Crónica de la inundación de Rancho San Blas, Cuautitlán, México
Abraham Gutiérrez Galindo
Las familias de clase trabajadora que viven en la unidad habitacional Rancho San Blas, localizada en el municipio de Cuautitlán, llegaron hace 20-25 años a habitar este fraccionamiento con la satisfacción de tener su propia vivienda en un lugar cercano a varias vías de comunicación que los conectarían con la Ciudad de México, pero, sobre todo, con la promesa de que este sería un lugar seguro donde vivir.
En la temporada de lluvias del 2024 se percataron, de la manera más abrupta y dolorosa, que esta seguridad no estaba garantizada. Ni las calles cercadas que controlan el acceso a las calles que precisamente por esto llevan el nombre de “privadas”, pudieron hacerle frente a un tipo de inseguridad que las familias no anticiparon: el desborde del canal que antes de ser el colector principal de sus drenajes sanitarios, fue un canal de riego del ejido que antecedió al fraccionamiento.
A continuación, Abraham, un joven de 19 años que ha vivido toda su vida aquí, nos narra cómo padeció la inundación ocurrida el 27 de junio de 2024 y cómo él, su familia y vecinos han tenido que lidiar con las consecuencias.
Parte de lo que nos cuenta es resultado de la investigación que él y otros vecinos han tenido que emprender por cuenta propia, ante la escasa y poca claridad de la información que han recibido por parte de las autoridades.
Nos dice Abraham
Nunca pensamos que la unidad tenía el riesgo de inundarse hasta que, en la madrugada del 23 de junio de 2024, durante una intensa lluvia, vecinos de las últimas privadas (Rancho Peñuelas y Rancho Nuevo) comenzaron a percatarse de filtraciones de agua en las bardas perimetrales del fraccionamiento.
Se solicitó apoyo a protección civil municipal, pero el problema no se atendió. Argumentaron que, al tratarse de bardas ya antiguas, las filtraciones eran normales.
Pasaron los días, las lluvias continuaron y las filtraciones también, ahora incluso en otras privadas. Los vecinos vigilaban continuamente desde sus casas el nivel del canal, el cual descendía por las tardes, pero volvía a subir con las lluvias a partir de las siete de la noche.
El día 27 de junio alrededor de las seis de la tarde se precipitó una intensa lluvia. Una hora más tarde el agua comenzó a encharcar las privadas. Poco después, se notificó en grupos de whatsapp vecinales que la parte final de la barda del fraccionamiento, (la cual pertenece a la zona del deportivo del mismo), había sido derribada por la fuerte presión del agua que estaba desbordándose del canal.
A partir de ese momento fue cuestión de quince minutos para que las privadas de la última sección (Peñuelas, Rancho Nuevo, Colorines y Los arcos), fueran afectadas con niveles de agua de alrededor de 115 cm. Por su parte, las primeras privadas (Rancho Carretas, Alegre y Laguna), se inundaron con un nivel de agua de aproximadamente 80 cm.
La inundación fue tan repentina que los vecinos que intentaron salir al ver la crecida del agua, no alcanzaron a lograrlo y quedaron varados en sus autos.
Yo me encontraba en casa tan solo con mi hermana. Mi madre ya no pudo acceder al fraccionamiento pues llegó de trabajar justo cuando el agua comenzaba a crecer. Mi hermana y yo comenzamos a llevar todo lo que pudimos rescatar del primero piso de la casa al segundo, incluido el material de papelería de mi negocio. El refrigerador lo subimos a un sillón.
Teníamos la esperanza de que el nivel del agua disminuyera en algún momento, pero, de pronto ya no solo entraba agua de la calle sino de la misma coladera de la zotehuela.
Aproximadamente a las nueve de la noche, el suministro de energía fue interrumpido porque el agua empezaba a electrificarse, poniéndonos en un riesgo mayor. Por consecuencia el servicio de agua potable también fue suspendido. El servicio de telefonía celular se vio interferido también. Estábamos incomunicados. Esto provocó caos y pánico entre los habitantes. Fueron escenas muy tristes. Nunca habíamos atravesado una situación como esta.
Esa noche cada quien protegió su patrimonio y a sus respectivas familias de la manera que pudo. No fue hasta la una de la madrugada del viernes 28 de junio, cuando unidades de patrullaje de protección civil comenzaron a entrar privada por privada, sin más explicación o solución que una “invitación” a trasladarnos al albergue que se improvisó en la casa del adulto mayor, afuera del fraccionamiento.
Como mi hermana y yo, muchos otros tampoco quisieron salir de sus casas por miedo a tener que sumergirnos entre las aguas negras.
No obstante, ante la falta de energía eléctrica, agua potable y comida, a mediodía del viernes 28, los habitantes empezaron a evacuar sus casas con la ayuda de lanchas y camionetas de protección civil. Los medios de comunicación se hicieron presentes esa misma mañana. La gente se acercaba a ellos con la intención de ejercer presión para una solución objetiva y rápida, pero también para exponer lo que pensamos que fue la causa del desastre.
A finales del 2023, los vecinos comenzamos a ver con desconfianza el inicio de los trabajos de construcción de una gran bodega industrial a lado izquierdo de la parte final del fraccionamiento, en lo que antes eran terrenos ejidales de siembra y pastoreo de ganado.
Ahora sabemos que la responsable de esa construcción es la empresa Fibra Danhos y será rentada como centro de distribución y almacenamiento para la empresa Mercado Libre. Anteriormente las tierras en las que ahora se encuentra dicha nave industrial, en tiempos de lluvias ayudaban a absorber el agua que se desbordaba del canal, pero como parte de la construcción decidieron delimitar la zona que colinda con el canal con una barda perimetral de 180 cm de alto.
De este modo se creó una represa entre las bardas perimetrales tanto de la unidad habitacional como la del parque industrial.
Los vecinos comenzamos a relacionar la inundación con estas recientes intervenciones, pero en medio del desastre, tanto protección civil como el propio presidente municipal (Aldo Ledezma Reyna) comenzaron a declarar otra causa.
Argumentaron que la ocasionaron los trabajos de construcción de los encofrados para las vías de la nueva línea del tren suburbano que conectará al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA). Dichos encofrados atraviesan sobre avenidas principales como la Avenida 10 de Junio, en el municipio de Tultepec, por dónde cruza una de las ramificaciones más grandes del canal, por lo que se decidió crear taponamientos dentro de éste para que su corriente no afectara las obras.
De todo esto nos fuimos enterando durante la mañana del 28 de junio, mientras el gobierno municipal aplicaba vacunas y llegaban camiones Vactor para trabajar en el desazolve de las coladeras. Pero ante la lenta evacuación del agua y una vez enterados de las obstrucciones en el canal, nos dirigimos en grupo a donde éstas se localizaban.
Buscábamos retirar estos taponamientos, pero fuimos recibidos por la fuerza policial del municipio de Tultepec, quienes agredieron a mujeres, niños y hombres que tan solo buscábamos dar solución rápida a la inundación de nuestros hogares. Finalmente, logramos retirar dichos taponamientos y así logramos la disminución gradual del nivel de agua.
Una semana después, ya una vez lavadas y desazolvadas las calles y coladeras, se comenzaron reuniones con el presidente municipal. Se suponía que acordaríamos soluciones para evitar una nueva inundación, pero estas reuniones no trascendieron. A tres meses después no se ha dado una solución objetiva ni precisa.
Solo los hogares de las privadas donde el agua subió arriba de un metro recibieron apoyos: la cantidad de 10 mil pesos y una despensa por parte del gobierno municipal. Los demás no hemos recibido nada, aun cuando creemos que dichos apoyos son una burla, pues no cubren ni la mínima parte de todo lo que perdimos.
La mayor parte de la ayuda, en lo que respecta a víveres, comida preparada, insumos para limpieza, la recibimos de los vecinos solidarios de otras colonias y no precisamente de las autoridades.
Definitivamente sentimos que se vivió un abandono parcial de las autoridades. No solo les competía la resolución de esta situación, sino que también pudieron prevenirla. Conforme los vecinos hemos ido averiguando más, nos enteramos que, según los acuerdos y permisos que se solicitaron con el gobierno del estado y los municipales, las obras del tren suburbano tendrían que haberse terminado en el mes de mayo, antes de la temporada de lluvias.
Precisamente para evitar una tragedia como la que sucedió. Sin embargo, a causa de distintos factores que aún no tenemos claros, los trabajos se aplazaron. Por otra parte, hemos investigado que, en el Plan Municipal elaborado en 2023 (dos años después de otorgados los permisos para la construcción de la nave industrial mencionada) ya se catalogaba esta parte de la colonia como zona en riesgo de inundación. Sin embargo, a los habitantes nunca se nos notificó.
Aunque el agua y el azolve se fueron, la situación ha seguido afectando nuestra cotidianidad. Son persistentes las fallas de servicios como agua y electricidad. El patrimonio que perdimos difícilmente lo recuperaremos. Nos preocupa la autorización desmedida de construcciones de naves industriales en los alrededores, pues provocan deterioro en el asfalto, caos vial, contaminación.
Sobre todo, nos preocupa que, al continuar la temporada de lluvias, han seguido también los encharcamientos de nuestras privadas, el desborde del canal y la filtración en las bardas perimetrales. Aunque más ligeras, estas que ahora vemos como señales de posible inundación, nos arrancan a diario nuestra tranquilidad.
Abraham Gutiérrez Galindo
Habitante de Rancho San Blas afectado por la inundación del 27 de junio de 2024