Túneles al abismo... o la mala manera de manejar las aguas del Valle de México
Dean Chahim
El gobierno insiste e insiste en que la inundación en Chalco es consecuencia de un tapón de basura en el colector Solidaridad. Llamar la atención hacia la basura es una forma descarada de culpar a las personas en situación de pobreza por su propia miseria.
Éste ha sido el argumento que utilizan todos los gobiernos de la metrópoli cada vez que se inunda algún lugar. Lo problemático de este discurso no es solamente el clasismo y el racismo que tiene incrustado y que incluso las propias personas que se inundan lo creen, sino que este discurso está basado en falsedades.
A pesar de hacer hincapié siempre en “la basura,” el gobierno ha tenido que admitir de manera muy diluida que el colector está colapsado y en contrapendiente por el hundimiento de suelo. En las secciones colapsadas, el diámetro del colector es mucho menor del tamaño original y no puede pasar la misma cantidad de agua. En las secciones en contrapendiente, el agua ya no fluye, sino estanca hasta inundar las calles.
Cuando el agua no fluye y el tamaño del tubo del colector está muy reducido se acumula el azolve, que es lodo lleno de los desechos humanos, aceites de coches y tierra que bajan de los cerros. Este azolve reduce aun más el diámetro útil del tubo hasta que se forma un tapón.
La basura se combina con el azolve en estos tapones, pero el porcentaje de basura que se acumula es mucho menor que el del azolve, algo que las fotos de las obras de desazolve del gobierno de Chalco demuestran perfectamente. El hundimiento del suelo de Chalco tampoco es un fenómeno “natural de la zona,” sino una situación que el gobierno empezó a provocar desde hace más de 60 años.
El suelo en toda la planicie de la cuenca del Valle de México, incluyendo Chalco, el oriente, el norte, el sur y el Centro Histórico, es dominado por un tipo de arcilla altamente comprimible. Cuando se saca el agua subterránea por medio de pozos en zonas con estas arcillas, se desecan y colapsan de forma irreversible, lo que provoca el hundimiento del terreno en la superficie, un fenómeno que los geólogos llaman “subsidencia” (ver figura 1).
El bombeo de agua subterránea en la cuenca empezó a finales del siglo XIX, pero el gobierno lo aceleró abruptamente en la década de 1930, con pozos concentrados en el centro de la ciudad. El hundimiento se disparó y llevó a la ciudad a una crisis existencial –situación que empeoró una crisis política en el régimen del PRI– a finales de los 1940 e inicio de los 1950.
Durante este periodo de tiempo, las calles de la ciudad se inundaban año con año. En 1951, las aguas negras se estancaron en el centro de la ciudad por más de un mes y paralizó la actividad económica de la capital. Igual que en el caso de Chalco este año, el problema eran colectores hundidos y colapsados, lo que provocó que se taparan los tubos con azolve.
Para trasladar el problema de hundimiento fuera del centro de la capital, el gobierno empezó a cerrar pozos en el centro y abrirlos en la entonces periferia, particularmente en el sur y oriente de la ciudad. Como parte de esta estrategia, en los años 60, el Departamento del Distrito Federal (DDF) empezó a bombear agua de la sierra Santa Catarina, que se encuentra a un lado de Chalco, para llevarla a la ciudad.
El hundimiento de Chalco empezó en la misma década, pero fue lento hasta mediados de los 1980, cuando el gobierno federal perforó una batería de pozos profundos en los límites de Tláhuac y Chalco, como parte de la Plan de Acción Inmediata. Mientras que estas zonas experimentaban una explosión demográfica en los 1990, se hundían de forma extraordinaria, alcanzando una tasa de 40 cm/año. Hoy en día, la tasa de hundimiento se encuentra entre 15-35 cm/año (ver figura 2).
Este mismo hundimiento también arruinó el colector Solidaridad y causó la inundación trágica de este año. Esta inundación es un efecto predecible de la decisión de gobierno tras gobierno de seguir bombeando agua del acuífero y expulsarlo de la cuenca, sin pensar en las alternativas que críticos –inclusive altos funcionarios del gobierno y del gremio ingenieril– han promovido por más que 70 años.
En 1951, el presidente Miguel Alemán les pidió a los ingenieros más destacados de la época formar parte de la nueva Comisión Hidrológica de la Cuenca del Valle de México. Su mandato era repensar por completo el paradigma de manejo de agua de la cuenca y crear estudios y proyectos que el DDF y la Secretaría de Recursos Hidráulicos pudieran implementar.
Por dos décadas, los miembros de esta comisión insistían en que se tenía que retener, en la medida de lo posible, el agua en la cuenca del Valle de México en vez de expulsarlo artificialmente por medio de túneles y canales enormes hacia el Valle del Mezquital, en Hidalgo.
Incluso uno de los miembros de la comisión denunció este paradigma de expulsión como un “desangramiento permanente,” en que el manto freático de la cuenca del Valle de México bajaba de forma continua, disminuyendo la disponibilidad de agua potable y precipitando a la vez el hundimiento, y con ello, las inundaciones (Figura 3).
Las propuestas de la comisión eran muy semejantes a las alternativas que han impulsado en años recientes las comunidades y expertos para restaurar los lagos de Texcoco, Zumpango, y Xico. Sin embargo, el DDF en 1967 decidió ir en la dirección totalmente contraria: construyeron una serie de túneles enormes, denominado Sistema de Drenaje Profundo, para expulsar el agua del centro de la ciudad y de los ríos del poniente lo más rápido posible hacia Tula.
Su particularidad tenía que ver con su profundidad: fue construido en un suelo más estable, decenas de metros debajo de las calles de la ciudad, para que no se afectara por el hundimiento.
Desde entonces, los gobiernos sucesivos han seguido perforando más y más túneles cada vez más profundos, largos y grandes en zonas nuevamente urbanizadas para sacar el agua de la cuenca lo más rápido posible. El más grande de estos es el Túnel Emisor Oriente, inaugurado en 2019, el cual fue el factor detonante de la inundación de Tula en 2021 (Figura 4).
El gobierno del estado de México ahora está apostando por un nuevo colector (construido como un pequeño túnel) y otro túnel más grande en Chalco, para que no se vuelvan a inundar Culturas de México y otras colonias aledañas. Otra vez, el gobierno del estado de México asegura que, por su profundidad, estos nuevos túneles no se afectarán por el hundimiento.
Sin embargo, tenemos que preguntar lo mismo que se preguntaron los ingenieros de la comisión hace 70 años, y que se siguen preguntado los críticos de este paradigma de expulsión: ¿por qué expulsar cada vez más agua hacia Tula, para inundarlo de nuevo, cuando el agua hace tanta falta en la metrópoli?
En 2009, expertos del Centro para la Sustentibilidad Incalli Ixcahuicopa hicieron un estudio magisterial de lo que podría haber hecho para retener y reutilizar el agua en el suroriente en vez perforar más túneles, sin embargo, sus propuestas fueron ignoradas en gran parte.
De forma parecida, comunidades y expertos aliados de la orilla del lago de Texcoco han insistido en regresar el agua al lago, pero sus propuestas han sido solo parcialmente implementadas.
Es urgente tomar estas medidas para retener el agua, no solamente en el oriente y suroriente, sino en toda la cuenca. Esto requeriría destinar muchos más espacios para el agua y frenar la urbanización horizontal que cubre zonas verdes con concreto. Este concreto impide la absorción –o por lo menos detención temporal– de agua pluvial por el suelo, y, por lo tanto, hace que se satura mucho más rápido los drenajes.
La urgencia viene de una asombrosa realidad: en los próximos 150 años, la planicie de la metrópoli –no solo Chalco– se va a hundir, en promedio, 30 metros más, según un estudio transcendental publicado en 2021.
Este hundimiento fue causado por las decisiones de los gobiernos de la ciudad de los 1930 hasta la fecha de bombear agua del acuífero de forma desmedida. Esta situación ha llevado la metrópoli a un punto de no regreso en que se seguirá hundiendo de forma imparable e inevitable.
Este hundimiento va a arruinar cada vez más colectores, aumentando año con año la probabilidad de inundaciones como la que se sufrió en Chalco. La zona metropolitana sí va a necesitar nuevos colectores, túneles y mantenimiento continuo a los que ya existen.
Pero, lo más importante es hacer que la seguridad de la población no dependa tanto de estos sistemas, porque nunca habrá túneles suficientes para toda el agua de lluvia de la cuenca.
Lo que destaparon en Chalco no fue un colector, sino un foco rojo para repensar la forma en que la ciudad se relaciona con su agua. En 1948, dos ingenieros que después formaron parte de la comisión, Alfredo Becerril y su colega Nicolás Durán enfatizaron que se tenía que ver el agua de lluvia que cae en la cuenca como “un don de inapreciable valor,” en vez de “una calamidad pública” para ser expulsado lo más rápido posible. Más de un siglo después se debe hacerles caso, en vez de seguir construyendo túneles al abismo.
Dean Chahim
New York University
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