La biodiversidad es esencial para el sustento de la sociedad
Enrique Jardel, Elva Escobar, Enrique Martínez Meyer, María del Coro Arizmendi y Leticia Merino
Generalmente se piensa que conservar biodiversidad es solamente preservar especies raras, amenazadas o carismáticas y proteger paisajes naturales sobresalientes. Si bien se reconoce que esto es importante por razones éticas, estéticas o incluso utilitarias, se considera secundario frente a problemas sociales y económicos más apremiantes.
En consecuencia, la conservación queda relegada tanto en los programas gubernamentales como en las percepciones y demandas de la sociedad.
La conservación de la diversidad de plantas, hongos, microorganismos y animales es vital porque de ello depende la salud de los ecosistemas que hacen posible la existencia de vida en la Tierra, incluida la vida humana.
El aire que respiramos, el agua que bebemos, los alimentos que comemos, nuestra salud y la del planeta se derivan de las funciones que cumple la diversidad biológica en la generación de servicios ambientales que son indispensables para la vida, sustento y bienestar de los seres humanos.
Algunos ejemplos son la regulación del clima, el reciclaje de agua, carbono y nutrientes, la formación de los suelos, el suministro de recursos bióticos que sustentan la producción agropecuaria, forestal y pesquera, la mitigación del impacto de huracanes, sequías o inundaciones, y la regeneración natural de áreas perturbadas.
Pérdida de biodiversidad y degradación ambiental
La extinción de poblaciones y especies, la defaunación, la desaparición de organismos del suelo, polinizadores y variedades de cultivos tradicionales, invasiones de especies exóticas, cambios en la composición de las comunidades bióticas, blanquemiento de los arrecifes de coral, sobreproducción y arribazón masiva de sargazo en las playas, entre otros factores, conducen a las simplificación y degradación de los ecosistemas marinos, costeros y terrestres, con graves consecuencias socioambientales, desde la pérdida de servicios ecosistémicos esenciales y la disminución del potencial productivo de los recursos naturales, hasta daños a la salud humana, pérdida de valores culturales y deterioro de la calidad de vida.
Entre las causas materiales de la pérdida de biodiversidad están la destrucción de hábitats por la deforestación, desecación de humedales y represamiento de los ríos; la expansión de monocultivos comerciales, la urbanización y el desarrollo de megaproyectos de infrestructura, el impacto de la minería, la extracción y derrame de hidrocarburos en océanos y ríos, la erosión y degradación de suelos, el agotamiento de recursos forestales y pesqueros, y la contaminación con desechos urbanos e industriales, agroquímicos y una gran variedad de sustancias tóxicas; a esto se suman los efectos de otro factor antropogénico: el cambio climático global.
Las causas subyacentes son múltiples factores interrelacionados de orden político, económico, cultural, demográfico e histórico. Destaca la persistencia de un modelo de desarrollo obsesionado por el crecimiento económico, impulsado por intereses privados y el incremento desmedido del consumo globalizado de países y regiones de altos ingresos, que genera una alta demanda de materias primas y alimentos, así como fuertes presiones sobre los recursos y el entorno ecológico de las poblaciones humanas más pobres y marginadas de las regiones donde se concentra la mayor biodiversidad.
La acumulación desigual de capital, el despojo y acaparamiento de tierras y prácticas extractivistas de explotación de minerales, hidrocarburos, bosques, pesquerías y tierras de cultivo, se traducen en altos costos socioambientales como consecuencias de ese modelo de desarrollo que no es ecológicamente viable ni socialmente justo.
A esto se añaden políticas de desregulación, influencia de intereses privados opuestos a la aplicación de leyes y normas ambientales, y el creciente debilitamiento de las instituciones responsables de la conservación y aprovechamiento sostenible de los recursos bióticos.
Para la construcción de una sociedad verdaderamente sustentable, esto debe cambiar; a continuación, se esbozan algunas propuestas.
La conservación en la agenda socioambiental
El punto de partida es la comunicación y entendimiento de la importancia vital de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, no solamente en todos los niveles de la educación pública sino, sobre todo, entre los gobernantes, legisladores y jueces que deberían estar conscientes de la prioridad de la conservación como una política de estado.
La conservación deberá estar basada en principios y criterios socioambientales, que contribuya realmente a superar la pobreza, desigualdad y marginación sobre la base del aprovechamiento sostenible de la biodiversidad, los recursos naturales y los servicios ambientales de los ecosistemas.
Es urgente mejorar la legislación ambiental, pero sobre todo garantizar su aplicación con equidad, transparencia, evaluación de resultados y rendición de cuentas; los actores políticos y económicos, y los proyectos gubernamentales deben cumplir con las leyes y normas de responsabilidad ambiental.
Instrumentos como el ordenamiento ecológico del territorio, el ordenamiento urbano, y la evaluación y mitigación de impactos ambientales de obras y proyectos deben aplicarse efectivamente, así como el cumplimiento estricto de las regulaciones sobre agrotóxicos y emisiones de contaminantes industriales y urbanos.
Es necesario impulsar mecanismos de colaboración intermunicipal para la gestión ambiental y la conservación, coordinados y apoyados por los gobiernos estatales y federal, pero no subordinados a su lógica de comando y control. En los cuerpos consultivos, consejos y comités relacionados con la política ambiental, que hoy en día están capturados por intereses privados, debe haber una adecuada representación social y académica.
Y hay que cumplir con las obligaciones de los acuerdos internacionales en materia de medio ambiente y biodiversidad, de los cuales México es signatario.
Las áreas naturales protegidas (ANP) son un instrumento fundamental para la conservación de la biodiversidad, los ecosistemas y sus servicios ambientales. El modelo mexicano de ANP ha buscado integrar la conservación con el desarrollo local y el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales; ha sido exitoso cuando se ha logrado una participación local efectiva y la colaboración entre dependencias gubernamentales, instituciones académicas y organizaciones de la sociedad civil.
Sin embargo, instituciones clave, como la Conanp, han enfrentado las limitaciones de falta de personal y presupuesto necesario para cumplir su mandato. Es indispensable fortalecer a esta y a otras instituciones del sector medio ambiente y recursos naturales de la administración pública, como la Conafor, Conabio, Inecc, Profepa y Conagua y coordinar sus esfuerzos.
Los aprendizajes generados en las ANP deben extenderse a los sistemas productivos en sus regiones de influencia y generar incentivos a la conservación voluntaria.
El desarrollo busca mejorar las condiciones sociales, pero esto no se logra destruyendo el patrimonio natural, degradando el ambiente y perpetuando inequidades e injusticias. La conservación de la biodiversidad debe integrarse con la política de desarrollo social y la producción agropecuaria, forestal y pesquera, la industria y los servicios, bajo principios y criterios de sustentabilidad.
En México existen notables casos de éxito en el manejo forestal comunitario, la gestión de zonas de amortiguamiento de ANP, iniciativas de producción agroecológica, agroforestal y silvopastoril, ecoturismo, protección de espacios silvestres y áreas verdes urbanas, todo esto basado en comunidades locales y organizaciones civiles que deben ser apoyadas sin restarles autonomía y sin generar dependencia y relaciones clientelares.
Los arroyos, ríos, lagos y humedales se encuentran entre los ecosistemas más severamente degradados del país, su biodiversidad es única y el agua es un recurso esencial; una reforma radical de la Conagua es impostergable, para que deje de ser un simple instrumento de administración de concesiones y construcción de obras hidráulicas controlado por intereses privados, y pueda reorientarse la gestión de los recursos hídricos con un enfoque integral de manejo de cuencas, basado en principios ecohidrológicos y de conservación.
Aunque los mares mexicanos cubren una extensión que es 1.7 veces mayor que el territorio continental del país, su biodiversidad es única, su papel en la regulación ambiental es esencial, la pesca es un importante recurso para la alimentación y en las costas habitan más de 15 millones de mexicanos, pareciera que en México el mar no existe, por el olvido y la negligencia con que ha sido tratado.
Es indispensable una estrategia nacional para la conservación y aprovechamiento sostenible de costas y océanos y crear una sólida base institucional para ponerla en marcha. Aunado a esto, debería prohibirse la minería submarina, al igual que dentro de las ANP.
La generación de conocimiento a través de la investigación científica y la valoración y recuperación de los saberes vernáculos es indispensable para fundamentar las estrategias de conservación y evaluar sus resultados.
La contribución de la Conabio y su colaboración con centros de investigación y enseñanza ha sido fundamental en esta tarea; por esto es necesario mantener una institución sólida, con un estatus que permita fortalecer la cooperación interinstitucional, desarrollar proyectos estratégicos y generar conocimiento con independencia y credibilidad.
Ante las próximas elecciones, las candidatas y candidatos a puestos de elección popular deben estar conscientes de que, para garantizar la viabilidad de la sociedad y los derechos de las presentes y futuras generaciones a un ambiente sano, necesitamos conservar la biodiversidad.
Enrique Jardel
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