Capitalismo: pobreza, migración y devastación ambiental
Manuel Hernández Borbolla
Cualquier cosa más allá de lo que necesitamos es veneno.
Puede ser el poder, la pereza, la comida, el ego, la ambición,
el miedo, la ira, o lo que sea.
Rumi
El capitalismo es la causa principal de la crisis ambiental por la que atraviesa el planeta Tierra. Para el capitalista, ninguna ganancia es suficiente. Si una empresa rompe récord de ganancias, el año siguiente querrá obtener más ganancias. Y así sucesivamente, hasta el infinito. La acumulación de riqueza sin límites es un incentivo económico para la irracional explotación de los recursos naturales y la devastación de los ecosistemas, lo cual conlleva impactos sociales que terminan resintiendo con mayor fuerza los más pobres.
Para un ser vivo, el exceso de cualquier cosa se convierte en un veneno. Del mismo modo, la acumulación de riqueza en pocas manos se ha convertido en un veneno para el planeta.
Basta revisar algunas cifras. De acuerdo con datos de Oxfam, el 10 por ciento más rico de la población global generó el 50 por ciento de las emisiones totales de gases de efecto invernadero. Asimismo, la organización calcula que “el 1 por ciento más rico emite tanta contaminación que calienta el planeta como dos tercios de la humanidad”, mientras que “cualquier persona perteneciente al 99 por ciento más pobre de la humanidad tardaría alrededor de mil 500 años en generar las emisiones que los milmillonarios más ricos producen en un año”.
La organización también estima que “el 1 por ciento más rico de la población mundial posee el 43 por ciento de los activos financieros globales”.
Para el economista francés Thomas Piketty, conocido por sus trabajos sobre desigualdad y ser autor del libro El capital del siglo XXI, no hay forma de resolver la crisis ambiental sin resolver también el problema de la acumulación de riqueza en pocas manos.
“El sistema económico actual no está funcionando cuando se trata de resolver el problema clave que tenemos que resolver: el problema de la creciente desigualdad”, señaló Piketty en 2020 en una entrevista en el sitio web de la London School of Economics.
“El cambio climático y la creciente conciencia de que la crisis ambiental no se puede resolver con los niveles actuales de desigualdad o con el sistema económico actual”, agregó. Tiene razón. Lo mismo ocurre con otros fenómenos como la migración.
“Las dificultades que los migrantes tienen que afrontar a menudo están relacionadas con vulnerabilidades existentes asociadas con las desigualdades estructurales y la pobreza”, señala el informe Migración y Desigualdad en el Sur Global, realizado por el Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD).
Asimismo, la ONU estima que 32.6 millones de personas en el mundo se vieron obligadas a desplazarse en 2022, y de estos, el 70 por ciento busca refugio en países vecinos “para escapar de un conflicto o de una catástrofe natural”.
Conflictos políticos y ambientales son provocados en buena medida por la ambición insaciable que impera dentro del sistema capitalista. “Muchas amenazas ecológicas existen independientemente del cambio climático.
Sin embargo, el cambio climático tendrá un efecto amplificador, provocando una mayor degradación ecológica y empujando a algunos países a puntos de inflexión violentos”, señala el Institute for Economics & Peace en su Informe de Amenaza Ecológica 2021.
“De 1970 a 2017, la extracción global anual de materiales creció de 27 mil millones a 92 mil millones de toneladas, mientras que la demanda media anual de materiales creció de 7 toneladas a más de 12 toneladas per cápita”.
En este sentido, la huella material de los países de altos ingresos rondan las 27 toneladas per cápita. Una cifra 60 por ciento más alto que los países de ingreso medio y 13 veces más grande que los países más pobres.
“La extracción y el procesamiento de materiales, combustibles y alimentos representan aproximadamente la mitad de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (sin incluir los impactos climáticos relacionados con el uso de la tierra) y más del 90 por ciento de las pérdidas de biodiversidad y estrés hídrico”, señala el informe Global Resources Outlook 2019. Una lógica de mayor consumo, impulsada por los patrones de explotación y acumulación de riqueza propios del sistema capitalista.
Entender el capitalismo como causa principal de la catástrofe ambiental no es una idea nueva. Para finales del siglo XX era muy evidente que la contaminación y fenómenos como el calentamiento global están íntimamente relacionados con el desarrollo industrial y el extractivismo colonialista.
Sin embargo, durante décadas, los organismos internacionales se han valido de eufemismos y conceptos como el de “desarrollo sostenible” (que incluye el crecimiento económico como uno de sus tres pilares) para tratar de encubrir la relación entre el actual sistema político-económico y la crisis ambiental.
La llamada “economía verde”, los “mercados de carbono” y los reportes de emisiones de las grandes corporaciones globales, operan con la misma lógica, al tratar de ocultar la relación perversa entre concentración de riqueza y crisis ambiental.
De ahí que en dichos foros internacionales, controlados por la élite globalista que controla los principales mercados financieros del mundo, se suele hablar muy poco sobre la necesidad de imponer restricciones a la acumulación de riqueza como una forma de afrontar el problema.
Esto, a pesar de que algunos grupos de millonarios han reconocido la necesidad de imponer un impuesto global para los más ricos. Se estima que los multimillonarios del mundo pagan en impuestos, apenas el 0.3 por ciento de su riqueza, mientras sus fortunas han crecido a un ritmo promedio anual de 7.1 por ciento en casi 40 años, es decir, casi 23 veces más que su carga permanente de impuestos, según un informe del G-20, realizado por el economista Gabriel Zucman.
Sin embargo, cualquier impuesto a la riqueza debe ir acompañado de medidas para erradicar los paraísos fiscales donde los más ricos esconden su riqueza, mismos que son controlados por Estados Unidos, Reino Unido y otros países occidentales que giran en la órbita de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).
Por todo lo anterior, es urgente incluir el tema de la concentración de riqueza y la acumulación de capital como los principales incentivos de la crisis ambiental a nivel mundial. Asumirse como ecologista implica asumir una postura política abiertamente anticapitalista y a favor de los más pobres.
Manuel Hernández Borbolla
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