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Estufas mejoradas ¿hacen la diferencia para la equidad de las mujeres?

Verónica Vázquez García

La relación entre el acceso a la energía y la igualdad de género ha adquirido creciente importancia gracias al énfasis puesto en la energía como herramienta para el desarrollo sostenible. El acceso a servicios asequibles, confiables y modernos de energía es el objetivo 7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) propuestos por la ONU, mientras que el objetivo 5 plantea impulsar la igualdad de género y el empoderamiento de mujeres y niñas.

Este artículo hace un recuento de avances y retos en el acceso de las mujeres a esos servicios en México, centrado en las estufas ahorradoras de leña y la electrificación de los hogares.

Estufas mejoradas

Desde hace varias décadas, el uso de biomasa (leña y carbón) para cocinar ha sido una preocupación para la comunidad internacional, por tres razones: los impactos negativos de la deforestación, la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) y el daño que la contaminación intramuros produce en mujeres y niñas.

Una medida que contribuye a reducir los impactos negativos en estos puntos es la diseminación de estufas mejoradas, conocidas como estufas ahorradoras de leña.

Según el Censo 2020, 12.5 por ciento de los hogares mexicanos utilizan leña o carbón para cocinar, siendo las entidades más importantes Chiapas (49.3 por ciento), Oaxaca (46.1 por ciento) y Guerrero (40.8 por ciento).

La exposición continua de mujeres y niñas a los humos de estas estufas provoca dolores de cabeza, irritación en los ojos y problemas respiratorios (tos, asma, bronquitis, neumonía y enfermedad pulmonar obstructiva crónica).

Las estufas mejoradas utilizan aislante térmico para evitar la pérdida de calor y ahorrar entre 20 y 50 por ciento de leña, y cuentan con una chimenea para sacar el humo de la cocina. Dichas estufas han sido distribuidas en el país por diversas instituciones: el Programa Especial para la Seguridad Alimentaria de la FAO, las asociaciones Hábitat para la Humanidad México y Grupo Interdisciplinario de Tecnología Rural Apropiada e instancias gubernamentales como la Secretaría de Desarrollo Social y el Instituto Nacional de Desarrollo Social.

Al día de hoy, el gobierno mexicano reporta la existencia de entre 600 mil y 800 mil estufas mejoradas, aunque se desconoce qué beneficios han aportado a las mujeres. Estudios de caso realizados por Horacio Riojas-Rodríguez y colaboradores señalan que han contribuido a la reducción del consumo de leña, de emisión de GEI y contaminación intramuros.

Sin embargo, hacer más eficientes las estufas no conduce a la igualdad de género porque el reparto de labores sigue intacto: las mujeres siguen siendo las principales responsables de la alimentación.

Otro inconveniente asociado a las estufas mejoradas es el minimizar la función social de la estufa tradicional que no solo sirve para cocinar sino también para iluminar, calentar y reunir a integrantes de la familia al caer la noche. En general, las mujeres han optado por usar ambas en vez de reemplazar una con la otra.

Recientemente se ha impulsado la ampliación de la batería de energéticos provenientes de distintas fuentes (biomasa, gas, energía solar) para fortalecer la seguridad energética de los hogares. También se ha buscado que las mujeres dejen de ser vistas como receptoras pasivas de innovaciones tecnológicas para involucrarlas activamente en el diseño y distribución de las mismas.

Iniciativas como Clean Cooking Alliance contemplan no solo la distribución de estufas ahorradoras de leña, sino también la capacitación de las mujeres en temas de liderazgo y desarrollo de habilidades para tener sus propios negocios.

Queda pendiente la necesidad de redistribuir entre hombres y mujeres la carga de trabajo doméstico y de evaluar el poder de negociación que adquieren las mujeres al convertirse en pequeñas empresarias y generar sus propios ingresos.

La electrificación

Los aportes a la igualdad de género de la electrificación de los hogares pueden ser significativos. La electricidad es utilizada para cocinar, bombear agua y usar electrodomésticos, reduciendo el tiempo que las mujeres dedican a las labores del hogar; esto puede contribuir a que tengan otras actividades.

Según el Censo 2020, 99 por ciento de los hogares mexicanos cuenta con electricidad y 77.6 por ciento con agua entubada dentro de la vivienda. Asimismo, 87.6 por ciento posee refrigerador, 72.8 por ciento tiene lavadora y 47.4 por ciento tiene horno microondas.

Sin embargo, como en el caso de las estufas ahorradoras, los beneficios de la electrificación y del uso de electrodomésticos no son automáticos para las mujeres: puede alargar sus jornadas de trabajo para cocinar y lavar de noche, al tiempo que los hombres realizan actividades de entretenimiento con esos mismos servicios (como ver televisión).

Lo que en realidad contribuye a la empleabilidad de las mujeres no es la electricidad en sí misma, sino su nivel educativo; debemos insistir en que las niñas permanezcan en la escuela y las mujeres accedan a servicios educativos apropiados a sus necesidades. Tener electricidad en casa ayuda a que esto sea posible.

Otro tema importante para las mujeres es el costo de la electricidad. Un estudio realizado por Miguel Martínez y Águeda Gómez indica que la mitad de la población mexicana considera altas las tarifas de electricidad; aproximadamente la misma proporción que vive en condiciones de pobreza.

Trabajo de campo realizado por la autora de este artículo en el estado de Zacatecas arrojó que el gasto promedio bimestral de electricidad en barrios populares de la capital y zonas rurales colindantes es de $290.39 por hogar.

Un 46.5 por ciento de las mujeres lo considera caro, particularmente aquellas de la tercera edad que viven solas. Algunas utilizan electricidad para calentar agua para bañarse introduciendo una plancha al agua porque el costo del gas es aun más caro. Ninguna mujer debería de tener que hacer algo semejante para mantenerse limpia, y mucho menos en edad avanzada.

Recientemente se ha impulsado la transición energética mediante la instalación de parques eólicos y solares, lo que haría pensar que esto podría reducir las tarifas eléctricas. Lamentablemente no es así.

Solo la comunidad zapoteca de Juchitán logró obtener una reducción temporal en la tarifa de electricidad de sus viviendas, gracias a su movilización porque no se les consultó como pueblo originario sobre la instalación de proyectos eólicos en sus territorios, como establece el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo.

La transición energética tiene que proporcionar servicios de electricidad asequibles y seguros a las mujeres para cumplir con los ODS 5 y 7. En colaboración con ellas, hay que diseñar mecanismos portátiles y de bajo costo que fomenten su autonomía.

La iniciativa Lighting a Billion Lives ya trabaja en esta dirección al crear una red de mujeres que distribuyen insumos eléctricos adecuados a sus necesidades. Queda pendiente evaluar la contribución de estas medidas a la equidad de género.

Verónica Vázquez García
Colegio de Postgraduados
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