Plaguicidas, cáncer y pediatría: una alerta de salud pública — ecologica
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Plaguicidas, cáncer y pediatría: una alerta de salud pública

Rocío Aidee Castillo Cruz, Jorge Rodríguez Reyes y Nora Carranza Rodríguez

Ha pasado más de medio siglo desde el inicio de las tecnologías de la llamada “Revolución Verde” y el hambre sigue siendo un problema mundial, de acuerdo con el más reciente informe de la Agenda 2030 sobre los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS).

Estamos lejos de cumplir el objetivo 3 de los ODS, sobre salud y bienestar, porque al tiempo que el hambre ha aumentado, los seres humanos y el medio ambiente han sido intensamente contaminados por sustancias químicas sintéticas utilizadas en la agricultura.1

En las pasadas décadas la agricultura adquirió una escala global. No sólo en el sentido de que una parte significativa de la producción agrícola comenzó a producirse en un lugar y comercializarse en otro, sino también porque comenzó a volverse dependiente de las industrias químicas (sintéticas) que producían fertilizantes, plaguicidas y semillas patentadas.

Entonces, la justificación para la industrialización de la agricultura era la promesa de superar el hambre mediante el uso de tecnología.2

El término pesticida es un anglicismo procedente del latín donde pest, plaga, mientras que la raíz coedere (matar) señala la intención de luchar contra agentes de origen biológico (plagas), de ahí que se acuñe el término español plaguicida, donde plaga hace referencia a la aparición masiva y repentina de seres vivos de la misma especie que causan graves daños a poblaciones animales o vegetales, y –cida a matador o exterminador.

Otros sinónimos son productos fitosanitarios, parasiticidas, productos agroquímicos o productos fitofarmacéuticos. Se utilizan ampliamente para controlar las malezas y las infestaciones de insectos en campos agrícolas, diversas plagas y portadores de enfermedades como mosquitos, garrapatas, ratas y ratones en casas, oficinas, centros comerciales y calles.

Como los modos de acción de los plaguicidas no son específicos se han planteado preocupaciones sobre los riesgos ambientales asociados con su exposición a través de diversas rutas como aire, suelo, agua potable y residuos en alimentos entre otras.

Dichos peligros varían desde impactos a corto plazo tales como: irritación de la piel y ojos, dolores de cabeza, mareos, náuseas, hasta enfermedades crónicas como: cáncer, asma, enfermedad de Parkinson y diabetes, donde los riesgos a la salud son difíciles de dilucidar debido a la participación de varios factores tales como el período y nivel de exposición, tipo de plaguicida (en cuanto a toxicidad y persistencia) y las características ambientales de las áreas afectadas.3

No hay grupos en la población humana que no estén completamente expuestos a los plaguicidas, mientras que la mayoría de las enfermedades son multicausales, lo que añade una complejidad considerable a las evaluaciones de salud pública.3

Por lo tanto, es necesario difundir el conocimiento, sus riesgos y capacitar sobre el desarrollo de alternativas de plaguicidas ecológicos, así como técnicas de manejo integrado de plagas y reducir los impactos de los pesticidas persistentes como son los compuestos organoclorados donde el representante de este grupo más conocido es el DDT, de uso restringido en México desde 1996 y hasta la fecha, aunque no está prohibido.4

Las características que definen a estos plaguicidas persistentes –distribución ambiental, rutas de exposición e impactos a la salud– los asocian con enfermedades crónicas como el cáncer desde etapas tempranas de la vida. Estos compuestos son un factor de riesgo ambiental para la salud de niños y niñas que enfrentan exposición crónica a plaguicidas organoclorados, entre otros.

Leucemia

De acuerdo con la evidencia científica, la exposición a plaguicidas está considerada como uno de los factores de riesgo ambiental más importantes asociados a leucemia aguda. El Consorcio Internacional de Leucemia en Niños, de Canadá, estableció que existe asociación entre la exposición a plaguicidas y la leucemia infantil (2015). Bailey y colaboradores5 analizaron a partir 12 estudios de casos y controles la presencia de indicadores de riesgo al evaluar por medio de la razón de probabilidades la posibilidad de presentar leucemia linfoblástica aguda (LLA) en tres momentos de la vida.

Los resultados fueron los siguientes: poco antes de la concepción 1.39 veces más que en los no expuestos, durante el embarazo con 1.43 y después del nacimiento de 1.36 veces.5

En un artículo científico de metaanálisis, que involucra una serie de estudios elegidos por su alta calidad metodológica y bajo estrictos criterios de investigación, en el cual reúne los resultados de cada uno mediante el análisis de su contribución para un problema, ya sea enfermedad o resultados de tratamiento entre otros.

En 40 estudios realizados en Francia se observó que el riesgo de linfoma y leucemia aumentaba significativamente en los niños cuando su madre estuvo expuesta durante el periodo prenatal desde 1.53 a 1.75 veces más en comparación con los que no estuvieron expuestos.

En otra publicación, elaborada a partir de 13 estudios de casos y con controles realizados en diferentes países entre 1987 y 2009, también se observaron asociaciones estadísticamente significativas entre la leucemia infantil y la exposición a plaguicidas, con un riesgo de 1.74 a 2.21 veces más para los que estuvieron expuestos.3

Sin embargo, los datos disponibles no fueron suficientes para determinar la causalidad; por eso la comunidad científica sigue estudiando y evaluando los efectos a la salud en cohortes que son estudios que se desarrollan desde antes del inicio del efecto o enfermedad hasta la presentación de la misma, en este caso desde antes del nacimiento para establecer los riesgos por exposición a plaguicidas persistentes y prohibición de los mismos, ya que hay suficientes elementos para considerar su participación como un legado tóxico.

Es importante destacar que la exposición de los niños a los plaguicidas debe limitarse tanto como sea posible, ya que los fetos, bebés y niños muestran una mayor vulnerabilidad por su curiosidad, dosis más alta en relación a su peso, su acelerado metabolismo, poca capacidad para desintoxicación y susceptibilidad que los adultos.

Además, otros estudios han asociado el uso de plaguicidas y otros efectos adversos a la salud que incluyen defectos físicos congénitos, bajo peso al nacer y muerte fetal.

Así mismo, que los padres o sus hijos ocupacionalmente expuestos a plaguicidas (por trabajar en el campo con agroquímicos) tienen un mayor riesgo de presentar dificultades en su desempeño neuroconductual, neurocognitivo o neuromotor.

También se demostró que la exposición a plaguicidas que dura entre cinco y 10 años se asocia con un aumento de entre 5 por ciento y del 11 por ciento del riesgo de desarrollar la enfermedad de Parkinson.

Con respecto al cáncer en adultos, el escenario es muy similar. Un grupo de científicos brasileños llevó a cabo una revisión integradora de la literatura de estudios publicados sobre la exposición a plaguicidas y cáncer, centrándose en agricultores, poblaciones rurales, aplicadores de pesticidas y trabajadores rurales.

Las asociaciones más consistentes encontradas fueron el cáncer de próstata, el linfoma no Hodgkin, la leucemia, el mieloma múltiple y los cánceres de vejiga y colon. En paralelo se están llevando a cabo estudios que investigan más a fondo la relación entre los plaguicidas y las neoplasias de testículo, mama, esófago, riñón, tiroides, labio, cabeza; también se recomiendan el cuello y los huesos.

En este sentido, los investigadores en oncología creen que hay evidencia suficiente para recomendar que los pacientes reduzcan la exposición a todos los plaguicidas.

Siguiendo esta reflexión, el presente escenario demuestra la importancia de abordar el tema “plaguicidas y salud humana” en la agenda pública y la urgencia de intensificar la coordinación y articulación de políticas públicas en las áreas de agricultura, desarrollo agrario y agricultura familiar, considerando sus interfaces con las políticas públicas en las áreas económica, de infraestructura, social y ambiental.

Evidentemente, tales acciones deben basarse en la soberanía, el principio de la dignidad humana y derecho a la salud al vivir en un mundo libre de contaminantes, derechos fundamentales previstos por la ley.

Además, las estrategias de manejo ambientalmente amigables que incluyen algunos enfoques de biorremediación (es decir, fitorremediación, microalgas biorremediación, micorremediación y degradación microbiana) son alternativas ecológicas viables.3

Conclusión

Aunque los plaguicidas se desarrollan para prevenir, eliminar o controlar plagas dañinas, muchos estudios han planteado preocupaciones sobre los peligros de estos compuestos tóxicos para el medio ambiente y la salud humana.

La relación entre la exposición a ciertos plaguicidas y la incidencia de algunas enfermedades es convincente y no pueden ignorarse. Además, algunos miembros de la población tienen una susceptibilidad genética (son más vulnerables debido a su constitución biológica) inherente a las enfermedades asociadas a los plaguicidas y, por lo tanto, es probable que corran mayor riesgo que otros y ahí aplica el principio precautorio.

La evidencia sugiere que gran parte de esta exposición se presenta con mezclas múltiples de sustancias químicas y se desconoce el efecto tóxico de dicha exposición, particularmente en escalas de tiempo más largas. Es muy importante desarrollar precisión y exactitud en la cuantificación de plaguicidas, por medio de monitoreos en zonas de riesgo de exposición, alimentos y agua, junto con perfiles de seguridad mejorados para reducir los posibles efectos adversos sobre la salud humana y el medio ambiente.

No dejar de insistir en determinar qué tipos de productos químicos o fórmulas son más adecuados para el manejo ambiental y ecológico de plagas. Por lo tanto, con fines agrícolas se deben utilizar agentes naturales de control biológico, como bacterias, virus, insectos y nemátodos (como las lombrices) beneficiosos.

Además, el sector público y el privado, las agencias gubernamentales, las organizaciones no gubernamentales y los fabricantes, deben enfocar sus esfuerzos en la investigación, el desarrollo de productos, las pruebas, el registro de productos y la implementación de estrategias de uso de plaguicidas, al tiempo que abogan por la educación pública sobre su uso, la agroecología, el monitoreo de la cadena alimenticia (granos, animales, humanos, etc.), ya que todos estamos expuestos.

¿Y usted qué opina?

Referencias
1Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), La Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible: en la mitad del camino hacia 2030. Objetivos, metas e indicadores (LC/PUB.2023/13-P), Santiago, 2023.
2Editorial. Clinics. 2023, 78: 100249. https://doi.org/10.1016/j.clinsp.2023.100249
3Ki-Hyun Kim, Ehsanul Kabir, Shamin Ara Jahan. Exposure to pesticides and the associated human health effects. Science of The Total Environment. 2017;575: 525-535. http://dx.doi.org/10.1016/j.scitotenv.2016.09.009
4Catálogo oficial de plaguicidas restringidos 1996. Comisión intersecretarial para el control y uso de plaguicidas, fertilizantes y sustancias tóxicas (Cicoplafest).
5Bailey et al. Home pesticide exposures and risk of childhood leukemia: Findings from the childhood leukemia international consortium. nt. J. Cancer. 2015;137: 2644–2663. https://doi.org/10.1002/ijc.29631

Rocío Aidee Castillo Cruz, Jorge Rodríguez Reyes
y Nora Carranza Rodríguez
Unidad de Investigación en Epidemiología, Instituto Nacional de Pediatría
Correo-e: [email protected]