Arrecifes del mar Caribe: entre el estrés y la muerte — ecologica
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Arrecifes del mar Caribe: entre el estrés y la muerte

Lorenzo Álvarez-Filip

El coral cuerno de alce, o Acropora palmata, es el principal constructor de arrecifes en el Caribe. Sus rápidas tasas de crecimiento dan origen a frondosos paisajes submarinos que sirven de hábitat a una multitud de especies (imagen 1). Sin embargo, este coral ha tenido una historia marcada por severas disminuciones poblacionales producto de brotes de enfermedades y las presiones crecientes del desarrollo costero. Se estima que para finales de la década de 1990 se había perdido cerca de 90 por ciento de las colonias de este coral.

Desde entonces, acciones de conservación, acompañadas de esfuerzos de restauración lograron mantener, e incluso aumentar sutilmente las poblaciones de esta especie en diferentes localidades.

Un ejemplo icónico en México, son los arrecifes de Puerto Morelos en las costas de Quintana Roo, que nos muestran cómo debieron ser los grandes y extensos bosques submarinos del coral de cuerno de alce que alguna vez se extendieron a largo de los arrecifes someros del Caribe.

En esta área natural protegida, logramos registrar decenas de miles de colonias de este coral hace una década.

En la primavera de 2023, todo cambió. Comenzaba la ola de calor más prolongada e intensa que ha ocurrido desde que los humanos tenemos registro.

La temperatura del mar en Puerto Morelos y muchos otros lugares del Caribe mexicano empezaban a aumentar muy por encima de lo usual, y esto continuaría hasta finales de octubre.

En su punto máximo, a mediados de agosto, la temperatura del mar llegó a estar unos 4 °C por encima de lo normal (es decir la media histórica) de acuerdo con las mediciones de largo plazo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en Puerto Morelos.

Durante este evento de calor extremo, los arrecifes de Puerto Morelos y en general del Mar Caribe experimentaron un fenómeno de blanqueamiento generalizado, cambiando el colorido paisaje submarino asociado a los arrecifes tropicales, a un monótono paisaje blanquecino, propio montañas nevadas (imagen 2). El fenómeno conocido como blanqueamiento no es más que una señal de estrés en los corales, ya que refleja la ruptura de la relación con sus algas simbiontes que les aportan un alto porcentaje de sus requerimientos energéticos, pero también les dan las diferentes tonalidades de color que los caracterizan. La ausencia de los simbiontes deja ver los blancos esqueletos de carbonato calcio a través del tejido transparente del coral.

Nuestros datos preliminares arrojan que en Puerto Morelos y en gran parte del Caribe mexicano entre el 70 y 95 por ciento de los corales constructores de arrecife se blanqueó durante la ola de calor de 2023.

Además, los efectos adversos de la temperatura también se vieron reflejados en otros grupos de invertebrados simbióticos como corales blandos, esponjas y anemonas.

Es muy probable que el intenso y prolongado periodo de calor también haya afectado a muchos otros organismos como peces, crustáceos y moluscos, ya que la temperatura es un controlador importante de sus actividades metabólicas.

Cuando el estrés sobre un organismo es prolongado, termina en la muerte, y cuando el estrés ocurre en extensas escalas espaciales se generan lo que conocemos como eventos de mortandad masiva. Y esto es precisamente lo que registramos a lo largo del estado de Quintana Roo y en otros países de la cuenca del Caribe.

Los corales blanqueados comenzaron a morir rápidamente. Los efectos fueron particularmente severos en los corales cuernos de alce. En Puerto Morelos, vimos y documentamos como miles de colonias de este coral murieron entre agosto y septiembre de 2023.

Nuestros datos preliminares muestran un escenario lúgubre con arrecifes, como aquellos justo frente al poblado de Puerto Morelos, experimentando pérdidas del 100 por ciento de sus corales cuerno de alce (imagen 3). Una mortandad coralina que ocurría a lo largo de kilómetros de arrecife.

Otros grupos coralinos, tal vez menos emblemáticos también sufrieron drásticas pérdidas. Tal es el caso de los corales de fuego (Millepora spp.) y lechuga (Agaricia tenuifolia), para los cuales estimamos una pérdida superior a 90 por ciento en los arrecifes someros (1-3 metros de profundidad) en la franja del Caribe mexicano.

Los esqueletos de todos estos corales que murieron están degradándose, y poco a poco perdiendo su integridad estructural que brinda importantes servicios como el hábitat a otras especies y la protección de la costa de la energía del oleaje (imagen 4).

Los impactos de estos procesos de degradación de los esqueletos coralinos solo serán evidentes dentro de varios años, cuando las estructuras calcáreas se hayan erosionado. Pero seguramente afectarán a otras especies que dependen de las formaciones coralinas para refugiarse, alimentarse y reproducirse.

Pero también, ciertamente repercutirán en los servicios que lo humanos recibimos de las barreras arrecifales, tales como la protección costera y la producción de recursos pesqueros.

Otras especies de coral mostraron una mayor resiliencia. Ejemplos son los corales cerebro o los corales de montaña (Orbicella spp; imagen 2).

Especies que en muchas ocasiones mostraron una recuperación gradual (recoloración) una vez que el estrés disminuyó; los efectos a mediano plazo sobre estos corales aún están por verse. Ya que después de un evento de estrés intenso, la actividad fisiológica de los organismos, por ejemplo, en términos crecimiento y reproducción, se pueden ver seriamente comprometida.

Y al igual que los humanos, después de ser sometidos a situaciones de mucho estrés, es probable que estos corales necesiten largos periodos de tiempo, meses o incluso años, en condiciones ambientales estables para poder recuperarse por completo.

La gran pregunta y reto que enfrentamos es si seremos capaces de proveer estos periodos de relativa estabilidad a los sistemas marinos que permitan la recuperación biológica y ecológica de los corales y sistemas arrecifales.

La realidad es que los pronósticos no son alentadores, las tendencias de calentamiento global, y sobre todo de olas de calor, van en aumento. Esto nos indica que es probable que los eventos de blanqueamiento y mortalidad que documentamos en 2023 puedan repetirse a intervalos cada vez más cortos, incluso llegando a ocurrir en años consecutivos. Si este fuera el caso, el estrés operaría de manera permanente, afectando severamente incluso a los corales más resistentes.

Concluyo estas líneas con una reflexión personal. Muchos de los corales que me tocó ver morir formaban parte de mis investigaciones, de programas de monitoreo, de acciones de restauración, e incluso eran referente turístico para prestadores de servicios y visitantes del arrecife. Por lo que no exagero al decir que estos corales eran parte de nuestra vida.

El ver morir cientos o miles de corales ante nuestros ojos, fue para mí y muchos de mis colegas, algo que trascendió a nuestra activad académica. A muchos nos afectó emocionalmente, y en ocasiones la impotencia de no poder cambiar las cosas fue un peso difícil de llevar mientras buceábamos en nuestros arrecifes.

Este sentimiento se conoce como “duelo ecológico”, y es cada vez más común entre los que nos dedicamos a estudiar y conservar la naturaleza. Y como en otras situaciones de pérdida, creo que no nos toca más que aceptarla, y seguir hacia adelante, duplicando esfuerzos para generar un futuro diferente al que nos enfrentamos. Existen muchas acciones que se están desarrollando para prevenir o revertir la mortalidad coralina.

Mi visión es que toda acción tiene que ser analizada a la luz de la ciencia y la evidencia, y no dejarnos llevar por soluciones estridentes. Sin embargo, es incuestionable que revertir las tendencias de cambio climático mediante la disminución de emisiones gases invernadero es prioritario.

Para ello se requieren cambios en las políticas públicas, sumando a acciones a nivel social e individual que nos permitan dar un respiro a los arrecifes coralinos (y consecuentemente muchos otros sistemas naturales).

También pero no menos importante, reducir otros factores de estrés, como los provenientes del desarrollo costero, ciertamente ayudan en el mediano plazo a proveer un ambiente menos adverso que permita a los corales resistir de mejor manera las crecientes presiones climáticas.

Lorenzo Álvarez-Filip
Laboratorio de Biodiversidad Arrecifal y Conservación, Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, UNAM
Correo-e: [email protected]