agua subterránea se fueron desplomando año tras año y su acceso favorece a los terratenientes.

De los mil 200 pozos del municipio, apenas 13 se destinan al consumo humano; un 3 por ciento de la extracción en la cuenca. Las autoridades estatales indicaron que 42 de los 61 acuíferos de Chihuahua están sobreexplotados y un 80 por ciento de su población vive de esas capas. El agua se ha ido a unas cuantas manos de grandes productores y las concesiones fueron dadas de forma irregular.

—La Conagua no se comportaba de manera justa, equitativa y de acuerdo a los lineamientos que tenía que seguir —afirma la coordinadora regional de la Financiera Nacional de Desarrollo (FND), Mariana Chew, responsable de la agencia pública en el norte de México.

En Chihuahua se forjó todo un mercado negro del agua con la falsificación de documentos, artilugios legales y sobornos, tal y como desvela la asociación civil Mexicanos contra la Corrupción en su investigación.

Los explotadores del agua

El estrés hídrico en la entidad propició un negocio multimillonario que involucró a empresarios, políticos y hasta al ex gobernador César Duarte. En 2013, Enrique Peña Nieto prohibió la concesión de títulos para el aprovechamiento de agua, una veda vigente hasta el 2019 por falta de reglamento.

Sin embargo, en ese periodo se entregaron centenares de aprobaciones en acuíferos sin capacidad; cerca de 400 tan solo entre el 2013 y 2015, cuando Álex LeBarón estuvo a cargo de la delegación estatal de Conagua.

Por un solo documento se llegaban a pagar tres millones de pesos (13 mil euros). Ante la colusión de las autoridades en el tráfico del agua, colectivos locales elaboraron un censo que contabilizó unos mil 500 pozos ilegales.

El llamado huachicol (robo) del agua se aceleró en la última década al compás del auge del nogal en Jiménez, el municipio con mayor superficie de este cultivo y productor de más nuez que todo el estado de Texas. El sobreconsumo también se da en grandes plantaciones de manzana y alfalfa. Cada vez se tiene que extraer el agua del subsuelo a mayor profundidad, lo que incrementa la presencia de arsénico.

—Esto provoca que desde hace unos ocho años hayan aumentado las neuropatías periféricas. Eran enfermedades poco comunes en nuestro medio y ahora son frecuentes. Yo visito al menos una o dos personas a la semana con estos problemas —señala el médico familiar, Daniel Espinosa, partícipe de un estudio de diferentes instancias de salud de Jiménez, que detectaron una proliferación de enfermedades crónico-degenerativas, cánceres, alergias, eclampsias, lesiones en la piel y malformaciones congénitas.

En un análisis de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en 2012, más del 13 por ciento de las muestras rebasaron los estándares de calidad mínimos y se determinó que la totalidad de la población de Jiménez estaba expuesta a fuertes dosis de arsénico, considerada la ciudad mexicana con el agua potable más contaminada.

Además, científicos de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH) demostraron que la presencia de metales pesados en el agua afecta a otros tres municipios y varias zonas del centro-sur de la entidad.

La colonia PRI –nombre del partido gobernante que la fundó– es una de las más azotadas por la carencia de agua.

Elvira Peña vive a dos cuadras del chamizo de Perla, con sus dos hijos, yernos y varios nietos. El fregadero rebosa de platos y cubiertos sucios. Lleva cinco días sin agua corriente. Aquí se maneja el agua a tandeos (por tandas).

—En teoría es cada tres días, pero cuando le toca a esta colonia, a veces llega y a veces no. No es siempre a la misma hora ni la misma cantidad. Las personas que trabajan muchas veces están fuera y no pueden almacenarla —explica la mujer de 54 años.

Su familia se turna para despertarse por las noches y comprobar si sale agua. Cada gota es un tesoro. Su ducha la ocupan un bidón y varios cubos, pringados de una capa blanca producto de los metales pesados.

Elvira tuvo que cambiar los grifos de aluminio por unos de hierro para evitar su corrosión.

—Cuando consumía agua de la llave (corriente) sentía dolor en las rodillas y las manos; mi ropa se teñía de manchas rojas por lo tóxico que desprendía mi piel. El agua con arsénico no debe usarse tampoco para bañarse porque el cuerpo lo absorbe —avisa.

Esta comerciante ha visto como en su vecindad hay al menos un enfermo de diabetes en cada hogar y se han disparado los casos de leucemia y problemas de huesos en personas jóvenes que, según ella, no se ve en otras localidades próximas.

Pese a tomar conciencia de los efectos en la salud, la mayoría siguen sin más opción que consumir agua del grifo ante la imposibilidad de afrontar otro gasto. Elvira hace un inmenso sacrificio: el agua embotellada está muy cara y, aun así, hay agua de garrafón que viene igual con arsénico. La que está libre de metales cuesta 30 pesos, 120 por semana (5 euros). Para un sueldo de mil pesos (unos 40 euros), es un gasto fuerte.

Muchas familias abandonaron sus hogares, asfixiadas por la situación económica y el hartazgo de sufrir penurias por el vital líquido. Si se mantiene este desplazamiento, varios expertos pronostican que en menos de 15 años Jiménez será un pueblo fantasma. Debería llover durante dos décadas, día y noche, para que se recuperaran los niveles originales de su manto freático.

Elvira y su familia vivían antes a 600 metros, en el mismo barrio, pero donde el agua les llegaba cada seis meses y el reparto se hacía en camiones cisterna. Uno de los principales motivos para mudarse en el año 2000 fue para ubicarse más cerca del depósito municipal.

El resultado no ha sido el esperado, pese a que desde su ventana se ve el tanque elevado a unos 800 metros: la distancia aproximada que camina cada dos días Elvira con un botellón de 20 litros a cuestas.

Aun así, considera que el cambio de vivienda ha mejorado su calidad de vida. Cada calle cuenta en Jiménez cuando se trata del agua y de una salud amenazada.

Aitor Sáenz
Reportero de El Confidencial

 

BCS: 10 mil reses muertas en un año de sequía

En Baja California Sur, la sequía que ha afectado la entidad desde 2020 provocó la muerte de 10 mil de las 80 mil cabezas de ganado mayor, señaló Manuel Rangel Vázquez, presidente del Comité Estatal de Fomento y Protección Pecuaria.

Destacó que los productores de dicho estado no han recibido los apoyos extraordinarios por la declaratoria de emergencia en los municipios de Loreto y Comondú.

Explicó que son más de 20 mil productores y 286 mil cabezas de ganado bovino, caprino y ovino que han sido afectados. Refirió que ante el retraso de las precipitaciones se da de comer forrajes y concentrados a las hembras y sus crías, mientras que al resto del ganado se le deja en libertad, para que aproveche las plantas silvestres, pero la prolongación del estiaje ocasionó las muertes.

Redacción Ángulo 7