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El alfabeto de los sahuaros

Victoria Beltrán

Trabajo en mi escritorio frente a una ventana con las cortinas cerradas y es que no necesito más que abrir los ojos de mi interior para ver Sonora como un mosaico de luces y colores en la primavera cuando despiertan las flores como estilizados dedos que juegan con luces reverberantes, donde los sahuaros se erigen como letras del alfabeto de un idioma casi olvidado del que todavía podemos intuir su sentido.

Trabajo con las cortinas cerradas en una habitación pequeña y gracias a esa llave interior alrededor de mí, puedo percibir el paso lleno de dignidad de la fauna silvestre que, si eres afortunada/o, te acompañará en los caminos jaspeados por espejismos.

Esa fauna que, leída bajo el código de los sahuaros, es como tener la dicha de ser acompañada por espíritus protectores de forma que, cada vez que aparecen, una se sabe no solo acompañada, sino con esperanza de que por dura que sea la brecha, por cuesta arriba que fuere la lucha, todo al final va a salir bien.

¿Cuál será ese idioma que olvidamos en el camino y palpita en los diferentes territorios con formas propias de vida adaptadas a las particulares condiciones, algunas extremas?

Rodeada de sahuaros y de las extensiones interminables, sin salir de la reducida habitación, me pregunto si el idioma fue olvidado o simplemente es mancillado una y otra vez cuando la humanidad se convence de que nada vale más que el cochino dinero concentrado en pocas manos que bien pueden cercenar los dedos de las flores, y no solo es que lo pueden hacer, sino que bajo esa lógica dicen, es deseable.

Aquel lenguaje es mancillado y nos hacen beber de las aguas tóxicas del olvido cuando resulta que también es aceptable que las condiciones de vida más básicas, que son las preciosas raíces, invisible pedestal que nutre a la dignidad humana, sean atropelladas o destruidas.

Y algo se rompe dentro de mí, pero no, no se hagan ilusiones los ilusos. No se trata de fisuras para el desánimo. Lo que se resquebraja es la mansedumbre frente a un modelo por todos lados injusto, dando paso a la indocilidad, una indocilidad suave, perseverante, como el de las formas de vida adaptadas a condiciones extremas que segundo a segundo enfrentan y abaten a la muerte, haciendo de su existir un baile de gozo y esperanza.

Hace unos días se presentó la Agenda socioambiental 2024: diagnósticos y propuestas, un esfuerzo conjunto de integrantes de universidades y centros de investigación públicos, personas y organizaciones civiles comprometidas con la defensa del medio ambiente y los derechos humanos que, en palabras de su introducción buscamos “contribuir a impulsar cambios en favor de la sustentabilidad y la equidad en México”.

En mis palabras, esfuerzos como el de la Agenda socioambiental son una oportunidad para recordar aquel idioma milenario que necesariamente se tiene que traducir en hechos, puesto que, como ya dijimos, la dignidad y la justicia se asientan en las condiciones reales de vida de las personas, esto es en palabras llanas, que cuenten con tortillas para alimentarse, agua limpia para ellas y sus animalitos, una casa, puedan ir al médico y ser atendidas si se sienten mal, pero también que vivan libres de la amenaza de que un buen día una industria se asiente forzándolas a salir de sus casas, les vierta cochinero en sus fuentes de abastecimiento de agua, les troce sus caminos, consagre condiciones de trabajo inseguras y destruya irremediablemente el entorno al tiempo que lo explotan, resultando además que los daños y afectaciones serán cargados no a quienes los provocaron, sino al pueblo afectado, y todo en gran parte porque bajo un lenguaje mancillador, por ahorrarse unos centavos vale la pena jugársela de lado de la barbarie que conduce a la extinción.

En el apartado de “Minería” de la agenda hacemos unas propuestas, de las que recogeré unas pocas invitándoles a leer el documento (que pueden descargar gratuitamente en agendasocioambiental2024.mx/):

  • Refrendar el compromiso de no entregar más concesiones mineras asumido en la presente gestión federal.
  • Prohibir concesiones mineras en áreas naturales protegidas, zonas de riesgo, zonas con estrés hídrico y la minería submarina.
  • Conservar los avances obtenidos gracias a la reforma de 2023 a la Ley Minera, hoy Ley de Minería, e ir por más por lo que a la protección de las personas y el ambiente refiere, esto sin pasar por alto que la ley reformada se encuentra en este momento impugnada por diferentes vías judiciales.

Este tercer punto resumidamente implica que, con independencia de cómo o cuándo se resuelvan los juicios, el espíritu de la reforma debe subsistir y seguir construyendo en ese sentido, recuperar la rectoría de un Estado que actúe como tal y no como un mero gestor de trámites, así como reforzar la agencia de las comunidades y personas afectadas –o que puedan serlo– y revertir las desproporcionadas desigualdades implementando mecanismos que protejan a las personas antes que al lucro en esta materia no puede esperar, en tanto que además es absolutamente inadmisible que la minería regrese a tener tratamiento como actividad preferente.

Y en este espacio aprovecho para invitar a todas/os, pero en particular a aquellas afectadas por la minería a leer la Agenda socioambiental 2024, estudiarla, a hacerla propia y familiar como tomar un café o un té en la mesa del comedor, a comentarla con parientes y vecinos, familiarmente en los frentes de las casas donde al caer el sol nos aliviamos del calor, a discutirla en colectivo.

La lucha es algo vivo y en ustedes palpita su fundamento y razón última de ser. Estoy absolutamente convencida de que tarde o temprano salvaremos la brecha por una mayor justicia ambiental y social, pero esto solo será y tendrá sentido si es con ustedes, mis compas que con sus vidas, en su trajinar cotidiano, sin tanto rollo, enseñan y apuntan directamente al rumbo correcto.

Victoria Beltrán
Colectiva Cambiémosla Ya
Correo-e: [email protected]