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Futuro envenenado, agrotóxicos contra la niñez mexicana

Leticia Merino

Si hay una actividad extendida y con profundos impactos ambientales y de salud es la agricultura contemporánea. La necesidad de producir alimentos para una población creciente es incuestionable. Pero la forma en que la agricultura se practica genera pérdida de suelos, desaparición de insectos polinizadores, sobreexplotación y contaminación del agua, y de los propios alimentos. Y además, importantes impactos a la salud de las y los campesinos y sus familias.

Dedicamos este número de La Jornada Ecológica a las niñas y los niños de las regiones rurales de México. La iniciativa para hacerlo surgió del seminario El futuro envenenado: exposición de niños y niñas a agrotóxicos en México, que organizó la Coordinación Universitaria para la Sustentabilidad de la UNAM, como parte de la serie de seminarios Los grandes problemas socioambientales.

Este suplemento recoge una serie de miradas y experiencias, a partir de las que se da cuenta clara sobre las formas en que las prácticas de la agricultura industrial convencional, contamina y destruye los ecosistemas y los recursos naturales; envenena el futuro y destruye los sueños de miles de niños y niñas que viven en localidades rurales y muchas veces trabajan con sus familia en los campos agrícolas.

La exposición constante de niñas y niños y sus padres y familias a decenas de agrotóxicos implica sueños rotos, vidas con dolor y enfermedades crónicas, niños con malformaciones y alteraciones del desarrollo y afectaciones intelectuales.

El origen de estas tragedias es el predominio de un modelo agrícola basado en un intenso uso de fertilizantes, plaguicidas, fungicidas y herbicidas prohibidos en distintos países. Elaborados por corporaciones agroindustriales con fuerte capacidad de captura política para favorecer sus intereses, a costa de la salud pública y del medio ambiente.

La exposición de los niñas y los niños campesinos a los agrotóxicos se da cuando trabajan en los campos, al llevar alimentos a sus familiares que trabajan allí; cuando tocan la ropa que sus familiares utilizan al participar en tareas agrícolas; cuando viven o estudian cerca de los campos donde se esparcen los cocteles de estas sustancias tóxicas.

El envenenamiento también se da durante la gestación, cuando las madres se exponen a esas sustancias. En muchos casos las afectaciones no son evidentes a primera vista ni de manera inmediata.

México es signatario de la Convención sobre los Derechos del Niño y miembro del Comité de los Derechos del Niño de la Organización de las Naciones Unida, y cuenta con una Ley General de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.

A pesar de que estos instrumentos buscan garantizar que los menores disfruten de los más altos niveles de salud y calidad de vida para favorecer su desarrollo físico y mental, la intoxicación de ellos con agrotóxicos es común en el campo mexicano.

Todas las adultas, todos los adultos tenemos la enorme responsabilidad de luchar por que se adopten medidas estrictas para proteger la salud y la vida de las y los niños de México.

Es necesario que madres, padres, médicos, organizaciones civiles, maestros, políticos, académicos y legisladores, entre otros, tomemos medidas firmes para cuidar y garantizar la plena vigencia de los derechos de la infancia. Es igualmente necesario transitar a una agricultura que no mate, enferme o contamine todo lo que importa para la vida. En primer lugar, una agricultura que no envenene a las niñas y niños.

Este suplemento reúne textos de especialistas en toxicología, de médicos y médicas y de dos organizaciones civiles: Tejiendo Redes Infancia y la Red de Acción sobre Plaguicidas y Alternativas en México.

A Carmen Martínez-Valenzuela, Fernando Bejarano González, Guadalupe Romano Casas, Jorge Rodríguez Reyes Juan Martín Pérez García, Kelvin Saldaña Villanueva, Leticia G. Yáñez Estrada, María del Carmen Martínez Valenzuela, Mario Caba, Nereida Montes-Castro, Israel García-Aguiar, Octavio Gaspar Ramírez, Rocio Aidee Castillo Cruz y Verónica Morales, les agradecemos los textos que escribieron para La Jornada Ecológica.

Pero sobre todo, agradecemos su largo compromiso con la salud y los derechos de las niñas y los niños, gracias por su trabajo de años monitoreando y atendiendo la salud de las madres y sus hijos. Gracias a las instituciones de salud y académicas que apoyan estos esfuerzos, hasta ahora aislados.

Finalmente, agradecemos enormemente a Iván Restrepo, a Laura Angulo y a Estela Guevara de La Jornada Ecológica, por abrirnos las puertas para plantear estos graves problemas socioambientales y apoyar así la búsqueda colectiva de opciones para enfrentarlos.

Leticia Merino
Coordinación Universitaria para la Sustentabilidad de la UNAM (CoUS)
Correo-e: [email protected]