La popularización de los reptiles como mascotas y sus efectos
Jaime García S.
La relación del mexicano con los reptiles ha sido de respeto, admiración, temor y preocupación. Hace falta recordar la bandera de México para darnos cuenta de la constante relación y la importancia que los reptiles tienen para el país y su cultura.
Y si nos remontamos a las épocas prehispánicas, particularmente si dirigimos la atención a la zona arqueológica de Teotihuacán, podremos corroborar la estrecha relación e importancia que se profería desde hace varios siglos a ese grupo tan característico de animales de sangre fría, relación que quedó plasmada en la gran cantidad de estructuras, petroglifos y referencias a Quetzalcóatl (la serpiente emplumada), que resultaba ser la principal deidad de la cultura mesoamericana establecida en la región.
Actualmente, México es el segundo lugar del mundo en cuanto a diversidad de reptiles, estando únicamente después de Australia, y por encima de Brasil, Colombia, China e Indonesia.
Esta condición se la debe a su privilegiada posición geográfica, y a la diversidad de climas y ecosistemas que confluyen en el territorio nacional y en el que casi casi sin excepción podemos encontrar alguna especie de estos animales en algún rincón.
La enorme variedad de especies de reptiles, con sus formas, colores y comportamientos suscita todo tipo de emociones entre la población: hay quienes sienten un total desagrado y rechazo y hay quienes sienten una enorme admiración por estos ejemplares de la vida silvestre.
Las personas dedicadas a la agricultura o al campo tienen una mayor probabilidad de interactuar de manera incidental con alguno de estos animalitos rastreros. Estas interacciones pueden ser de preocupación médica cuando se trata de mordeduras de serpientes venenosas, las cuales inyectan toxinas a través de sus colmillos; se requiere tratamiento con sueros antiofídicos.
Por otra parte, los fanáticos de estos animales frecuentemente van más allá de la simple admiración por los reptiles en su medio natural, por lo que buscan la manera de llevar ejemplares a sus domicilios.
Normalmente, los propietarios inician con ejemplares relativamente comunes y que no representan mayor riesgo para las personas o que no requieren muchos cuidados; comienzan con tortugas pequeñas como las tortugas japonesas, casquito o pavorreal, que alcanzan tallas no mayores a 40-50 cm y que se adaptan relativamente bien a cualquier terrario o recipiente en el que las coloquen.
Cuando se trata de serpientes, los admiradores optan por las boas, pitones o las llamadas serpientes de leche o serpientes del maíz, que no son venenosas y son de carácter relativamente tranquilo.
Cuando se trata de lagartos, los herpetófilos se decantan por geckos, iguanas o lagartos barbudos.
Una vez que incursionan en el mundo de los reptiles, los coleccionistas aumentan su pasión, por lo que establecen contactos y demandan ejemplares más raros y complejos; por ejemplo, serpientes venenosas, como las víboras de cascabel o los coralillos; lagartos raros como los dragoncitos, lagartos cornudos, lagartos enchaquirados, cocodrilos, iguanas espinosas y para el caso de tortugas llegan a adquirir tortugas terrestres o tortugas del desierto.
En esa etapa es cuando estas personas comienzan a adquirir ejemplares de vida silvestre capturados ilegalmente y que, a su vez, ellos compran de manera ilegal.
Si bien estos compradores no son los que se desplazan grandes distancias hasta los sitios en donde se distribuyen los reptiles, incentivan la demanda y la continua búsqueda, hasta que llegan a tener acercamientos con vendedores y traficantes, con la finalidad de que les consigan especies de mayor rareza.
En ese momento es cuando la demanda crea la oferta, y da pie a uno de los problemas más grandes que enfrenta la vida silvestre, tanto a nivel nacional, como a nivel mundial.
Los reptiles que son extraídos de vida silvestre muchas veces tienen lesiones en la piel, pueden tener enfermedades y son portadores de parásitos.
En los casos en que han sido capturados con buen estado de salud, al ser transportadas, son colocadas en costales, cajas, y envoltorios, afectándolos de manera considerable, siendo los ejemplares que quedan en la parte inferior, los que frecuentemente mueren por aplastamiento o se ahogan en los desechos de los demás.
La mayoría carece de atención médica adecuada, por lo que se considera que aproximadamente el 80 por ciento de los ejemplares capturados no alcanza a sobrevivir, es decir, que mueren antes de llegar al comprador final.
La extracción de ejemplares de vida silvestre de su hábitat provoca el desequilibrio ecológico, ya que estas especies contribuyen a mantener el equilibrio de los ecosistemas, porque cumplen funciones de regulación de las poblaciones de muchos animales, acuáticos y terrestres que, de no ser reguladas, pudieran convertirse en especies críticas, debido al impacto que generaría una sobrepoblación de alguno de estos grupos que pueden llegar a ser considerados como plagas.
Además, gran parte de los reptiles forman parte de una cadena trófica, y al extraerlos se genera un desequilibro en el ecosistema.
Los principales daños ocasionados al ecosistema de la extracción ilegal de reptiles de su hábitat natural son los siguientes:
La disminución de su población.
Dificultad para su reproducción.
Disminución de la recombinación genética y producción de individuos menos resistentes a los cambios producidos en el ambiente.
Pérdida de la diversidad genética.
Por otra parte, los ejemplares que finalmente son adquiridos por el comprador final, sufren estrés, debido a que generalmente desconocen los requerimientos mínimos para proporcionar un bienestar al reptil, lo cual se ha observado en innumerables ocasiones cuando las autoridades realizan aseguramientos en domicilios particulares o se reciben entregas voluntarias, se observa el descuido al que están sometidos.
Las principales afectaciones en reptiles que han sido adquiridos como mascotas y que no han sido cuidados de manera adecuada se reflejan en alteraciones en su crecimiento, malformaciones, desnutrición, sobrepeso, falta de exposición a radiación solar, quemaduras con las placas térmicas o con los focos infrarrojos, mudas retenidas, entre muchos otros padecimientos que pueden sufrir.
La facilidad de comunicación que ha traído el internet ha permitido que exista oferta de ejemplares en tiempo real de un continente a otro. Asia es el principal consumidor de reptiles, hecho que se ha constatado en diversas situaciones en las que ha intervenido la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente.
Uno de los casos más grandes y representativos se dio en 2020, cuando se detectaron más de 15 mil tortugas que estaban siendo transportadas a China; en otra ocasión se detectó un cargamento también con más de 15 mil ejemplares en un centro de acopio, este cargamento estaba listo para ser sacado del país, teniendo como destino otros países.
La concientización de la importancia de los reptiles en el medio ambiente debe ser un objetivo que no debe perderse de vista, sobre todo ante la creciente variación de temperaturas en el mundo, que además se ve aderezada con el crecimiento demográfico y la demanda de tierras para la agricultura y la reducción de los ecosistemas naturales.
Por lo que una parte fundamental en la conservación de estas especies, es el conocimiento y el respeto que se tiene hacia su entorno.
Jaime García S.
Inspector federal de Profepa
Correo-e: [email protected]