Ciencias ciudadanas y educación en la búsqueda de fosas clandestinas
Eduardo Santana Castellón y Tunuari Roberto Chávez González
A lo largo de la historia, cuando emergen nuevos eventos o condiciones sociales, culturales, políticas o económicas, y estos se encuentran en “espacios de coincidencias” con nuevas tecnologías o descubrimientos científicos, surgen hibridaciones interdisciplinarias que no hubieran ocurrido en las condiciones de aislamiento disciplinar previo.
Por ejemplo, con el descubrimiento por un microbiólogo de la bacteria Thermus aquaticus en un manantial termal del parque nacional Yellowstone, se encontró la desconocida enzima, Taq polimerasa, con la cual se crearon las técnicas de PCR y CRISPR para amplificar y estudiar pequeñas cantidades de ADN y realizar ingeniería genética.
La conservación del manantial y la curiosidad del microbiólogo permiten hoy identificar restos humanos en fosas clandestinas; exonerar a personas injustamente condenadas, capturar criminales que dejan sangre, saliva o semen en la escena del crimen; hacer pruebas de paternidad; identificar y curar padecimientos hereditarios e infecciosos; mejorar la producción de alimentos y detectar cultivos transgénicos; conservar especies en peligro de extinción, y conocer los orígenes evolutivos de los humanos.
Un nuevo espacio de coincidencia similar se creó cuando la búsqueda de un ser querido desaparecido se convirtió al mismo tiempo en la búsqueda de justicia y de verdad científica.
Así como la Taq polimerasa revolucionó la identificación de restos humanos, una iniciativa interdisciplinar dio origen al proyecto Interpretar la naturaleza para encontrar a quienes nos faltan, recién publicado en un libro presentado por la Comisión de Búsqueda de Personas del Estado de Jalisco (COBUPEJ) en el Congreso Nacional de Educación Ambiental en 2025.1
Las desapariciones de personas en México, producidas por los perversos vínculos económicos y políticos del tráfico ilegal de drogas y armas con los Estados Unidos de América, están aumentando.
México ocupa el primer lugar mundial en este rubro con más de 123 mil 144 personas desaparecidas. La Plataforma Ciudadana de Fosas reporta casi cinco fosas encontradas por semanas desde 2006 (4 mil 565).
Asimismo, los medios de comunicación han documentado la existencia de más de 72 mil cadáveres sin identificar en custodia de las autoridades. En Jalisco, donde residimos los autores, suman unas 15 mil 368 personas sin localizar y hay unos 10 mil 983 cuerpos o segmentos de personas sin identificar.
Desde el mito de Osiris en Egipto, hace más de 4 mil años, y posteriormente en las tragedias griegas de la Orestiada y Antígona se reconoce que la desaparición y desmembramiento de cadáveres, así como la falta de ceremonias póstumas, constituyen una de las experiencias más dolorosas.
La desaparición no resuelta es psicológicamente más traumática que la de una muerte confirmada debido a la ambigüedad e incertidumbre de no conocer el destino del ser amado, y por no concluir el proceso natural de duelo y cierre emocional.
El dolor de perder a un ser querido, aunado a la desconfianza hacia las instancias gubernamentales, han ocasionado que se conformen voluntariamente colectivos integrados principalmente por madres que buscan a sus hijas e hijos.
Con más de 230 organizaciones ciudadanas de búsqueda, México alberga el mayor número en el mundo.
Por nuestra formación y experiencia en gestión de recursos naturales y fauna silvestre en instituciones como el Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad, el Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara (UdeG), la Comisión Estatal de Derechos Humanos, y la COBUPEJ nos percatamos de similitudes entre buscar fosas clandestinas y buscar nidos de águilas –en ambos casos, no es posible preguntar directamente a las águilas o a los sicarios.
Esta analogía, la fosa como un nido invertido (física y funcionalmente), nos sugirió aplicar modelos de búsqueda como los análisis paisajísticos cuantitativos multicriterio, los de selección (disponibilidad/uso) de hábitat, de distribución de especies, de nicho potencial o jerarquización de uso de suelo.
Así, la COBUPEJ se coordinó con el Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial donde se concentran especialistas pioneros en el país en el uso de sistemas de información geográfica para el análisis de paisaje que integra conocimientos e información en la interface entre las ciencias ecológicas y forenses, así como con otras instituciones de México y el Reino Unido.2
Con un esfuerzo interinstitucional se implementaron técnicas desde diversas disciplinas para analizar las modificaciones del entorno en dos parcelas de experimentación que se ubicaron en dos campus universitarios en los que se simularon 32 fosas con porcinos con diferentes tratamientos experimentales (enteros, segmentados, en bolsas plásticas, a diferentes profundidades, control, etcétera).
Con el liderazgo de José Luis Silván Cárdenas, Ana Caccavari Garza y Gerardo Cifuentes Nava se aplicaron técnicas de tomografía de resistividad eléctrica, tomografía de interferometría de ruido sísmico ambiental, radar de penetración terrestre, fotogrametría multiespectral, tecnología LiDAR, imágenes termográficas y química de suelos.
Se desarrollaron también análisis hidrológicos, edáficos, florísticos, entomológicos, tafonómicos y de conductivimetría. El componente de educación en ciencias ambientales se implementó mediante talleres intramuros y extramuros sobre capacitación en búsqueda en campo para las madres rastreadoras, y mediante el diseño e implementación de una exhibición educativa sobre las ciencias ambientales aplicadas a la búsqueda de inhumaciones humanas que se instaló en la COBUPEJ.
Durante estas actividades, algunas madres buscadoras aportaron anécdotas importantes –“siempre he pensado que a mi princesa la encontraré donde hay flores de colores”–, entre llanto narró una madre que desde hace cuatro años busca a su hija desararecida, mientras observaba imágenes de la flora registrada en los espacios de experimentación.
Las investigaciones generaron resultados y correlaciones positivas con tipos de suelo, temperatura, resistividad eléctrica, ruido sísmico, concentración de nutrientes, densidad y tipo de vegetación, así como la presencia de flora y fauna de interés forense.
Producto de la aplicación de esas investigaciones se han generado hallazgos exitosos recuperando, en dos localidades, 24 bolsas con segmentos humanos y cinco víctimas en condición post mortem. De esta iniciativa donde se integran las ciencias ambientales y las ciencias forenses, también emergió otra intersección con otro tipo de ciencia.
La colaboración de la COBUPEJ con cientos de madres buscadoras en más de 200 búsquedas post mortem e implementando análisis de contexto sugirió que el trabajo de los colectivos se podía caracterizar como “ciencia ciudadana”.
La ciencia ciudadana se conoce desde hace más de tres siglos. Aficionados amantes de la astronomía, meteorología, zoología y botánica comenzaron a ofrecer voluntariamente a investigadores sus observaciones y conocimientos.
Hoy, existen millones de participantes en redes de ciencia ciudadana, principalmente en Europa y en los Estados Unidos. En México se han contabilizado más de 35 proyectos asociados principalmente a disciplinas naturales, terrestres y marinas.
Para determinar si el trabajo de los colectivos era ciencia ciudadana, entrevistamos a madres buscadoras para sistematizar sus actividades e hicimos una búsqueda bibliográfica sobre los trabajos que describen sus esfuerzos e incidencia.
Hay trabajos académicos pioneros que reconocen el valor de los conocimientos generados por las organizaciones de búsqueda y utilizan los términos “ciencia forense ciudadana”, “civismo forense” y “gobernanza forense ciudadana”.3
Los testimonios de las madres buscadoras mostraron que sus procesos de búsqueda se desarrollan como una secuencia de articulaciones de ciclos de interacción entre los colectivos y las agencias gubernamentales.
Ocurren en cuatro etapas:
- Acción investigativa de ciudadanas (recabar datos).
- Comunicación/transmisión de información a las autoridades.
- Acción/respuesta de las autoridades.
- Comunicación de autoridades a colectivos y al público en general.
Se reinicia el ciclo con la reacción/acción de investigación realizada por los colectivos.
A partir de su experiencia, estas organizaciones ciudadanas desarrollaron métodos y técnicas no tradicionales para localizar a sus seres queridos, así como nuevas estructuras organizativas para emprender su propia búsqueda de forma autónoma.
Han acumulado conocimientos en la práctica de: entrevistar y seguir pistas, rastrear teléfonos móviles, identificar tipos de suelo, detectar montículos y hundimientos de tierra perturbada, reconocer especies de plantas e insectos, implementar técnicas de uso de la “varilla T” para detectar olores, así como de rastrillaje, excavación, extracción e identificación de partes corporales.
También han aprendido a constituir asociaciones en el sector civil, navegar complejas burocracias gubernamentales e interactuar con investigadores universitarios y con los medios de comunicación.
Al aplicar los criterios de la Asociación Europea de Ciencia Ciudadana a la sistematización de los procesos de investigación y comunicación de los colectivos encontramos que su trabajo cumple con la totalidad de ellos, siendo bona fide ciencia ciudadana.
Sin embargo, debido a su vínculo con el sistema judicial y sus características relacionadas con el crimen, la ciencia forense ciudadana se caracteriza en tener una cultura y normas epistémicas particulares que la diferencia de las ciencias ciudadanas tradicionales.
En primer lugar, el llamado “gatillo motivador” desencadenante de la participación no es el disfrute de la actividad, como en el caso de las ciencias naturales, sino el intenso dolor emocional por la pérdida de una persona amada.
Otra diferencia es que el éxito de la actividad no se mide en publicaciones científicas sino más bien en el encontrar personas vivas o fallecidas, en lograr un cierre emocional para sus familias y, en algunos casos, llevar a los criminales ante la justicia.
A veces no se puede brindar reconocimiento a los ciudadanos participantes para evitar que las y los buscadores voluntarios sufran amenazas y violencia. También hay diferencias socio-culturales.
En Europa y en los Estados Unidos la actividad tiende a estar dominada por hombres de sectores sociales con niveles de ingresos y educación medios y altos, mientras que las organizaciones de búsqueda ciudadana en México están compuestas principalmente por mujeres de familias provenientes de sectores sociales con bajos niveles de ingreso.
En México “la ciencia ciudadana” practicada por las madres buscadoras juega un papel híbrido entre la ciencia ciudadana tradicional y los “observatorios ciudadanos”, con los que se monitorea el desempeño del gobierno para influir en las políticas públicas en los campos de las ciencias sociales, urbanas y de servicios.
Estos últimos surgieron de una tradición de “investigación-acción participativa” propuesta por Orlando Fals-Borda en Colombia y de los enfoques de “pedagogía de los oprimidos”, de Paulo Freire en Brasil.
Se diferencian de los observatorios ciudadanos europeos que son principalmente para monitoreo ambiental no contestatario. Los primeros no buscan lograr la objetividad científica colocándose fuera del proceso que estudian; los segundos se consideran parte de los fenómenos investigados desde donde generan “conocimiento situado” en su proceso de investigación-acción.4
Los avances en la detección de fosas clandestinas no se habrían materializado si no fuera por la labor de las colectividades ciudadanas, quienes, con su acumulación de un bagaje empírico, han sido las precursoras del estudio de la naturaleza para la detección de víctimas de desaparición inhumadas.
El éxito de los colectivos en hacer ciencia ciudadana es indiscutible:
- Contribuyeron al descubrimiento de entre el 60 y 80 por ciento de las fosas clandestinas.
- Detonaron la implementación de nuevos y más rigurosos estudios, protocolos y metodologías de búsqueda.
- Indujeron a que las dependencias de gobierno generaran mejores capacidades de recolección y análisis de datos para seguimiento de las búsquedas.
- Impulsaron la creación de nuevas políticas públicas e instituciones, así como cambios legislativos, regulatorios y protocolares de búsqueda a niveles federal y estatales.
- Contribuyeron a incrementar la transparencia y rendición de cuentas del gobierno al crearse nuevos mecanismos de gobernanza con mayor participación ciudadana, mejor planificación e implementación de acciones de seguridad ciudadana y de gestión de programas sociales.
- Crearon nuevas oportunidades educativas y formativas en ciencias forenses para colectivos ciudadanos de búsqueda.
La sinergia entre las ciencias ambientales, forenses y ciudadanas, unidas al amor y determinación de las familia nos demuestran que, incluso en la oscuridad más atroz, la búsqueda compartida es capaz de devolvernos un atisbo de esperanza y de justicia.
Los colectivos han contribuido al cumplimiento de México con más de 15 principios y metas de la Organización de las Naciones Unidas en materia de paz, justicia, instituciones sólidas, igualdad de género y búsqueda de personas desaparecidas.
Los esfuerzos de la ciencia ciudadana ejercida por los colectivos, aunado a los hallazgos interdisciplinarios alcanzados, aportan elementos valiosos para enfrentar el dolor de miles de familias que desconocen el paradero de sus seres queridos.
La naturaleza, a la que recurrieron los culpables para ocultar su crimen, hoy se vuelve nuestra fiel aliada para descubrir la verdad y reconocer a quienes nos faltan como parte de la propia naturaleza a la que regresaron.
Notas
1 Este ensayo resume y actualiza los capítulos “Saberes nacidos del dolor: testimonios y propuestas de las madres buscadoras” y “Madres buscadoras hacen ciencia ciudadana” que están disponibles gratuitamente en el libro (Águila Barrientos, V.H., T.R. Chávez González, y J.L. Silván Cárdenas. 2024. COBUPREJ. CONAHCYT (https://estamosbuscando.jalisco.gob.mx/wp-content/uploads/2024/09/LIBRO%20INTERPRETAR%20LA%20NATURALEZA.pdf).
2 En la vinculación con la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, fue fundamental el aporte de José Luis Silván Cárdenas, co-coordinador del citado libro. También participaron cuatro centros universitarios de la UdeG (Tonalá, Costa Sur, CUCBA y Tlajomulco), la Universidad Politécnica de la Zona Metropolitana de Guadalajara, la Facultad de Ingeniería y el Instituto de Geofísica de la UNAM, UWE Bristol, la Universidad de Oxford y el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses.
3 Destacan las investigaciones de Arely Cruz-Santiago, Ernesto Schwartz-Marin, Valeria F. Falleti, Atala del Rocío Chávez, Miguel Moctezuma, Rafaela Granja, María F. Olarte-Sierra, María Torres y Carolina Robledo Silvestre, entre otras.
4 Recientemente las iniciativas europeas activistas han evolucionado hacia fungir como “centinelas cívicos” en al ámbito de la interacción entre las leyes y la ciencia ciudadana ambiental.
Eduardo Santana Castellón
Museo de Ciencias Ambientales, Universidad de Guadalajara
Correo-e: [email protected]
Tunuari Roberto Chávez González
Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas del Estado de Jalisco
Correo-e: [email protected]