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En México, agua, aire y alimentos están contaminados por el glifosato

Jaime Rendón von Osten

El glifosato es el herbicida de mayor venta en México y el mundo, principalmente debido a la indisoluble dupla glifosato-semillas transgénicas. El problema es que las semillas transgénicas solo fueron diseñadas para ser tolerantes a este herbicida. En ningún momento para mejorar la calidad del cultivo o del producto. Ello ha llevado a que se usen sin medida grandes volúmenes de glifosato.

Este uso indiscriminado ha ocasionado una importante contaminación de los ecosistemas y documentada ampliamente en todo el mundo; igualmente, sus efectos adversos en organismos de vida silvestre. En México no existen muchos estudios sobre estos daños; sin embargo, los pocos existentes indican que el problema es muy grande pues prácticamente todos los compartimentos ambientales investigados presentan residuos de glifosato.

El glifosato se disuelve en agua muy fácilmente, por lo que la contaminación de este vital recurso es muy frecuente. Por ejemplo, en los ríos Coatán y Cahoacán, de Chiapas, se reportó la presencia del agrotóxico principalmente en la temporada de secas (6.28 partes por cada millar de millón), así como en el agua subterránea de la misma región (4.66 ppb), lo cual confirma que dicho compuesto tiene una gran capacidad de infiltración y de contaminar el manto freático.

En un estudio auspiciado por Greenpeace se encontró que agua de los drenes y ríos del valle de Culiacán, Sinaloa, presentaba glifosato (4.66 ppb). Igualmente en la costa de la península de Yucatán se detectó glifosato en agua de la laguna de Términos (2.0 ppb) y del río Champotón, en Campeche (2.4 ppb). También en la costa Yucateca (2.6 ppb) y en las de Tulum, Quintana Roo (0.6 ppb). En este último sitio, muy probablemente contribuyen a la contaminación los herbicidas empleados en los campos de golf localizados a lo largo de la Riviera Maya.

En otro estudio efectuado en el río Candelaria, Campeche, a 25 kilómetros de la frontera con Guatemala, se encontraron residuos de glifosato en buena parte de su trayecto. Específicamente por la localidad de Candelaria (2.5 ppb). Es importante mencionar que la presencia de este herbicida (0.4 ppb) era frecuente en sitios en donde se ubicaban plantaciones de palma de aceite.

En el municipio de Hopelchén, Campeche, el cultivo de soya transgénica abarca grandes extensiones y, por lo tanto, el uso de glifosato es extremadamente intenso. Un estudio en agua de fuentes de abastecimiento (pozos) de siete comunidades de esta región agrícola indicó la presencia de glifosato (1.25 ppb) en el 88 por ciento de las muestras.

Por otra parte, el agua de los garrafones que se expenden en las localidades de Hopelchén para el consumo humano proviene de pequeñas plantas comerciales locales que se abastecen del agua subterránea, por lo que se investigó la presencia de glifosato en estas aguas. Los resultados mostraron que, a pesar de la purificación del agua en las plantas, el glifosato estaba en una concentración promedio de 0.51 ppb.

En alimentos hay pocos estudios sobre el tema en México. Sin embargo hace un par de años se publicó uno que demostró la presencia de transgénicos y glifosato en varios alimentos hechos a base de maíz: el 30 por ciento de las muestras contenían residuos del herbicida, principalmente en las botanas a base de maíz (67.6 ppb), cereales (28.5 ppb) y tortilla industrializada (10.5 ppb).

Se realiza ahora una investigación sobre residuos de agroquímicos en miel de abeja. Los resultados preliminares muestran que mieles procedentes de Champotón, Campeche y de Misantla y Coatepec, en Veracruz, tienen respectivamente 34.3, 48.3 y 75.13 ppb de glifosato. De manera interesante, las concentraciones más altas de dicho agroquímico proceden de una zona en donde, en teoría, el uso del herbicida es menor.

Como es evidente, estamos expuestos al glifosato a través del agua y alimentos de consumo humano. Mas los que se llevan la peor parte son los expuestos laboralmente o residen cerca de zonas de cultivo. En un estudio en niños y adolescentes de dos comunidades de Jalisco, se reportó que en la comunidad agrícola de Ahuacapán todos los participantes tenían residuos de glifosato en orina (0.606 ppb). Y en Agua Caliente, más del 70 por ciento (0.363 ppb).

En Campeche, un estudio en pobladores de cinco localidades de Hopelchén indica que hay glifosato en orina en el 68 por ciento de los individuos estudiados (0.37 ppb). Además, es importante resaltar que en el grupo de referencia, constituido por pescadores, el 75 por ciento presentaron residuos del compuesto en orina (0.21 ppb).

Lo anterior indica que prácticamente todos estamos expuestos al glifosato, principalmente por los alimentos, el agua que consumimos y, posiblemente y en menor medida, proveniente del aire que respiramos. Al respecto, hay estudios en Estados Unidos que demuestran la presencia de glifosato en el aire.

Dejar de utilizar glifosato no es cosa sencilla. Pero, por todo lo expuesto, no recurrir a él tiene un sustento científico. Ahora es una decisión política. Y, por parte de los productores, es al final de cuenta un tema de voluntad y de protección de nuestros derechos humanos a la salud, de un ambiente sano y de conservar la biodiversidad.

Jaime Rendón von Osten
Profesor investigador en la Universidad Autónoma de Campeche
Correo-e: [email protected]