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En Colombia documentan los efectos adversos del glifosato

Pablo Correa

La expansión de los cultivos ilícitos en Colombia llevó al presidente Iván Duque a reconsiderar la fumigación con glifosato. Sin embargo, la evidencia científica apunta a que es mejor andar con precaución con este tema.

¿Por qué no se resuelve de una vez por todas la incertidumbre sobre si el glifosato afecta o no la salud humana? Porque, como en las novelas policiales, no es tan fácil atrapar a un culpable. A los médicos les tomó varias décadas demostrar que el consumo de tabaco estaba asociado al cáncer de pulmón. Lo mismo ocurrió con el virus del papiloma humano y el cáncer de cuello uterino. La historia moderna de la medicina está llena de casos similares.

El glifosato ha resultado un caso particularmente difícil porque la mejor arma que tienen los científicos para resolver estos casos se parecería mucho a los experimentos nazis: tomar dos grupos de personas similares, exponer uno de los grupos al glifosato, al otro no, y luego de un tiempo contar aquellos que desarrollaron cáncer.

Como esa opción es claramente imposible, a los científicos solo les queda observar con cuidado e intentar atrapar pistas indirectas sobre los efectos del glifosato. Y algo más: hacer pruebas en laboratorios con simples células. Estudios citotóxicos les dicen ellos.

Si el debate no se resuelve es precisamente por esto. El grupo de personas que pide abandonar el uso de glifosato apela a las pruebas indirectas que existen sobre su toxicidad. En ese grupo está la Agencia Internacional de Investigación en Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), entidad adscrita a la Organización Mundial de la Salud (OMS) que en una monografía de 112 páginas publicada en 2015 clasificó el glifosato en el grupo 2A, es decir como una sustancia probablemente carcinógena para los humanos.

En el otro grupo, al que no le asusta el riesgo y argumenta que no existen pruebas concluyentes, lo cual es cierto, figuran muchos políticos, empresas productoras y en el caso colombiano, una parte de la Fuerzas Armadas que ven en el glifosato un arma contra los cultivos ilícitos.

“Afirmar que el glifosato es seguro porque no existen estudios experimentales en humanos que prueben sus efectos nocivos es además de ilógico, poco ético”, es la respuesta para el segundo grupo de la médica Laura Rodríguez Villamizar, experta en epidemiología y profesora del Departamento de Salud Pública de la Universidad Industrial de Santander.

En un artículo firmado junto a otros 17 expertos en salud pública expresaron su desacuerdo ante la propuesta del presidente Iván Duque para reiniciar fumigaciones aéreas con glifosato. Por un lado creen que existe evidencia científica sobre la probable carcinogenicidad del glifosato en humanos.

En segundo lugar, que “la ausencia de estudios experimentales sobre efectos adversos del glifosato en humanos no representa ausencia de evidencia de dichos efectos”. El tercer argumento que este grupo esgrime es que “existen estudios en Colombia que documentan efectos adversos del glifosato en modelos celulares, animales y humanos”.

De ahí que su recomendación sea que la política pública, en situaciones de incertidumbre, privilegie la protección de la población, especialmente las poblaciones en situación de mayor vulnerabilidad. Su postura está basada tanto en las recomendaciones de la IARC, como en los 12 estudios realizados en Colombia sobre el tema.

Pablo Correa
Publicado originalmente en diario El Espectador
Más información sobre el tema en:
https://www.pidamazonia.com/content/esto-dicen-los-12-estudios-sobre-glifosato-en-colombia