Carbono azul en manglares: ¿qué es, dónde está y para qué sirve? — ecologica
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Carbono azul en manglares: ¿qué es, dónde está y para qué sirve?

Jorge A. Herrera Silveira, Claudia Teutli Hernández, Siuling Cinco-Castro y Rosalía Andrade-Medina

Se reconoce que la deforestación y la degradación de los bosques es la segunda fuente más grande de emisiones de carbono después de la provocada por el uso de combustibles fósiles. De esta forma se contribuye significativamente con una de las principales causas del cambio climático: el aumento de los gases de efecto invernadero a la atmósfera.

El cambio climático es un problema global, sus impactos se observan a largo plazo e involucran interacciones complejas entre procesos naturales (fenómenos ecológicos y climáticos) así como sociales, económicos y políticos a nivel mundial.

¿Por qué nos debe preocupar como individuos el cambio climático? El clima es regulador de los procesos naturales que observamos, y de los cuales la sociedad se ha aprovechado para su desarrollo social y económico.

Por ejemplo. Las pesquerías de camarón, pulpo, langosta (entre otras) varían en cuanto a la época de año en que pueden realizarse. Esto se debe a que las especies para su crecimiento, desplazamiento y reproducción dependen de las características del agua, como temperatura y salinidad. Ambas son reguladas por la temperatura ambiente y por el agua dulce que llega del continente después de las lluvias, es decir por el clima.

Tomar vacaciones en una determinada época del año depende del clima. En verano se está en búsqueda de sol y temperaturas agradables en las playas, mientras que en invierno se necesita de nieve para las pistas de esquí.

Por lo tanto, los gobiernos han establecido políticas que permitan ofrecer condiciones para que actividades como la pesca y el turismo generen recursos económicos y bienestar a las comunidades costeras.

Sin embargo, durante mucho tiempo estas políticas no consideraron que las actividades del hombre repercutirían negativamente en el incremento de los gases de efecto invernadero, y tendría efectos negativos en el clima, en el funcionamiento de los ecosistemas y en consecuencia en la economía.

Cambio climático, carbono azul y política

El cambio climático está teniendo efectos en todos los ecosistemas. Sin embargo, los ecosistemas costeros reciben los efectos que vienen tanto de tierra adentro como del mar (efecto de “jamón del sándwich”), por lo que son más vulnerables a los impactos del cambio climático.

Los ecosistemas costeros por su ubicación entre los ambientes totalmente terrestres y los marinos, tienen una riqueza natural que les permite ofrecer múltiples beneficios al hombre como: criaderos y “guarderías” de especies de importancia económica y ecológica; son sistemas naturales de control de inundaciones y barreras contra huracanes; mejoran la calidad del agua al funcionar como filtro biológico; poseen un alto valor estético, recreativo y de investigación. A todos estos beneficios en su conjunto se les conoce como servicios ambientales o servicios ecosistémicos.

Uno de los servicios ecosistémicos que proveen los ecosistemas costeros, en particular los manglares, pastos marinos y marismas salobres, se relaciona con la reducción de los gases de efecto invernadero en la atmósfera.

Esto significa que como todas las plantas usan el CO2 (que es un gases de efecto invernadero como materia prima a través de la fotosíntesis para transformarlo en biomasa vegetal: troncos, raíces, hojas), cuando muere un alto porcentaje permanece en el suelo almacenándose como carbono orgánico.

Esta característica de captura y almacenamiento de CO2 en forma de carbono orgánico (Co) en la vegetación y los sedimentos de estos ecosistemas, se le conoce como carbono azul. Ya está siendo utilizada por algunos gobiernos (Australia, Colombia, por ejemplo) como soporte para la implementación de políticas de mitigación y adaptación a los efectos del cambio climático.

Los hábitats del carbono azul a pesar de que solo cubren menos del 0.5 por ciento de la superficie marina, almacenan más del 50 por ciento del total del carbono de los sedimentos oceánicos.

Por otra parte, solo constituyen el 0.05 por ciento de la biomasa vegetal terrestre. Pero almacenan hasta tres veces más carbono por unidad de área que cualquier ecosistema terrestre, esto en su reservorio de los sedimentos.

A diferencia de los ecosistemas terrestres, las mayores concentraciones de Co en los ecosistema de carbono azul está en el suelo.

Los ecosistemas de carbono azul, además de capturar y almacenar el carbono que producen (autóctono), son receptores de materia orgánica y Co que viene de otros ecosistemas asociados a cuencas de ríos que llegan a la costa (alóctono).

Por ser ambientes que están sometidos a la inundación periódica o continua, la tasa de descomposición de la materia orgánica depositada en el suelo de estos es muy lenta, acumulándose y almacenándose por largos periodos de tiempo.

Esta característica de la inundación es responsable de que la magnitud de los almacenes de Co de los ecosistemas de carbono azul sean mucho mayor que la de los ecosistemas terrestres por unidad de área.

Los manglares han llamado recientemente la atención de la comunidad internacional porque estudios en la región del Indo-Pacífico demostraron que estos ecosistemas almacenan mayores concentraciones de carbono ≈1000 Mg C ha-1, en comparación con los bosques boreales ≈350 Mg C ha-1, bosques templados ≈349 Mg C ha-1, bosques tropicales ≈230 Mg C ha-1.

La mayor parte del carbono no se encuentra en la vegetación, sino en los suelos, donde se almacena hasta el 95 por ciento del carbono orgánico total. En el caso de los bosques de manglar, si sufren deforestación y degradación se pierden o reducen importantes servicios ecosistémicos. Además de producirse emisiones de CO2 especialmente grandes.

Cabe destacar que el contenido de C en los suelos (>0.3m) de los manglares, donde se almacena la mayor parte del C de este ecosistema, generalmente no se reporta en los inventarios nacionales de carbono (México no lo hace). Entonces, las políticas internacionales de reducción de emisiones no han evaluado adecuadamente la contribución de los manglares.

Por otra parte, la degradación de los ecosistemas costeros está teniendo consecuencias no solo en la pérdida de los servicios ecosistémicos que ofrecen, sino que pone en riesgo la biodiversidad, el patrimonio de particulares y del propio gobierno. Hasta la seguridad alimentaria.

Por lo tanto, es urgente la implementación de políticas que aseguren la permanencia y restauración de los ecosistemas de carbono azul como estrategia de mitigación y adaptación. Así como para reducir la vulnerabilidad a los efectos del cambio climático por incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Carbono azul de manglares en México

Las emisiones de CO2 de México lo coloca en el primer lugar en Latinoamérica y en el 13 como país emisor de gases de efecto invernadero en el mundo (9). Por todo eso se comprometió a metas ambiciosas de cero emisiones netas por cambio de uso del suelo, firmando y ratificando el Acuerdo de París.

Muchas naciones se han comprometido en el Acuerdo de París (COP21) a reducir sus emisiones de carbono con el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global a 2 grados Celsius (4).

Para alcanzar estas ambiciosas metas de emisiones, México declaró dar prioridad a las acciones que tengan el “mayor potencial de reducción de emisiones y que generen cobeneficios en la salud y el bienestar de la población”, incluyendo “la conservación y recuperación de los recursos marinos y costeros”, como los manglares.

Los manglares tienen interés especial para México, ya que por su extensión (más de 900 mil hectáreas) ocupa el cuarto lugar a nivel mundial.

En la península de Yucatán, el 98 por ciento de la línea de costa se encuentra ocupado por manglar y contiene >60 por ciento de este ecosistema de México. De él, un 76.2 por ciento está protegido y considerado en el tratado intergubernamental en el que los países miembros –como México– se comprometen a mantener las características ecológicas de sus humedales de importancia internacional. Y también planificar el uso sostenible de todos los humedales situados en sus territorios. Ese tratado intergubernamental se conoce como Convención Ramsar.

No obstante, de contar con mapas a escala nacional de la extensión de los manglares, no hay suficientes datos para estimaciones de carbono en ellos a nivel regional o local con la suficiente precisión y valor de incertidumbre.

En estudios de Fernanda Adame y colaboradores y de Jorge Herrera y colaboradores se utilizaron datos de carbono orgánico almacenado en árboles, madera caída y suelos de manglares de diferentes regiones de México. Entre otros motivos, para estimar su contribución al cumplimiento de los objetivos de emisión de carbono en 2030 según lo comprometido en el Acuerdo de París.

A partir de datos de campo de ambos estudios que consideraron el carbono almacenado en los suelos y estandarizado a un metro de profundidad se estimó que la reserva total de carbono de los manglares en México varía entre 240 y 350 Tg C. Pero si se consideran suelos de más de un metro de profundidad, la reserva puede llegar a más 500 Tg C.

Los reportes nacionales subestiman el contenido de carbono de los manglares por factores de 11 hasta 57 si se consideran los diferentes almacenes que el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPcambio climático) menciona como los básicos que deben reportarse: biomasa aérea, biomasa subterránea, madera muerta, mantillo y carbono orgánico del suelo.

A nivel internacional y nacional se han propuesto protocolos, normas y leyes como estrategias que tienen la finalidad de proteger los humedales. Y en última instancia, y no explícitamente, reducir las emisiones de gases efecto invernadero.

Esta estrategia de política puede llevar a reducir la vulnerabilidad de los ecosistemas a través de mitigar los efectos y adaptarse a los impactos por los efectos del cambio climático.

Internacionalmente existe el protocolo de Tokio, el Panel Intergubernamental de cambio Climático, y las Conferencias de las Partes (COP). En México, previas a la Ley de Cambio Climático se puede mencionar la Ley General de Bienes Nacionales, Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (LEGGPA), Ley General de Vida Silvestre y su reglamento, la General de Desarrollo Forestal Sustentable y su reglamento, que coadyuvan a la protección, conservación y restauración de los humedales.

Sin embargo, llevar a la práctica acciones concretas y específicas por ecosistema para esta reducción de gases de efecto invernadero, no es una tarea fácil.

Entre los mecanismos que podrían ser útiles para los ecosistemas de carbono azul, y en específico para los manglares de México, podría nombrarse al programa REDD+ y el pago por Servicios Ambientales, ambos mecanismos de política pública.

Existen experiencias e iniciativas para otros ecosistemas terrestres y con reglas de operación ya establecidas que pudieran adaptarse a las características de los ecosistemas de manglar.

Retos de la investigación

La escasez de estudios relacionados con los almacenes y flujos de carbono y otros elementos (nitrógeno y fósforo), en los manglares de México, implica que están abiertas múltiples líneas de investigación relacionadas con los ciclos biogeoquímicos en estos ecosistemas.

La variabilidad de climas, geoformas, condiciones hidrológicas, niveles y tipos de impacto son oportunidad para estudios de variabilidad espacial y temporal de procesos que se relacionan con el almacenamiento y flujos de carbono en manglares. Detectar patrones de acuerdo con gradientes ambientales, tipos ecológicos y perturbaciones, ayudaría a definir patrones relacionados con los recursos, estresores e hidrología, de acuerdo con diferentes ambientes geomorfológicos e impactos.

Otro tipo de estudio que está creciendo en interés por el tipo de información a nivel del ecosistema que provee, es el de flujos de CO2 y CH4 mediante el uso de las torres de covarianza de vórtices (Eddy Covarianza).

La importancia del almacén de Co en sedimentos de manglares y el papel de las características del hidroperiodo en el funcionamiento de estos ecosistemas es una oportunidad para futuras investigaciones.

Actualmente, las técnicas de caracterización de la composición molecular de las fuentes de materia orgánica y las de trazadores isotópicos, ofrecen la oportunidad de rastrear el origen de la materia orgánica (alóctono, autóctono), y entender los cambios que estos ambientes han experimentado en el largo plazo.

Los resultados de este tipo de investigaciones se pueden asociar con el actual funcionamiento ecosistémico e incorporar esta información en modelos ecológicos para simulaciones de escenarios futuros. Sus resultados pueden orientar acciones de adaptación y mitigación.

Desde la perspectiva del proceso ciencia-tecnología e innovación, la investigación sobre la restauración ecológica es muy prometedora. Pero todavía es más incipiente que todas las líneas de investigación anteriores.

¿Cómo alcanzar mayores tasas de captura y almacenamiento de C a través de acciones de restauración? Esta es una de las preguntas más relevantes en este tema, con fuertes implicaciones de política pública y relación con la sociedad.

La restauración, y en especial de manglares, se reconoce como una de las estrategias más eficientes de adaptación y reducción de la vulnerabilidad a los efectos del cambio climático de las costas tropicales.

En conclusión, el carbono azul tiene el potencial de contribuir a las políticas de mitigación y adaptación a los efectos del cambio climático. Y, partiendo del conocimiento actual, se recomienda incentivar las valoraciones de carbono tanto en los ecosistemas de manglar como de pastos marinos, así como la restauración ecológica, principalmente de áreas de manglar.

Sin embargo, hay que recurrir a grupos de trabajo que han demostrado tener experiencia, ya que muchos estudios no se han hecho o seguido estrategias que aseguren datos robustos o éxito en los proyectos.

Dado que los manglares son ecosistemas clave en los programas de mitigación de carbono propuestos, una mejor valoración de sus emisiones de carbono se traducirá en una distribución más justa y equitativa de los esfuerzos y beneficios derivados de los tratados internacionales sobre reducción de emisiones de carbono.

Por ejemplo, los manglares emiten naturalmente potentes gases de efecto invernadero como CH4 y N2O. Pero estas emisiones no se han considerado en ninguna estimación. Las emisiones de CH4 y N2O en los manglares suelen ser bajas (<1 por ciento de las emisiones), especialmente cuando la salinidad es alta, como en el noroeste de México.

Sin embargo, las emisiones de CH4 y N2O son más altas en los manglares deforestados que en los naturales, lo que enfatiza aun más el potencial de los manglares para reducir las emisiones de efecto invernadero. Y, por último, no se tienen en cuenta las tasas de secuestro de C de los manglares en pie, por lo que se subestima la contribución de los manglares para reducir las emisiones de C.

No obstante, el reto de contar con datos robustos de diferentes fuentes de emisiones, tasas de secuestro, destino del carbono capturado, etc., es evidente la contribución que tiene evitar la deforestación y la degradación de los manglares a las emisiones nacionales.

Créditos de carbono azul, comunidades y brockers

La valoración climática del carbono azul de manglares, como servicio ecosistémico de mitigación, es una herramienta útil que ofrece información de mercado para el cambio en el comportamiento de consumidores y proveedores de servicios ecosistémicos.

El carbono azul es una solución basada en la naturaleza, encaminada a la conservación de ecosistemas y la biodiversidad, reducción de riesgos de desastres y la captura y almacenamiento en ecosistemas sumideros de carbono.

Los créditos de carbono
–en este caso carbono azul– son un mecanismo internacional de mitigación para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global.

Se trata de uno de los mecanismos propuestos por el Protocolo de Kioto para la disminución de emisiones causantes del efecto invernadero y el calentamiento global. Así lo indica la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

Como una estrategia financiera, los créditos de carbono azul, además de ayudar a compensar los gases de efecto invernadero, son una forma de incentivar la restauración, conservación y uso sustentable del ecosistema manglar. Al obtener la certificación de los bonos de carbono en el mercado voluntario, los propietarios de la tierra generan un incentivo económico derivado de la comercialización de los créditos como resultado de dos tipos de intervención: captura de CO2 por restauración y emisiones evitadas por la conservación de los acervos de carbono (REDD+).

El mercado voluntario de carbono (VCM) permite a las empresas, organizaciones, gobiernos e individuos apoyar actividades que reducen, evitan o eliminan gases de efecto invernadero y compensar sus propias emisiones.

A través de este mercado, el financiamiento directo se canaliza a actividades climáticas que de otro modo no se implementarían. En los proyectos denominados de “carbono azul”, cada tonelada de carbono equivalente que se registra genera un certificado de carbono. La distribución de los beneficios económicos derivados de la venta es una decisión que se debe tomar de forma participativa e informada en la comunidad. Actualmente estas premisas, generalmente, no se cumplen.

Las iniciativas de carbono deberán responder a cuatro condiciones: 1) adicionalidad, es decir que la acción de conservación y/o restauración no sería posible sin la existencia del proyecto. 2) Permanencia del carbono a lo largo de la vida del proyecto. 3) No fugas o desplazamientos que pudieran migrar una actividad que genera degradación en otros sitios, y 4) Generar cobeneficios de tipo ambiental (servicios ecosistémicos) y sociales (gobernanza).

Tanto en el desarrollo de la iniciativa como a lo largo de su implementación es necesario el acompañamiento multidisciplinario a las y los dueños de la tierra (participantes); la participación gubernamental a través de sus instituciones, la sociedad civil y la academia.

Si bien los créditos de carbono surgen como una necesidad por mitigar las emisiones de grandes corporaciones, ahora son vistos por las comunidades locales y por quienes se dedican al comercio de los bonos como una forma relativamente fácil de obtener jugosos ingresos.

Esta percepción influye en que cada vez haya más de los denominados brokers. Estos no son más que intermediarios financieros en los mercados de bonos de carbono que se quedan con una gran parte de los beneficios económicos derivados de dichos bonos.

El incremento en número de estos intermediarios, individuales o asociados, no garantiza que el mercado de carbono sea seguro y que beneficie directamente a los propietarios de los ecosistemas. Ni a los compradores de los bonos pues, como en cualquier negocio, gran cantidad del recurso financiero se queda en el camino.

Esta situación pone en jaque a las comunidades locales, en ocasiones por mera ignorancia de los procesos y movimientos de los mercados. Pero en la mayoría de los casos, porque los brokers pretenden obtener la proporción más grande los beneficios económicos generados por la comercialización de los créditos.

Es importante mencionar que, si bien la situación económica de las comunidades y la rapidez con la que pueden obtener ingresos extras por vender créditos de carbono certificados es un factor importante en la toma de decisiones de los dueños de los recursos naturales, hay que considerar que la forma en la que los intermediarios ofrecen beneficios no es del todo ética. En efecto, apelan a la necesidad inmediata en vez de proporcionar beneficios comunitarios a largo plazo.

En este sentido, un proyecto de créditos de carbono puede ser viable, cumplir con los objetivos para los que fue creado y beneficiar a compradores y a vendedores, siempre y cuando los beneficios económicos y climáticos sean distribuidos de forma adecuada. Y para que además de que se reciban ingresos directos, también se deriven otros beneficios que a largo plazo beneficien a las nuevas generaciones en las comunidades.

Consideraciones finales

A pesar de la importancia ecológica y social de los manglares, el cambio de uso de suelo y degradación derivados de la actividad humana y climática están afectando la condición de estos ecosistemas. Ello se traduce en emisiones de gases de efecto invernadero, ya que un manglar degradado o deforestado pasa de ser un sumidero de carbono a una fuente de emisión.

Por tanto, dada la alta capacidad de capturar y almacenar carbono atmosférico por los ecosistemas de manglar asociados a su alta productividad primaria; y a que son ecosistemas que están teniendo tasas de deforestación y degradación importantes en el país, es necesario y urgente que su protección, manejo sostenible y restauración sean clave para reducir el riesgo climático de las comunidades y medios de vida asociados a estos ecosistemas costeros.

Ante este escenario, existe un área de oportunidad para que México desarrolle un sistema de comercio de emisiones considerando a los ecosistemas de carbono azul como parte de su portafolio de soluciones basadas en la naturaleza; promoviendo a su vez un mercado nacional.

Se recomienda por tanto robustecer la investigación en materia de inventarios de emisiones a escala regional y local; a nivel jurisdiccional y municipal. Usando buenas prácticas, metodologías robustas y estandarizadas, a partir de cartografía desarrollada localmente.

Se ha identificado la necesidad de llevar a cabo análisis de conectividad ecológica y social, y muy importante el asegurar la educación y sensibilización de los propietarios de las tierras y de los usuarios de los servicios ambientales que los manglares ofrecen.

La autoridad podría declarar una moratoria nacional de proyectos de créditos de carbono. Ello, por las irregularidades que tienen los contratos de los brockers. Por ejemplo, en la forma de presentarlos y los porcentajes de beneficios.

Los brockers que se hacen llamar “desarrolladores de proyectos” deben estar certificados antes como especialistas en carbono azul. Porque muchos de ellos han migrado de los ecosistemas terrestres y los mecanismos de mercado ya existentes, asociándose con pseudoespecialistas en carbono azul. No hay mas que revisar sus historiales para identificarlos.

Sin embargo, los créditos de carbono azul no son la solución ni al cambio climático, ni a la deforestación y degradación de los ecosistemas de manglar.

Creemos que el carbono azul es un área de oportunidad para promover esquemas de aprovechamiento sustentable y diversificación de medios de vida que aporten a los factores economicos locales relacionados a estos ecosistemas. Tal es el caso del ecoturismo y la apicultura. Siempre considerando la gobernanza y apropiación comunitaria, con lo cual se internalice la necesidad de conservar y restaurar los ecosistemas de manglar.

Jorge A. Herrera Silveira
Cinvestav, Unidad Mérida
Correo-e: [email protected]
Claudia Teutli Hernández
Investigadora ENES-UNAM,
Laboratorio de producción primaria Cinvestav
Correo-e: [email protected]
Siuling Cinco-Castro y Rosalía Andrade-Medina
Laboratorio de producción primaria Cinvestav, Mérida
Resiliencia Azul, AC
Correo-e: r[email protected]