Bienestar de florecimiento humano frente al malestar consumista — ecologica
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Bienestar de florecimiento humano frente al malestar consumista

Álvaro de Regil Castilla

El otro gran reto es demostrar que existe una solución muy positiva y gratificante, que la solución a nuestros problemas radica en cambiar nuestra cultura de consumo, pasando de una basada en la maximización de muchos deseos inducidos e innecesarios impulsada por el mercado y las clases acomodadas a la satisfacción de necesidades verdaderas y universales que nos permitirán reducir drásticamente nuestro consumo de energía.

Desvincular el bienestar humano del uso de la energía y del consumo de muchos otros recursos naturales nos situará en una trayectoria sostenible para las generaciones futuras. Esta transición representa un cambio del actual bienestar/malestar hedonista al bienestar eudemónico, el estado de satisfacción al vivir en armonía con nuestro planeta. Aunque existe un debate sobre qué es el bienestar, la creciente evidencia de nuestra fractura planetaria, especialmente con los cambios climáticos más evidentes, expone la insostenibilidad del bienestar/malestar hedonista y el surgimiento del bienestar eudemónico como la cultura a adoptar.

El bienestar hedonista es el canon del consumismo capitalista. Se materializa en la búsqueda individualista del poder adquisitivo para maximizar el consumo con el fin de satisfacer deseos inducidos –transformados en necesidades por nuestras culturas consumistas– que van mucho más allá de las necesidades humanas reales y universales.

Estos deseos se presentan para proporcionar satisfacción y placer en una posición aislada, individualista y atomizada en el tiempo y el espacio, desvinculada de nuestra comunidad y sin tener en cuenta los impactos negativos sobre nuestras comunidades, ecosistemas y el planeta en su conjunto. Ese bienestar, afirman William Lamb y Julia Steinberger, sugiere que una buena sociedad se construye sobre la base de que los individuos maximicen su propia felicidad, una postura que se asocia más estrechamente con el utilitarismo, lo pragmático.

El indicador clave del progreso bajo el entorno hedonista es el crecimiento del producto interno bruto (PIB) impulsado por el consumo de todo lo consumible, junto con la riqueza monetaria.

El bienestar eudemónico, en contraste, está anclado en el florecimiento humano y el enfoque de las capacidades, el marco de las necesidades humanas universales que permite a los seres humanos lograr su máximo potencial en la sociedad, y abordar las causas subyacentes de la pobreza multidimensional, como las cuestiones de poder, conflicto y equidad. El florecimiento humano permite a las personas participar plenamente en nuestra comunidad en la forma de vida que elijamos en el contexto más amplio de nuestra sociedad. Una esfera eudemónica permite incluir en el análisis un sentido de pertenencia social a nuestra comunidad tanto en el pasado como en el futuro, escriben Lina Brand-Correa y Julia Steinberger, en lugar de la esfera hedonista, individualista y atomizada.

Además, incorpora diversos puntos de vista interculturales sobre lo que constituye una vida bien vivida para evitar cualquier problema de paternalismo cultural y respetar las preferencias culturales. Sigue un enfoque multidimensional que abarca las necesidades físicas y sociales y sus elementos psicológicos. Los indicadores clave del progreso en el entorno eudemónico son el drástico descenso de las emisiones de CO2 impulsado por las drásticas reducciones del consumo de energía, junto con numerosos indicadores no monetarios de bienestar centrados en el florecimiento humano y la satisfacción de las necesidades universales.

Existe toda una serie de temas eudemónicos comunes desarrollados por científicos sociales que abordan las necesidades y capacidades humanas. El bienestar eudemónico da primacía a los umbrales de consumo, a partir de los cuales se han satisfecho nuestras necesidades reales y se alcanza el bienestar. Brand-Correa y Steinberger explican que el bienestar eudemónico propone un conjunto de necesidades universales, donde la idea central de la necesidad humana es que hay un número finito de necesidades harto evidentes (es decir, universales, reconocibles por cualquiera), inconmensurables (saciables, irreductibles y no sustituibles).

Argumentan que si los esfuerzos de las sociedades –y los sistemas energéticos– se centraran en satisfacer las necesidades humanas (y no los deseos inducidos), sería muy posible alcanzar el bienestar universal dentro de los límites planetarios.

Doyal y Gough proponen un enfoque jerárquico de las necesidades humanas, que va desde los objetivos universales, pasando por las necesidades básicas, hasta las necesidades intermedias o características universales de satisfacción. Éstas se estructuran en dos categorías básicas de necesidades humanas no sustituibles, organizadas como “físicas” y “autonomía”.

La primera incluye alimentos nutritivos y agua limpia, vivienda protectora, entornos vitales y laborales no peligrosos, control de la natalidad y maternidad seguras, atención médica adecuada, relaciones primarias significativas, seguridad en la infancia, seguridad física y económica, y educación adecuada. La última se refiere a la salud mental, la comprensión cognitiva y las oportunidades de participación.

Las necesidades básicas son universales, mientras que muchos satisfactores intermedios son cultural y temporalmente variables. Nuestra tarea consiste en insistir y persistir ante los demás miembros de nuestras comunidades en que el bienestar eudemónico es un enfoque muy positivo y agradable para garantizar un futuro sostenible, mucho más gratificante que el actual enfoque individualista, atomizado, alienado, materialista e insostenible del bienestar.

Por último, el tamaño de la población mundial es también un elemento clave a valorar en la transición a un futuro sostenible. El informe del IPCC sobre la Mitigación del Cambio Climático establece reiteradamente en varios capítulos que los dos motores del CO2 son el crecimiento económico y el demográfico. Las advertencias de los científicos señalan a la población, el crecimiento económico y la opulencia como motores de la insostenibilidad planetaria.

Por consiguiente, la cuestión de la población debe abordarse pidiendo a la gente que considere que, para que la trayectoria de decrecimiento del consumo energético tenga éxito, es primordial disminuir la población humana mundial. Sin duda, las personas siempre tendrán derecho a decidir si quieren contribuir a salvar nuestro hogar teniendo menos hijos o ninguno, mas deben ser conscientes de que reducir la población es un elemento crucial de nuestro esfuerzo.

Así las cosas, para sustituir a la mercadocracia necesitamos organizarnos para construir un nuevo paradigma verdaderamente democrático en el que forjemos un nuevo contrato social de democracia directa, en el que el pueblo esté siempre en el asiento del conductor para controlar la agenda pública.

De esta forma, la sociedad puede trazar el croquis para llevar a cabo los planes para embarcarse en una transición que sustituya el paradigma actual por lo que denomino el “paradigma geocrático”, en pos del bienestar de la gente y del planeta y no del mercado. Esto, por supuesto, debe llevarse a cabo en todas las sociedades. Es un esfuerzo de enormes proporciones que tardará décadas en completarse, suponiendo que aún estemos a tiempo de llevarlo a cabo. Propiciamente, hay un claro aumento de la concienciación y el activismo que conllevan los elementos necesarios para el surgimiento de un movimiento global de ciudadanos concienciados y consternados. Pero, ¿cómo construir la geocracia? Este documento no pretende proponer todo el proceso para construirla.

Esto sólo es posible a través de un esfuerzo de trabajo continuo que será definido por las comunidades a través del consenso democrático y que producirá muchas versiones diferentes de estructuras geocráticas verdaderamente sostenibles. No obstante, para aspirar siquiera a materializar nuestro sueño, necesitamos organizarnos y, mediante el consenso, confluir en un movimiento global capaz de trascender el statu quo.

Primer paso

¿Cuál es el primer paso? ¿Cómo romper con la alienación y el consumismo y provocar la toma de conciencia y un pensamiento crítico? Hemos de trabajar para crear un movimiento de base ascendente, una red de personas que comience localmente y crezca exponencialmente a través de la polinización cruzada positiva dentro de nuestra esfera de influencia y confianza, hasta que “universalicemos” el movimiento tras alcanzar una masa crítica.

Necesitamos millones de pequeñas unidades de ciudadanos que converjan gradualmente para formar asambleas locales, regionales y nacionales. Una vez consolidado el movimiento, podemos organizar un movimiento mundial a través de asambleas nacionales para redefinir su misión hacia el objetivo de salvar nuestro hogar, estableciendo un nuevo contrato ecosocialista propuesto en geocracia. La unidad más pequeña de personas puede describirse mejor como una “célula ciudadana”.

Aquí es donde podemos comenzar todo el proceso de des-alienación global para producir un pensamiento crítico sobre la inminente necesidad de transición hacia un nuevo paradigma eudemónico que sea verdaderamente sostenible para el bienestar de las personas y del planeta.

Además, los pueblos del Sur Global deben asumir un papel protagónico, dada su lucha de décadas por organizarse contra la explotación extrema y la precarización de sus vidas y la depredación de los ecosistemas que los han obligado a padecer el abismo ecosocial impuesto por el desarrollo de las cadenas globales de suministro de materias primas y los procesos de extracción de recursos en beneficio del capital monopolista global. Del mismo modo, los jóvenes también deben tener prioridad en su implicación y contribuciones, porque su futuro enfrenta un extremo peligro.

Ecosocialismo: decrecimiento con equidad y bienestar eudemónico, la única salida

La única manera de asegurar una trayectoria sostenible para las generaciones futuras de todos los seres vivos es reduciendo drástica y radicalmente nuestro consumo de los recursos de la Tierra; un empeño que muchos pueden seguir considerando una utopía. Sin embargo, ignoran, olvidan o menosprecian que las leyes naturales rigen nuestro planeta y a todos sus habitantes –las leyes de la física frente a la física del capitalismo– que trascienden el pensamiento político, económico y filosófico.

Así pues, la visión utópica de un nuevo paradigma liberado de los grilletes de la mercadocracia constituye una solución muy realista y la única para evitar el riesgo existencial que se cierne unas pocas décadas más adelante. Si nos negamos o fracasamos en sustituir el capitalismo, las leyes naturales que rigen nuestro hogar nos enviarán a un final bastante distópico de nuestro mundo tal y como lo conocemos.

Por consiguiente, la única salida –si aún estamos a tiempo– es dirigir nuestra trayectoria de perdición hacia un entorno en el que nuestro consumo de los recursos de la Tierra –nuestro metabolismo social– fluya en armonía con el ritmo metabólico del planeta.

Esto significa que debemos embarcarnos en una trayectoria de decrecimiento hasta que alcancemos un entorno económico estacionario sostenible. Igualmente importante es que el decrecimiento de nuestro consumo se produzca con equidad. De aquí que la búsqueda del bienestar sostenible de las personas y del planeta deba ser inequívocamente un planteamiento ecosocialista porque ninguna otra perspectiva social y ecológica puede ofrecer una transición segura y justa hacia nuevas estructuras sociales.

El enfoque ecosocialista difiere de otros enfoques que proponen reformas que creen que las transformaciones, como desvincular el PIB de los impactos medioambientales, pueden lograrse en una economía capitalista y en los supuestos Estados democráticos centralizados. Estos enfoques incluyen el ecomodernismo prometeico promovido por grupos como el FEM y los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU, que hacen caso omiso de las injusticias sociales y medioambientales inherentes al crecimiento económico constante.

En gran contraste, el ecosocialismo está anclado en la democracia real y directa, con el objetivo de construir paradigmas geocráticos donde la Tierra nos gobierne. Thomas Wiedmann, Manfred Lenzen, Lorenz Keyßer y Julia Steinberger presentan un fascinante análisis que incluye una tabla en la que se evalúan los distintos planteamientos que apuestan por un crecimiento económico reformado pero impulsado por el mercado y los planteamientos radicales del ecosocialismo y el eco-anarquismo.

Como ya he comentado, nuestra propuesta apuesta por los movimientos sociales de base a través del surgimiento de células ciudadanas hasta construir una masa crítica con el poder de forzar un nuevo contrato social para construir el paradigma geocrático.

Geocracia o “gobierno por la Tierra”

En este paradigma la humanidad vive organizada para cuidar bien de su hogar como su amigo, el planeta del que dependemos para vivir. En lugar de competir por poseer y consumir para sobrevivir, la gente disfruta de una vida digna sin todos los excesos del consumismo. En geocracia, muchas necesidades básicas, como la salud, la educación y el agua –actualmente convertidas en meras mercancías– son derechos universales con acceso garantizado a todas las personas para que vivan cómoda pero frugalmente.

No hay alternativa si queremos evitar la catastrófica trayectoria de exterminio que estamos experimentando rápidamente, a menos que prefiramos asegurarnos alcanzar nuestra desaparición final en las próximas décadas.

Dado que la premisa fundamental de geocracia es rescatar y preservar el planeta a niveles sostenibles, debemos situarlo en el centro de nuestra visión colectiva, en torno a la cual desarrollamos, organizamos y estructuramos los pilares fundamentales y los componentes básicos de las nuevas formas de organización humana.

De este modo, desprendiéndonos de la visión del planeta como nuestro cofre del tesoro en lugar de nuestro hogar, podemos imaginar cómo cuidarlo de forma sostenible.

Para salvarnos a nosotros mismos salvando nuestro planeta, necesitamos crear una civilización ecológica en la que limitemos nuestra presencia en el planeta de acuerdo con los límites planetarios necesarios para permitir que la naturaleza nos gobierne, en lugar de intentar incesantemente conquistar las leyes naturales. Debemos rendirnos al planeta, capitular como conquistadores y dejar que la Tierra tome las riendas y nos gobierne.

De aquí que necesitemos un nuevo contrato social diseñado para construir un paradigma radicalmente distinto que se ocupe exclusivamente de las personas y del planeta. En geocracia, el mercado es sólo un vehículo para el comercio de los bienes y servicios considerados apropiados en el nuevo diseño. Esto requiere una ruptura total con los principios del capitalismo.

En su lugar, necesitamos una nueva economía en términos de su huella ecológica que reduzca su tamaño embarcándose en una estrategia de decrecimiento de nuestro consumo durante décadas hasta que alcancemos la sostenibilidad humana y medioambiental y pasemos a un estado estacionario o economía de estado estable sin crecimiento, como proponen Herman Daly y otros. Así, las nuevas estructuras sociales pasarían del bienestar hedónico actual a estilos singulares de vida de bienestar eudemónico.

Pasaríamos de sociedades de deseos inducidos a sociedades de necesidades reales, de ser unidades de consumo individualistas a sociedades colectivistas que contribuyen y comparten el bienestar general de nuestras comunidades y ecosistemas.

Geocracia se estructura en tres pilares: real democracia, justicia social y salud medioambiental. Los tres pilares son interdependientes. No podemos alcanzar un pilar sin que se materialicen los otros. La democracia real es la democracia directa, que sitúa a la ciudadanía en el asiento del conductor de la agenda pública.

La toma de decisiones fluye en sentido ascendente para todas las cuestiones relevantes que afectan a la sostenibilidad de las nuevas estructuras. Y todo esto tiene lugar de forma fluida, evolucionando y ajustándose constantemente a medida que las ágoras se reúnen para proponer, debatir y resolver el curso de acción acordado sobre cuestiones concretas.

La justicia social faculta a las personas para trabajar con arreglo a modalidades de organización y producción totalmente distintas del capitalismo y obtener una remuneración por su trabajo como parte de su contribución al bienestar de la comunidad y sus sistemas ecológicos. La remuneración es de naturaleza digna, que permite a las personas satisfacer todas sus necesidades de alimentos, vivienda, ropa, energía, agua, transporte, educación, atención médica y todos los demás insumos necesarios para disfrutar de una calidad de vida digna, pero de forma frugal, cómoda y sostenible para lograr un bienestar eudemónico.

Para alcanzar la salud medioambiental, donde reducimos nuestro consumo de forma gradual pero radical, necesitamos redistribuir la riqueza en un acto de equilibrio que aborde simultáneamente la salud medioambiental y la justicia social.

Esto requiere un desarrollo humano verdaderamente sostenible con niveles de consumo radicalmente diferentes. De tal forma que para satisfacer las demandas sociales de 3 mil 600 millones de personas que padecen una pobreza extrema o relativa, las políticas de desarrollo que afectan a toda la población deben basarse en la redistribución de la riqueza y no en el crecimiento como fin en sí mismo.

Con el tránsito de la mercadocracia a la geocracia ecosocialista se reconceptualizan conceptos fundamentales en la valoración de la actividad en las distintas formas de organización social (nación, provincia, municipio, ciudad, comunidad, etc.), al pasar de sociedades mercadocráticas de consumo a sociedades sostenibles y verdaderamente democráticas. Estos conceptos son desarrollo, progreso y sostenibilidad y están estrechamente relacionados y son interdependientes.

Para profundizar en el imaginario del nuevo paradigma geocrático, he reunido una lista no exhaustiva y fluida de “diecinueve componentes medulares de una ecología planetaria sostenible”, desarrollada previamente para geocracia en 2020 (p. 40).

Decreciendo hasta el estado sostenible

En congruencia con una transición segura y justa, ¿cuál es el fin de nuestra trayectoria de decrecimiento? Muchas evaluaciones creen que debemos reducir nuestra huella ecológica en un tercio para 2050 a más tardar;1 otras subrayan que la demanda final de energía debe reducirse 40 por ciento. Una renta básica universal, remuneraciones laborales y derechos de seguridad social que garanticen un nivel de vida digno a los desposeídos, si van seguidos de una drástica reducción del consumo y el despilfarro por parte de los ricos, inclinarían la curva hacia una trayectoria de consumo sostenible.

El gráfico 1 ilustra cómo esta tendencia podría disminuir nuestra huella global y, al mismo tiempo, resultar en equidad con remuneraciones dignas para 2050. Siguiendo una trayectoria decreciente hasta consolidar una economía de equilibrio, los ricos tendrán que reducir su consumo de hectáreas per cápita hasta en tres quintas partes, mientras que los pobres lo multiplicarán hasta por tres. En la “transición segura y justa” hacia un Paradigma Geocrático, las remuneraciones del capital y el trabajo desaparecen gradualmente a medida que realizamos con éxito la transición hacia una ecología subyacente planetaria sostenible. En un entorno en el que la Tierra nos gobierna conforme aumentamos el consumo y la huella de los desposeídos, los estratos sociales con una huella ecológica insostenible tendrán que reducirla drásticamente. No obstante, el resultado es una disminución sustancial de la huella humana global sobre la Tierra.

Para concluir

Ciertamente existe la esperanza de que podamos detener la fractura planetaria directamente producida por el capitalismo, implacablemente impuesta e instigada por las clases acomodadas tanto en el Norte Global como en el Sur Global. Sin embargo, para lograrlo, debemos romper la insoportable inconsciencia de nuestra crisis planetaria deliberadamente impulsada por el control que el sistema ejerce sobre la opinión pública y su aparato de propaganda. Es esencial concienciar a la ciudadanía mundial y provocar un movimiento revolucionario hacia una transición ecosocialista. Para ello, debemos empezar por dar el ejemplo, en la medida de lo posible, cambiando nuestro estilo de vida.

Asimismo, debemos crear nuestra célula ciudadana y pedir a quienes muestren consternación por el estado de nuestro hogar que hagan lo mismo. Debemos romper el estado de inconsciencia, complacencia y conformismo, y organizarnos para forzar a los gobiernos a un nuevo contrato social en pos del bienestar de las personas y del planeta.

Si fracasamos, estaremos firmando nuestra completa extinción en un futuro mucho antes del próximo siglo. Parafraseando la cita de Joseph de Maistre, cada pueblo tiene el gobierno que se merece, tendremos el futuro que nos merecemos. Si no rompemos los grilletes del capitalismo y aprendemos a cuidar de nuestro hogar, llegaremos al despeñadero final que se avecina en las próximas décadas.

1 Muchos científicos medioambientales consideran que nuestra huella debe reducirse sustancialmente a un ritmo más rápido de aquí a 2050. Véase David S. Wood and Margaret Pennoc, Journey to Planet Earth. Plan B: Mobilizing to Save Civilization, Educators Guide. (Washington, DC: Screenscope, 2010).

Álvaro de Regil Castilla
Director ejecutivo de La Alianza Global Jus Semper