Una nueva manera de habitar la Tierra: ¿lograremos parar la gran aceleración? — ecologica
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Una nueva manera de habitar la Tierra: ¿lograremos parar la gran aceleración?

Frida Calderón Bony

En todos los seres humanos
hay coherencia y entonces belleza.
¿Qué es la belleza sino coherencia?

Goliarda Sapienza

 

Desde marzo pasado, estamos confinados como respuesta de mitigación adoptada frente al SARS-CoV-2 o coronavirus que azota al mundo. Desde el encierro, en casa, hemos podido leer ideas optimistas que sugieren esta “pausa” como una posibilidad única para proyectar una nueva manera de habitar, de cambiar el rumbo, el ritmo y de forma global de cuestionar nuestro proyecto como especie que habita la Tierra.

Otras ideas, de corte más pesimista quizá, nos alertan sobre una fatalidad: esta pausa no cambiará nada porque la gran máquina capitalista no quiere parar, es imposible detenerla o agotarla. La gran aceleración es el proceso que caracteriza a esta máquina.

Ligada a Francia por mi historia personal, he seguido a distancia lo que pasaba allá. Al principio, mis lecturas se concentraban en documentar cuáles eran los pasos adoptados para el control del contagio, pues estaba convencida de que a pesar de un cierto desfase temporal (un mes de diferencia entre la aparición del primer paciente en uno y otro país), pronto o tarde México tendría que adoptar medidas similares a las francesas.

Finalmente, Francia inició el confinamiento generalizado el 17 de marzo y México anunció la llamada “jornada de sana distancia” el día 23 del mismo mes. Los tiempos se acoplaban. Confinados en uno y otro país, mi observación se volcó entonces a la manera distinta en que este proceso, por demás inédito, se puso en marcha aquí y allá.

El punto que quiero resaltar es la diferencia entre un confinamiento sugerido o inducido paulatinamente, versus uno impuesto bajo una fuerte vigilancia. ¡Quisiera interrogarme no tanto sobre la eficacia del confinamiento sobre el control del virus, sino sobre la lógica de un paro que no paró, porque la máquina no para!

México adoptó una estrategia de confinamiento basada más que nada en la responsabilidad cívica y moral de los ciudadanos. El gobierno instauró una fuerte campaña de comunicación con el lema: “quédate en casa, quédate en casa, quédate en casa”, para convencernos de la necesidad de llevar a cabo un gesto común, como grupo, como colectivo, como nación incluso, y movilizando la idea de que todos podíamos realmente colaborar para mitigar la epidemia.

Se apostó quizá en un liderazgo político anclado en el presidente que luego supo delegar al equipo del sector salud, pero por supuesto se actuó ante la necesidad obligada de que salieran a trabajar los que nada tienen.

Desempleo, precariedad laboral, comercio informal son la base de la desigualdad y pobreza que confirman la debilidad histórica y estructural del Estado de bienestar en nuestras latitudes.

A pesar de este contexto, las presiones actuales para reactivar pronto la actividad económica parecen surgir más que de los pobres, de las élites y los intereses corporativos que claramente anteponen la recuperación de sus beneficios comerciales; confirmando la idea de una máquina que no quiere parar, a pesar de todo.

En Francia, tampoco todos pararon y el confinamiento resaltó la precariedad laboral de amplios sectores a los que se distinguió como trabajadores invisibles: cajeras, repartidores, agentes de limpieza, obreros de la construcción, choferes de taxi, conductores de metro, etcétera.

Para quienes estaban confinados, hubo la obligación de realizar lo que se llamó una “atestación de desplazamiento” si se quería salir de casa. Este papel que cada uno podía llenar con base en un formato oficial, demandaba justificar el motivo de su desplazamiento y marcar un horario.

Al parecer, hubo muchas dudas entre la población respecto a cuáles eran los derechos y libertades posibles durante el periodo de encierro obligatorio: ¿era posible salir en bicicleta, se podían sentar por ejemplo en un parque durante el horario de paseo permitido, podían salir en pareja?

Además, esta medida de control fue doblada por un sistema de multas aplicadas a las personas que no portaban dicho documento, o bien porque infringían el horario que éste marcaba.

Se habla de más de un millón de “infracciones” realizadas, lo que refleja una importante presencia policiaca en el espacio público, por lo menos para “levantar” dichas infracciones. Lo que observamos es que la estrategia del gobierno francés consistió más que nada en la institución de un orden con pautas y formas estrictas y vigiladas para su ejecución.

Lo que me interesa destacar es la posición de los ciudadanos en el marco de este aparataje de “reglas a seguir” durante la gestión de la pandemia. La socióloga Danièle Linhart es quien me ha hecho pensar al respecto. Esta autora relata cómo el periodo de la epidemia le ha hecho observar un funcionamiento de la sociedad francesa que se asemeja al de un espacio de trabajo tal y como éste funciona en el periodo neoliberal.

Para ella, el gobierno pone las reglas y el ciudadano obedece y acata estas normas, un poco del mismo modo que un asalariado obedece de forma subordinada a su patrón.

De forma burda, esta imagen representa el manejo de la sociedad bajo el modelo del management, y supone un control de los ciudadanos como si éstos fueran los empleados de una empresa. Lo expuesto por D. Linhart me llamó particularmente la atención porque me parece que la epidemia vino a reclamarnos las formas y el lugar que el trabajo ha adquirido en nuestras sociedades.

Si la gran aceleración o era del Antropoceno corresponde a la colisión entre la historia de la Tierra y la de los hombres que la habitamos, es claro que es también porque ésta corresponde al periodo de producción capitalista.

La epidemia lo ha mostrado: no todos pueden parar, ni los pobres ni los trabajadores invisibles de la máquina capital.

Si durante el confinamiento los espacios y tiempos de la vida fueron dictados no solo por el virus, sino por el capital, es urgente que logremos revertir la lógica de subordinación frente a los dueños de esta empresa.

Es real, no habrá modo alguno de influir en la desaceleración de la gran aceleración si no interrogamos frontalmente el sentido del trabajo y no recuperamos su valor como una fuerza que da sentido a la participación del sujeto en un colectivo.

Frida Calderón Bony
Antropóloga por l’EHESS
Presidenta de la asociación Ile du Monde
Contacto: www.iledumonde.org
[email protected]