Científicas y científicos de huarache, legado de lucha social — ecologica
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Científicas y científicos de huarache, legado de lucha social

Guadalupe Ponce Vélez y Octavio Gaspar Ramírez

El presente texto es una reflexión sobre la realidad que viven las personas científicas comprometidas con la sociedad, a quienes coloquialmente y de cariño llamamos nuestros “científicos y científicas de huarache”.

Acertadamente, Efraín Hernández describe en la revista Etnobiología: “quienes usan huarache en nuestro país tienden a ser menospreciados, no forman parte de la cultura moderna, progresista... Llamamos investigación de huarache a aquella que empieza por las bases, que va al terreno de los hechos, que va con la gente que está realizando las acciones; aquella que, con la humildad del caso, aprende o trata de aprender de esa gente...”

Esto nos hacer recordar la historia de la doctora Lilia América Albert Palacios, una científica ambientalista, pionera y pilar fundamental de la toxicología en México, que apoyó a las comunidades afectadas por la contaminación. Una vez dijo en una entrevista que se publicó en Conahcyt: “Si yo hubiera sabido en qué me iba a meter, lo hubiera pensado, pero no estaba consciente”, “lo que no podemos hacer es quitar el dedo del renglón. No puedo opinar cuál es el futuro de la sociedad, pero lo que quisiera es que lográramos por lo menos dejar un pie de lucha para que alguien tome la bandera”. doctora Lilia Albert, la eminencia científica de la toxicología en México.

Quienes conocemos un poco de su vida profesional sabemos que la doctora Albert fue de las primeras en denunciar con evidencias científicas los efectos nocivos de los plaguicidas sobre la salud humana y los ecosistemas, entre otras sustancias tóxicas (La Jornada Ecológica).

Dichas acciones tuvieron un alto costo en su vida, tanto laboral como personal, la dejaron fuera del sistema nacional de investigadores y del mundo laboral; sin embargo, sus acciones sentaron base para impulsar las políticas ambientales en México.

Hoy, a su avanzada edad aún conserva el ímpetu de apoyar a la sociedad, a las comunidades afectadas por las industrias tóxicas.

Su historia nos conecta al quehacer invisible de muchos científicos y científicas de huarache que se han entregado a la defensa de la vida humana y el medio ambiente, sentando base de lucha social desde sus propias investigaciones, pero que en la mayoría de los casos han pagado el precio con su salud emocional, su economía, su familia, su calidad de vida y, a veces, con su propia vida.

Una situación similar es la que padecen los defensores y las defensoras de la vida y del medio ambiente. Basta con mirar las crudas cifras que señala el periódico New York Times: ‘Ninguno está a salvo’: México es el país más mortal del mundo para los activistas medioambientales. El Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA) informó que en el 2024 se documentaron 94 eventos de agresión, con 236 agresiones específicas y 25 asesinatos (lo que representa un aumento del 25 por ciento en comparación con el año anterior), entre las agresiones específicas destacan la intimidación, el hostigamiento la estigmatización, la criminalización y la difamación.

Pero todavía es más alarmante que, aunado a la violencia física, existe una crisis silenciosa: el desgaste emocional y psicológico que enfrentan quienes luchan por la defensa del territorio, publicó la revista Este País en su número: ¿Quién cuida a los que cuidan?: El desgaste emocional de activistas ambientales en México.

La realidad es que vivimos en una sociedad que está entretenida con tener el mejor carro, la mejor casa, el mejor trabajo, otro título, otro diploma o el artículo de más impacto, etc., mientras que las y los científicos de huarache han redirigido el rumbo de su vida, el compromiso ético y moral los rige: extender ayuda humanitaria a las comunidades de mayor afectación ambiental, vulneradas y violentadas; muchas de las personas defensoras del medioambiente se enfrentan a la violencia emocional, a veces pasiva y silenciosa, originada desde las instituciones y comunidades.

Queremos decir que, la integración del humanismo en nuestro quehacer científico no es fácil, pero tratamos de construir legados, para que las futuras generaciones cuenten con mejores herramientas cuando tengan que enfrentarse a las adversas situaciones producto de la injusticia ambiental. Mirando un poco hacia el presente ¿Qué se ha logrado en esta batalla socioambiental?

Es un hecho histórico que contemos con una Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación, que integra el humanismo e incorpora el principio precautorio en el quehacer científico. Aquí reconocemos a la doctora Elena Álvarez-Buylla Roces impulsora de esta ley.

También es histórico que seamos una comunidad más visible, en la que convergen organizaciones sociales, científicas y científicos de huarache, voluntades gubernamentales que representan cambios profundos en los escenarios más devastados ambientalmente.

Aquí reconocemos al doctor Andrés Barreda Marín como impulsor de la toxicología comunitaria en México y como coordinador del Programa Nacional Estratégico (Pronace) de Agentes Tóxicos y Procesos Contaminantes, además de la labor del Pronace de Agua con el doctor Raúl García Barrios.

Gracias a ellos y el equipo de investigadoras e investigadores que trabajaron en estos programas, se identificaron distintos sitios y regiones de emergencia sanitaria y ambiental en el país.

Pero esta lucha no comenzó recientemente, es un legado histórico. En diversos territorios, como en la Cuenca de la Independencia en el estado de Guanajuato, las comunidades descubrieron la contaminación del agua subterránea, esta grave situación representa su principal símbolo de lucha y conexión con las bases populares, aquí reconocemos al Centro de Desarrollo Agropecuario (Cedesa) que desde 1965 están en pie de lucha por la defensa del medio ambiente y al doctor Marcos Adrián Ortega Guerrero por integrar su conocimiento al de las comunidades más afectadas por la sobreexplotación de acuíferos.

Otro hecho histórico que es fruto del trabajo entre comunides afectadas y personas científicas es el decreto judicial que define a las abejas como “sujetos de derecho y a las comunidades mayas sus guardianes”, gracias a la conexión de los colectivos mayas con las científicas y los científicos de huarache, sigue la lucha por salvar a las abejas.

Estos resolutivos legales que nacieron de la sociedad civil es necesario que se institucionalicen por parte de las dependencias federales a través de un protocolo de investigación forense, para explicar lo que hay detrás de la desaparición de las abejas, especialmente para apoyar a apicultores y meliponicultores que sufren los estragos del uso desmedido de plaguicidas.

Otro gran logro es que llegáramos al más alto nivel de defensa colectiva contra los transgénicos y el glifosato que es una herbicida agrotóxico, aun con todo el poder de los monopolios mundiales. Es un hecho histórico que académicos, colectivos sociales, iniciativa privada y funcionarios, construyeran democráticamente un proyecto de norma para regular las fumigaciones aéreas y se reconocieran a los plaguicidas que son altamente peligrosos.

Es muy importante que sigamos impulsando una agenda socioambiental como un instrumento que traza decisiones y acciones concretas desde los sectores competentes; sobre todo es un gran logro que México cuente desde hace un año, después de muchas décadas de lucha, como la que encabezó la doctoraLilia Albert, para llegar a ver este sueño hecho realidad. El Lanctoxs está conformado por centros públicos de investigación y universidades que priorizan el interés público, la base comunitaria y las necesidades urgentes de atención que conecta con todos los niveles de gobierno, comunidades y pueblos, además integra a la comunidad de toxicólogas y toxicólogos comprometidos con la sociedad.

Toda esta historia, escrita en unas páginas, conlleva alto valor reflexivo para quienes hemos emprendido un camino en la investigación e incidencia social desde la toxicología ambiental; los toxicólogos y toxicólogas somos testigos de la responsabilidad que tienen quienes generan y usan sustancias químicas, sus repercusiones en la devastación de nuestro entorno y la destrucción de la vida. Ahora podemos decir que más de uno hemos “tomado la bandera”, como diría la doctora Albert.

En esta lucha hay más actores y cada vez permeamos con mayor profundidad, estamos conscientes de que tal vez no veremos la transformación social de nuestras acciones, pero estamos seguros de que lo que hacemos hoy, será valorado en tiempos posteriores.

Este texto es un reconocimiento a nuestros científicos y nuestras científicas de huarache, a los pueblos, comunidades y gobiernos que se han sumado en defensa del territorio, de la ciencia, de nuestros ideales y de la vida. Especial reconocimiento a las mujeres, sobre todo a las indígenas, que abanderan esta lucha social.

Guadalupe Ponce Vélez y Octavio Gaspar Ramírez 
Laboratorio Nacional Conahcyt de Toxicología Socioambiental (Lanctoxs)
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