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El océano en México: comemos, vivimos y respiramos gracias a la biodiversidad

Elva Escobar, Enrique Martínez Meyer, María del Coro Arizmendi, Leticia Merino y Enrique Jardel

La justicia ambiental y una transición justa son fundamentales para enfrentar la crisis climática teniendo en mente soluciones para un país más equitativo. Sin embargo, cuando se visibiliza el océano como la parte más grande del territorio nacional (66.5 por ciento), la percepción y significado de la justicia ambiental difiere y requiere un análisis para implementar políticas incluyentes para diferentes circunstancias.

Los planes de las gestiones de los pasados 70 años son muy parecidos en ignorar totalmente el hecho de que el océano cubre 71 por ciento del planeta. Es allí, en el océano en continuo movimiento, donde se originó la vida; es un espacio fundamental para la existencia de la vida en la Tierra, incluyendo a los seres humanos. El océano alberga una diversidad biológica única e incomparable.

Para México, un país flanqueado por dos regiones marinas, lo que ocurre en los ecosistemas marinos y costeros es sumamente importante. El océano genera dos terceras partes del oxígeno que respiramos, es la fuente de agua que provee lluvia al país, posee recursos esenciales que generan bienestar socioeconómico a las comunidades costeras, para la salud, la nutrición, fuentes de trabajo y sustento.

Su gran dimensión lo hace el aliado más poderoso en la lucha contra el cambio climático, al funcionar como el sumidero más importante de carbono y ser un regulador y amortiguador del calor. El clima de nuestro país está regulado por el océano.

Sin embargo, el océano es, también, el receptor final de compuestos y desechos generados en tierra, desde las grandes ciudades, las zonas agrícolas y ganaderas, pasando por la minería y la industria y, localmente, por las actividades que se realizan en el mar, desde la extracción de hidrocarburos, pesca y los efectos del creciente transporte marítimo.

Entre los contaminantes que llegan al océano se encuentran las aguas negras y grises, los agroquímicos y derrames de sustancias tóxicas, hidrocarburos y aportes de desechos como los plásticos, el ruido generado por embarcaciones, la extracción de arena, el hundimiento de materiales y basura en general.

La afectación indirecta de los ecosistemas costeros ocurre a distancia con el aporte que llega al mar por vía atmosférica y fluvial.

Las principales causas de defaunación del océano se deben principalmente a la destrucción directa por contaminación, sobreexplotación y pesca ilegal que han llevado a la búsqueda de opciones con actividades acuícolas.

Los humedales, lagunas, dunas, manglares, pastos marinos, arrecifes de coral, la superficie del mar y el fondo marino son los más afectados por su cercanía a tierra firme, por el crecimiento de asentamientos humanos.

Estos han ido paulatinamente desapareciendo del paisaje junto con una pérdida de la biodiversidad que incrementa su vulnerabilidad.

Los efectos del cambio climático en el océano en México incluyen acidificación, por su ubicación geográfica el calentamiento del agua que conduce a reducción de alimento y la desoxigenación en el ecosistema marino.

A estos efectos se suman y reducen la resiliencia de los ecosistemas, las arribazones masivas de sargazo, el aumento de nivel del mar, erosión y los daños por huracanes. Resultado de esto las personas más afectadas son las que tienen menos recursos, aquellas que se encuentran en los asentamientos marginales.

Por la ubicación geográfica y climática del país, la diversidad marina es elevada y única. Comparativamente con los países de altas latitudes con un número reducido de especies y elevada abundancia y biomasa, la pesca en el país contribuye localmente a la alimentación, escenario que con el cambio ambiental requerirá soluciones en los próximos años.

Junto con el blanqueamiento de los corales, la incorporación de especies invasoras, la migración de especies de interés comercial a altas latitudes y los efectos de la arribazón masiva del sargazo presentan desafíos para el manejo, restauración de los ecosistemas costeros y recuperación de las funciones que ofrecen a la sociedad, que queda expuesta a riesgos que incluyen la pérdida de vidas, de infraestructura, fuentes de trabajo y bienestar.

A pesar de la importancia que el océano tiene para México, éste ha sido tratado con negligencia; en las campañas políticas, pareciera que en nuestro país el mar no existe, aunque sea el gran regulador de las condiciones climáticas del territorio nacional, una fuente esencial de recursos para la alimentación y el hábitat de un componente muy significativo de la biodiversidad.

En el marco de la planeación y teniendo presentes los impactos sobre la diversidad marina urge una gestión integral del ecosistema costero.

En las zonas costeras parece que solamente se piensa en desarrollos turísticos, urbanos e infraestructura portuaria e industrial, factores de alto impacto ambiental que promueven las tasas de urbanización y crecimiento demográfico más altas del país.

El uso de recursos, la planeación de grandes obras, las acciones extractivas en tierra y en mar deben llevar una perspectiva de cambio climático con estrategias para la mitigación y prevención. En el marco de la justicia ambiental y una transición justa son requeridos ante los efectos y pérdidas.

En el océano deberán incluir la reducción del ingreso al mar costero de aguas sin tratamiento terciario y promover la creación de fuentes de trabajo en restauración de los ecosistemas costeros.

Acciones de este tipo conllevarán al acceso transgeneracional de los recursos y servicios provenientes del océano en beneficio a las comunidades.

La pérdida de biodiversidad marina tiene dimensiones sociales, económicas y ecológicas. Muchas de ellas trascienden por la dependencia cotidiana con los sistemas naturales, en este caso el océano, a las actividades económicas, y tienen consecuencias y repercusiones en la salud y el bienestar social.

La pesca está pobremente regulada, y su gestión está relegada en una secretaría cuya atención está centrada en la agricultura. La diversidad es un seguro frente a cambios ambientales, y entre las acciones inmediatas está el involucramiento de las comunidades locales y su conocimiento de la zona costera y la biodiversidad.

Para preservar esta biodiversidad y las funcionales fundamentales del océano es, también, indispensable prohibir la minería submarina, dados sus graves impactos.

Los tomadores de decisiones, los sectores gubernamentales, la industria, los grandes magnates del país se beneficiarían de contar con un sistema de alerta temprana y una mejor capacidad predictiva de los riesgos ambientales del país.

Este beneficio se extiende también a las comunidades más vulnerables. Al integrar el océano en los modelos predictivos reconocemos riesgos de origen marino y sus impactos potenciales a diferentes usuarios del océano.

A futuro, con la transición energética, existe el interés de extraer recursos minerales de origen marino. La falta de visibilidad del océano, de alfabetización en temas del océano son algunos de los desafíos que inciden en temas ambientales, legales y de gobernanza.

La extracción de minerales de los fondos marinos no es una actividad sustentable, tiene conflictos con la Agenda 2030 y se suma como una amenaza emergente que debería ser prohibida por sus consecuencias ecológicas irreversibles.

La extensión de áreas naturales protegidas marítimas creció significativamente en México desde finales del siglo pasado, pero no así el presupuesto y el personal necesarios para que sean unidades de conservación efectivas.

La base institucional para la conservación de océanos y costas y para el manejo sustentable de sus recursos es insuficiente y está dispersa y relegada a un papel secundario en la administración pública.

Esto debe cambiar porque no es posible la construcción de una sociedad sustentable olvidando el papel fundamental que juega el océano para la existencia de la vida en nuestro planeta.

Elva Escobar, Enrique Martínez Meyer,
María del Coro Arizmendi y Leticia Merino
UNAM
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Enrique Jardel
UdeG
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