Aprender del fracaso: el programa de conservación del maíz criollo — ecologica
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Aprender del fracaso: el programa de conservación del maíz criollo

Ricardo Ma. Garibay Velasco

El Programa de Conservación de Maíz Criollo (Promac) inició su operación en 2008 inicialmente en la Comisión para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) y finalizó en 2011 en la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), por lo que podría considerarse un programa piloto y eventualmente valorar sus éxitos y fracasos para retomarse ahora, bajo nuevas circunstancias.

Fue diseñado para disimular que se estaba evitando la contaminación de maíz nativo por la circulación libre de polen que supondría la siembra comercial de maíz genéticamente modificado o transgénico. Como respuesta al Artículo 70 del reglamento de la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados del 2008, la Semarnat tomó la decisión de poner en marcha el Programa de Conservación de Maíz Criollo con la precisa instrucción de poner especial énfasis en los aspectos históricos y culturales.

Desde su primer año y aún en calidad de piloto, el programa cumplió con las metas planteadas e incluso las rebasó en términos cuantitativos, lo cual, visto con criterios burocráticos, no solo lo calificaba positivamente, sino que justificaba su diseño y forma de operación; aunque desde otra perspectiva y en función de criterios cualitativos, distaba mucho de cumplir con los objetivos sociales y culturales y corría el riesgo de repetir esquemas de otros programas asistenciales.

El diseño original se hizo con escasa atención a la importancia histórica y cultural del maíz criollo. En repetidas ocasiones se propuso utilizar la palabra nativo en lugar de criollo, propuesta inviable por cuestiones meramente administrativas: se había registrado el programa con el término criollo, y como la normatividad priva sobre la razón, se mantuvo así.

Ningún otro cultivo en México tiene tanta trascendencia en términos culturales como el maíz. Sin embargo, los apoyos relacionados con el fortalecimiento de la organización comunitaria recibieron un mínimo porcentaje del monto total del presupuesto asignado. El Promac, orientado a la conservación del maíz nativo tuvo como premisa el hecho de que se encuentra en riesgo de desaparición, por lo que requieren apoyos para evitarlo.

Sin embargo, la situación en la que se encuentran los maíces nativos responde a una compleja trama de elementos estructurales que han repercutido en una situación de deterioro en el campo y en su población.

Por tal motivo el cumplimiento de los objetivos del programa no dependía de una mayor superficie de siembra, mucho menos si se trataba de conservarlo en las zonas de amortiguamiento de las áreas naturales protegidas.

El cumplimiento de los objetivos estaría dado en función de la posibilidad de incidir en uno o algunos de los factores estructurales de dicho deterioro.

El maíz es producto de la creatividad y los conocimientos comunitarios y ancestrales, del manejo de los recursos de uso común, de los saberes compartidos, de la organización comunitaria. El maíz conlleva la experimentación, el intercambio de saberes y de experiencias entre productores, quienes reconocen que el maíz se intercambia, se presta, se comparte, se reconoce como un bien para todos.

Los procesos de mejoramiento genético campesinos, requieren del intercambio de semillas entre productores, y son resultado de la aportación de conocimientos compartidos entre individuos, comunidades y regiones.

Por otro lado se debe considerar que las fuerzas que atentan contra el maíz nativo se relacionan con algunos de los siguientes factores:

Expansión de la frontera ganadera, mecanización de la agricultura, desarrollo urbano, migración de jóvenes y envejecimiento de campesinos sin relevo generacional, y fomento de maíces mejorados mediante subsidios y apoyo a las zonas de riego con altos rendimientos ligadas a procesos agroindustriales, entre otros.

Ninguno de estos factores estuvo atendido por el Promac, por lo que con su diseño original se dificultó atenuar el origen de la erosión de los maíces criollos, es decir su causalidad.

Podría haberse orientado una mayor parte de sus recursos a fortalecer la estructura comunitaria campesina productora. No solo de maíces criollos sino del resto de los productos asociados a la milpa, de los que también México es centro de origen. Éste es el verdadero fundamento cualitativo de un programa de conservación del producto agrícola emblemático de los mexicanos.

Los conocimientos colectivos, la organización social, la milpa como policultivo, el manejo de sus recursos naturales, el aumento de la capacidad de autoabasto alimentario, el fortalecimiento de las culturas indígenas y campesinas; el manejo adaptativo que puede enfrentar con mayor éxito las alteraciones provocadas por el cambio climático. Y, por último y quizá lo más importante, la recuperación del orgullo, dignidad, respeto y la autoestima entre los campesinos mexicanos por saberse creadores (domesticadores) de más de sesenta razas de maíz nativo.

La permanencia de los maíces nativos no se debe a subsidio alguno, sino a la resistencia para seguir produciéndolo en las condiciones más adversas, en las que ningún maíz mejorado o híbrido podría germinar con la misma eficiencia.

Esto significa que algunos maíces nativos no tienen riesgo de desaparecer. Su permanencia está asegurada, pues de los 800 msnm para arriba no hay “maíz mejorado” que funcione como los criollos. Igual que en suelos salitrosos, inundables, resecos, pedregosos y todos aquellos ecosistemas que no son los ideales para los maíces mejorados.

Esto significa que el subsidio para la siembra de maíces nativos es en muchas ocasiones innecesario, no así el apoyo a la cultura del maíz y a la búsqueda de alternativas de comercialización, lo que sería el mejor incentivo para promover su permanencia.

Puesto que el programa atendió cuando mucho al 1 por ciento de los productores de maíz nativo, se debió asumir que no podía resolver el problema en su totalidad, pero sí generar una sinergia interinstitucional que promoviera políticas públicas mediante diseño e implementación de un modelo de manejo y conservación de la agrobiodiversidad. Centrada en el fortalecimiento de los procesos sociales y que partieran de la revaloración y fomento de los maíces nativos, abarcando a la mayor cantidad posible de cultivos de los que México es centro de origen y diversificación.

Se debió orientar la atención en la conservación de la agrobiodiversidad manifestada en “la milpa”, entendida como el sistema agrícola de aprovechamiento integral y diversificado de la parcela con productos orientados principalmente al autoconsumo con el maíz nativo como cultivo principal.

Por lo anterior, el principal objetivo del Promac no debió estar centrado en la siembra de semillas, sino en apoyar y fortalecer los procesos sociales que propician la existencia y la permanencia de las más de 60 razas de maíces nativos.

El esfuerzo debió orientarse al fortalecimiento de los procesos comunitarios a partir del establecimiento de las líneas estratégicas siguientes:

  • Conservación in situ para otorgar apoyos económicos directos solo para ciertas razas cuyo riesgo, valor comercial, características alimenticias y ubicación lo requirieran.
  • Fortalecimiento de la organización comunitaria y de los procesos sociales para incidir en la conservación de la agrobiodiversidad, los maíces nativos y la milpa tales como: a) apoyo a ferias del maíz y la agrobiodiversidad, b) talleres de capacitación agronómica; c) intercambio de experiencias; d) integración económica y cadenas de valor; e) transformación y comercialización y f) bancos de germoplasma (semillas nativas).
  • Comunicación y difusión con el objetivo de fortalecer la conciencia sobre la importancia de los maíces nativos en términos históricos, culturales, agronómicos, biológicos, alimentarios e identitarios.
  • Capacitaciones orientadas a promover la revaloración de los elementos históricos, culturales, alimentarios, biológicos, genéticos, agronómicos e identitarios que implica el maíz nativo.
  • Vinculación interinstitucional con el objetivo de impulsar políticas públicas para fortalecer la conservación de la agrobiodiversidad, la milpa y el maíz nativo.
  • Vinculación con organizaciones de productores y de la sociedad civil para generar procesos colectivos.

Las principales causas del fracaso de este programa estuvieron dadas por la imposibilidad de movilizar inercias y concepciones burocráticas de antaño que desvirtuaron y entorpecieron las iniciativas innovadoras; los requisitos administrativos que se imponen a todo programa de subsidios y que en repetidas ocasiones se convierten en obstáculos para los campesinos.

El Promac privilegió el cumplimiento de metas cuantitativas y el reparto de subsidios para comprar voluntades de los habitantes de las áreas naturales protegidas. Una vez más la burocracia pervirtió una buena iniciativa.

Es a todas luces necesario, deseable y posible, la creación de un programa que tenga como objetivo el fortalecimiento de los procesos sociales en torno a la cultura del maíz, que promueva el incremento de la capacidad de autosuficiencia alimentaria a través de la organización comunitaria y el tejido social mediante de la permanencia y el fomento de la agrobiodiversidad, la milpa y el maíz nativo.

Con el cambio de gobierno, estamos ante otra disyuntiva: el 13 de abril de 2020 la cámara de diputados aprobó la Ley Federal para el Fomento y Protección del Maíz Nativo.

Sin embargo, no se retomó la experiencia del Promac, ni para bien, ni para mal. Aprender del fracaso implicaría diseñar un programa que haga efectivo el mandato de la ley de 2020, ahora sí con el término maíz nativo en lugar de “criollo”. Ahora sí, con metas cualitativas y con una cobertura geográfica mucho mayor, y no solo limitada a las áreas naturales protegidas.

También se deberá evitar que programas como este sean atractivos únicamente por el subsidio a los productores, y en lugar de ello, se promueva un auténtico fomento a la cultura del maíz, no solo referida a la producción de semillas nativas, sino a la milpa y la agrobiodiversidad de México.

Ricardo Ma. Garibay Velasco
Comisión para el diálogo con los pueblos indígenas de México
Subsecretaría de derechos humanos, Secretaría de Gobernación
Correo-e: [email protected]