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Comunidades enteras, colegas y alumnos rinden homenaje a la doctora Albert

Primavera Téllez Girón García

El siguiente texto es un adelanto del libro y documental acerca de la trayectoria académica y profesional como pionera de la toxicología medioambiental, de la doctora Lilia América Albert Palacios, que realizamos el doctor Andrés Barreda Marín, la doctora Guadalupe Ponce Vélez, el maestro Luis Miguel Carriedo Téllez y quien esto escribe.

Aquí, compartimos un poco del cariño y respeto por el trabajo de Albert a través de algunos testimonios de las personas que convivieron con ella: sus alumnas y alumnos, personas de comunidades afectadas y amistades, que siguen haciendo camino en la brecha que ella abrió, para mostrar los daños a la salud y el medio ambiente que ha causado el abuso de sustancias tóxicas y plaguicidas en México.

Hasta hoy, a sus 88 años que cumplió el pasado septiembre, la doctora Lilia América Albert sigue trabajando e involucrándose con las comunidades de personas afectadas por la contaminación, los plaguicidas, las explosiones industriales y el mal manejo de las industrias químicas.

Generosidad: aportes a la sociedad y la ciencia

Quienes han tenido la fortuna de ser tocados por su inteligencia, disfrutar de su compañía en el camino y recibir los conocimientos que con gusto y entusiasmo comparte, coinciden en su generosidad y en la importancia de su contribución al bien común de la sociedad a través de la ciencia.

Gonzalo García Vargas, médico de formación y doctor en toxicología menciona que “si podemos considerar a alguien pionero en la toxicología ambiental es ella. Siempre, lo quiero resaltar, porque tiene una visión con un alto estándar de rigor científico, por eso es tan respetada” y es que desde su punto de vista “la ciencia tiene dos tendencias: una es la que se dedica al desarrollo de tecnologías, utilización de recursos y privatización de riqueza y la otra es la investigación, que empieza a ver cuáles son las consecuencias del abuso de sustancias químicas, a lo que se ha dedicado Albert, como pocas científicas”.

Con una sonrisa describe la forma de ser y el trato con la doctora Albert “es muy estimulante trabajar con ella; además, es muy inquisitiva cuestiona mucho y lo pone a uno a pensar. Es una gran persona, también es una gran científica”.

Para la doctora Guadalupe Ponce Vélez, bióloga especializada en el área de contaminación marina, particularmente contaminantes orgánicos persistentes e hidrocarburos, Lilia Albert ha tenido una influencia profunda que permanece como un modelo que ha replicado a lo largo de su carrera. Sobre todo, en el aspecto docente, en la formación de recursos humanos, en el laboratorio y al dirigir proyectos de investigación de diferentes grados académicos que le ha tocado la responsabilidad de guiar.

El creciente interés de Ponce por el trabajo de la doctora Albert fue en un principio, a través del estudio de sus artículos científicos, cuando formó parte del equipo de investigación del doctor Alfonso Vázquez Botello, en el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde ella sigue trabajando. “Para quienes empezábamos a profundizar a principios de los años 90 en el tema de sustancias persistentes, como plaguicidas clorados u organoclorados, los estudios de la doctora Albert eran obligados”.

Recuerda que uno de los textos que más le interesó por su rigor en los datos que ofrecía fue “un artículo científico donde ella recapitulaba la historia de la situación de los plaguicidas en un contexto internacional. Su aportación fue transmitir al mundo académico la situación real de nuestro país en cuestiones de tipo ambiental y toxicológico: los tipos de compuestos, la manera de comercializarlos, la falta de normatividad, el uso excesivo de los mismos, la incidencia industrial de las fábricas, las transacciones comerciales que México contraía con otros países y el retraso en el mundo científico para poder documentar mejor la presencia de estos compuestos. Y más allá de eso, sus riesgos y los efectos nocivos en la vida silvestre y en la salud humana”.

La publicación de libros y artículos científicos de Lilia Albert dan cuenta del interés por registrar y explicar el uso y abuso de los plaguicidas, así como los daños que causan al medio ambiente y a la salud. Cuando Mercedes Meza Montenegro, investigadora del Instituto Tecnológico de Sonora (Itson) comenzó a estudiar plaguicidas en los años 90 y estaba haciendo la revisión bibliográfica sobre el tema en México, encontró que todo el material que había era de nuestra homenajeada. “Fue así como la conocí primero por la literatura, todo giraba alrededor de las investigaciones de ella. Entonces empezó a crecer en mí, sin conocerla, una admiración muy profunda por su trabajo”.

No fue hasta que asistió al Congreso Nacional de Toxicología en la Ciudad de México, cuando la conocí en persona “en ese tiempo yo iniciaba como profesora responsable del laboratorio de análisis especiales y trabajaba con plaguicidas y metales pesados. Luego pasó algo bien padre, nos trajimos a Sonora el Congreso de Toxicología cuando apenas se empezaba a trabajar desde la virtualidad. Prácticamente lo organizamos entre ella y una servidora. Le agradezco mucho a ella porque me pasaba los contactos. Era conocida, grande como lo ha sido siempre. Después, a través de esos contactos, me fui a la Universidad de Arizona”.

La doctora Meza recuerda que una de las investigaciones más importantes en su carrera profesional, fue la que hizo con las comunidades del Valle del Yaqui y que Lilia Albert fue su inspiración para hacer ese estudio, “quería que fuera como los que estaba realizando ella en otras partes del país y lo voy a recalcar: su trabajo fue nuestra inspiración”. Con orgullo menciona que la investigación sobre los yaquis tuvo un impacto que le dio la vuelta al mundo, fue así “porque determinamos que había plaguicidas organoclorados en mujeres embarazadas. Cuando parieron se tomó una muestra de cordón umbilical, luego se muestreó a los bebés que tenían tres y seis meses. Lo que se detectó fue impactante porque se encontraron plaguicidas organoclorados en los recién nacidos”.

Aunque la publicación de los resultados del Valle del Yaqui se hizo en una revista interna del Itson, recuerda muy impresionada “estuvimos en toda la prensa, y los noticiarios, no solo del país, sino del mundo entero. Vino la BBC de Londres, personas de Dinamarca, Canadá. En ese tiempo estaba muy joven, la verdad me daba terror nomás pensar en que me fueran a hacer una entrevista, no me esperaba el impacto que iba a tener ese trabajo”.

Un hecho que atesora Mercedes Meza como un reconocimiento a su trabajo, es que, en uno de sus artículos, Albert citó su investigación “yo me sentí halagada porque la doctora escribió un artículo acerca de los plaguicidas persistentes en México. En ese texto vienen unos rengloncitos acerca de los resultados que se habían encontrado acá en el Valle del Yaqui. Eso te hace sentir orgullosa, que ella haya considerado importante incluir esos resultados”. Sobre todo, cuando la competencia y la envidia en la comunidad científica es lo común.

La generosidad de Lilia Albert es una característica en la que coinciden quienes trabajaron y estudiaron con ella. Como el doctor Jaime Rendón von Osten, uno de sus estudiantes más destacados, actualmente profesor investigador de la Universidad Autónoma de Campeche, en el Instituto de Ecología, Pesquerías y Oceanografía del Golfo de México (Epomex). Durante su estancia en el Instituto Nacional de Investigaciones sobre Recursos Biótico (Inireb) con la doctora reconoce que todos los que fueron sus alumnos aprendieron a dar cursos, hacer investigación, protocolos, reportes, a redactar artículos con un rigor académico muy fuerte “eso nos ayudó a tener disciplina”.

Al mirar hacia el pasado, Rendón nos comparte con cariño y respeto: “aprendí mucho, prácticamente todos mis cimientos académicos y científicos fueron con ella”. Su primera plaza académica como investigador fue gracias al apoyo de Albert.

También recuerda que la generosidad de ella podía sentirse cuando les compartía las invitaciones que llegaban a su oficina del Inireb “eran cursos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Cuando ella veía un curso platicaba con nosotros y nos decía: creo que puede ir fulanito o sutanita ¡a mí me tocó ir a un curso de toxicología preventiva muy interesante a Rusia por tres semanas!” Además, apoyaban a Lilia Albert en mantener su biblioteca ordenada, lo cual les servía para conocer de estudios y literatura novedosa sobre plaguicidas.

El doctor Lorenzo Manuel Bozada Robles, biólogo de formación e integrante de las organizaciones: Ecología y Desarrollo Sostenible en Coatzacoalcos, AC, y Organización Pesquera de la Boca del Uxpanapa en Veracruz, cuenta que durante siete años vivieron una etapa interesante de difusión de información científica, cuando fundaron el suplemento mensual El Jarocho Cuántico, en La Jornada Veracruz, que dirigía el matemático Manuel Martínez y como editores estaba la toxicóloga Lilia Albert, el economista Pedro Hipólito Rodríguez y Bozada, entre otros colegas.

Ahí publicaban materiales de educación ambiental y científica de divulgación, donde explicaban en forma sencilla y accesible, las causas y consecuencias de los derrames de petróleo en Veracruz, así como la contaminación por tóxicos en el país.

Entre las publicaciones más importantes de Albert y que actualmente se encuentra agotado, como casi toda su obra, es el Curso de Toxicología Ambiental: su primera edición (1985) fue editada por el Centro Panamericano de Ecología Humana y Salud, la Organización Panamericana de la Salud, la Organización Mundial de la Salud y el Inireb. Edna Rico Escobar profesora investigadora en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) nos compartió que tuvo la fortuna de que la doctora le solicitara que publicaran una segunda edición en la UACJ de ese libro en 2004 que también está agotado.

Para Rico Escobar, la pionera, la madre de la toxicología ambiental es Lilia Albert. Reconoce que la interacción con ella fue muy importante en su vida y desarrollo profesional. No olvida lo que le enseñó. “Era una excelente maestra, además de que su producción en libros era de fácil acceso para nosotros y los alumnos” aunque siempre se agotaban pronto. “El libro México tóxico todavía no lo he podido conseguir, en el último congreso al que asistí le rogué a un compañero que me lo vendiera, pero ya era el último” y no aceptó la propuesta.

Gracias a las herramientas de aprendizaje que ella usaba en los cursos y los textos de su autoría que compartía, Rico pudo “unir el conocimiento de la toxicología clínica (a lo que se ha dedicado principalmente) con la ambiental, porque ya sabemos que lo ambiental repercute en la salud humana y de los animales”.

Además, su formación como médica y química farmacobióloga le fue muy útil en su proceso de aprendizaje. Cuando nadie sabía sobre toxicología “ella nos dio a conocer la problemática de los plaguicidas, de los metales pesados, de los disruptores endocrinos (que son sustancias químicas que dañan el sistema hormonal del cuerpo humano y se encuentran en productos como: alimentos procesados, cosméticos, plásticos, ropa y textiles)”.

Y es que Lilia Albert a través de sus enseñanzas, siempre se esforzó por hacer visible la importancia de no minimizar el daño silencioso que está causando la contaminación por tóxicos, que sigue extendiéndose en toda la República Mexicana, así como sus repercusiones en la salud humana y el medio ambiente.

Maltratada injustamente por la academia

Después de que despidieran injustamente a la doctora del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav) y la despojaran de su laboratorio por exponer públicamente los daños a la salud humana por la contaminación, decidió instalarse en Xalapa, Veracruz, donde ingresó al Instituto Nacional de Investigaciones sobre Recursos Bióticos (Inireb) 1975-1988, fundado por el doctor Arturo Gómez Pompa, biólogo mexicano entre los más importantes de los últimos 100 años.

En el tiempo que Albert trabajó en el Inireb, avanzó en sus investigaciones; sus estudiantes aprendían de ella; se publicaron sus trabajos y el reconocimiento era mayor por las evidencias y resultados rigurosos que presentaba, lo cual hacía difícil que la contradijeran.

Al mismo tiempo se planeaba desde el gobierno la sucesión presidencial y la creación del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (TLCAN). Los trabajos de investigación que se realizaban en el Inireb, sobre agroecología, daños a la salud y al medio ambiente por uso intensivo de plaguicidas y, además, la oposición desde el Inireb a la instalación de la Central Nuclear de Laguna Verde, en el municipio de Alto Lucero, no eran bien vistas por las instanc ias oficiales.

Rendón recuerda que en las investigaciones que llevaban a cabo en el Inireb, siempre había la presión de que estaban haciendo algo que no se quería dar a conocer por parte de las empresas: alguna publicación o resultado. “Era un ambiente de a ver qué va a pasar. Quien más sentía la presión era la doctora. Hasta donde sé hubo llamadas, hostigamiento hacia ella, por lo que implicaba dar a conocer los daños a la salud”. Lo que se quería era “callarla, tapar la situación, no pisar callos”.

Por la amenaza que representaba el Inireb a los intereses del gobierno en turno y las empresas, lo cerraron en 1988, mediante un decreto presidencial. Como consecuencia, el grupo de estudiantes e investigadores que colaboraban con Albert se desintegró, pero el doctor Rendón y algunos de sus alumnos siguieron en contacto con ella hasta hoy para apoyarla en sus investigaciones.

A pesar de la experiencia desafortunada de Lilia Albert al enfrentar al sistema de las instituciones de educación superior e investigación públicas, porque le tocó padecerlas, era muy fácil que abandonara su quehacer científico, pues no tenía condiciones para continuarlo. En lugar de eso, decide dar el paso y desde su trinchera ofrece sus servicios como consultora y asesora independiente, comenta Guadalupe Ponce.

La entereza con la que la doctora enfrentaba la difícil situación en el Inireb, quedó como un ejemplo para sus estudiantes. Ante el hostigamiento por los resultados de sus investigaciones, que no eran del agrado de distintos actores “ella apechugaba, nosotros (sus alumnos) estábamos en la línea detrás, apoyándola. Nos enseñó a hacer las cosas bien, con mucha ética, eso es importantísimo”.

Jaime Rendón apela a la honestidad científica en cada trabajo que hace porque como les decía ella “le debemos todo a la sociedad y si ponemos nuestro granito de arena en generar conocimiento (acerca de) todos los posibles riesgos que puede ocasionar la exposición (a contaminantes y plaguicidas). Si además podemos avanzar un poquito más y decir que muchas enfermedades se deben a una cuestión de contaminación, que proviene de tal o cual actividad promovida por tal o cual empresa, uno se siente satisfecho más que cualquier otra cosa (porque) estás contribuyendo”.

Apoyo científico para defender el medio ambiente

La relación estrecha y de confianza que construyó a lo largo de su vida Lilia Albert con las comunidades afectadas fue clave a través de sus investigaciones, porque les proporcionó información científica confiable y rigurosa para tener argumentos y poder defender sus derechos al medio ambiente sano y a la salud.

Por ejemplo, en uno de los sitios más contaminados en México, Salamanca, Guanajuato, la investigación científica de Albert fue fundamental para señalar el mal funcionamiento de las instalaciones en la planta de agroquímicos de la empresa Tekchem, que causó una explosión el 12 de septiembre del año 2000, al reventarse una válvula de los reactores de malatión por actos negligentes.

Una nube tóxica de químicos se espació por toda la zona, además dejó en evidencia que el suelo estaba altamente contaminado porque desde 1956, el predio había sido utilizado por varias industrias productoras de agroquímicos.

La ambientalista Maura Alicia Vázquez Figueroa, integrante de las organizaciones Humanos por Amor a la Madre Tierra (Huamat) y El Hermano de Asís menciona que en los 25 años que se cumplen de la explosión “obviamente, la parte fundamental es la científica, porque es el sustento que te avala para que no te descalifiquen, porque tienes a un referente como la doctora. Por eso le expresamos nuestro agradecimiento y reconocimiento. Fue el aval para decirles (a la empresa y al gobierno) con los documentos que entregó y la bibliografía científica, lo que estos tóxicos significaban para la salud humana. Y no solo eso, nos dio cursos, por eso decimos que ella es una gran mujer, una gran científica, a la cual muchas comunidades que hemos estado exigiendo justicia ambiental, le debemos mucho”.

Guadalupe Ponce recuerda que cuando conoció a Lilia Albert en persona al asistir a una reunión de trabajo en representación de Vázquez Botello, “a partir de ahí se hizo una conexión no solo por la admiración profesional y el ejemplo que ella representa, era mucho más potente en aquel momento por su activismo tanto profesional como con las comunidades afectadas”.

Otra de las cualidades de la doctora es su capacidad de decisión frente a las adversidades que ha tenido que padecer para defender sus investigaciones, lo que es justo y éticamente correcto.

El biólogo Lorenzo Bozada nos compartió cómo es que conoció realmente el talante de Lilia Albert. Cuando terminaron un informe sobre un derrame de cerca de 30 mil barriles de petróleo que dejaron correr hasta el río Coatzacoalcos por negligencia de Pemex, el daño causado al medio ambiente y la contaminación fue muy grave, porque afectaron las comunidades de mangle y la avifauna.

Esto sucedió en el sexenio del presidente Vicente Fox. Hasta hoy es de los derrames más graves en México. En el informe sobre dicho derrame participaron Bozada y Albert, entre otros investigadores. Al estar a punto de publicarlo, amenazaron a uno de los académicos y le dijeron que sí firmaba el estudio se olvidara de su doctorado. “Entonces la doctora decidió que se iba a publicar y coincidimos en que no había problema en quienes firmaríamos y por decirlo así salimos vivos de esa”.

Jaime Rendón recuerda que las investigaciones en donde participaban con Lilia Albert siempre tenían un componente social sobre temas que no se habían estudiado, les hacía cuestionarse ¿para qué va a ser útil esta investigación? Ella lo asesoró en su tesis de licenciatura que fue (sobre) la identificación de plaguicidas organoclorados en quesos y huevo en Ahome, Sinaloa.

La realización de este trabajo fue por una solicitud de la comunidad a la doctora. “Muestreamos, hicimos encuestas, ofrecimos cursos y nos dimos cuenta de que los campos de cultivo estaban muy cerca de la comunidad y había mucha gente enferma”.

Reconoce que trabajar con ella le dio un empujoncito para seguir por este camino, pero para él fue un empujonzote, porque siempre motivaba a sus alumnos, entonces sentían que tenían que hacer esas investigaciones porque tenían una misión que cumplir en favor del bien común.

“Así descubrimos un mundo increíble para estudiar el medio ambiente”, además “estábamos haciendo investigaciones con una utilidad muy grande para la salud humana”. Afirma que la ética y el rigor científico solo se aprenden con el ejemplo y eso se lo inculcó Albert, lo vio en la vida real, en el trabajo que ella hacía.

Otro ejemplo de su interés por incentivar y motivar a sus estudiantes para seguir adelante con sus investigaciones y denuncias fue cuando conoció el problema de las fumigaciones en Guanajuato, que ha sido el tema de estudio y preocupación de la médica veterinaria Cristina Caldera, con décadas denunciando el mal uso de plaguicidas que hace el gobierno estatal, con el pretexto de combatir al mosco transmisor del dengue. Por ese motivo buscó capacitarse con la doctora y “mi mundo cambió, tomé siete cursos con ella, sus enseñanzas fueron claves para el trabajo que he seguido haciendo”.

Caldera es reconocida en su región y entrevistada en casi todos los medios de comunicación de Guanajuato, donde sigue denunciando los daños a la salud que causan los plaguicidas en las mascotas que llegan a su consultorio, así como en seres humanos, principalmente mujeres embarazadas y niños.

“Gracias a la doctora Albert, pude entrar a la Red de Toxicología de Plaguicidas y a la Sociedad Mexicana de Toxicología (SomTox). Siempre tengo presente que me decía: nunca te canses, Cristina, tú síguele. Esto de luchar contra los plaguicidas no es muy rápido. Y así, con su ejemplo es como he seguido denunciando hasta hoy”.

En Tierra Blanca, Veracruz, en opinión del presidente del Comité Pro-Desarrollo de la Cuenca del Papaloapan AC, Jesús Castro Ahumada, se dio una especie de pandemia de insuficiencia renal crónica (IRC) que no se explicaban por qué sucedía. “Un día estuvimos en Xalapa haciendo promoción del problema y generosamente la doctora se acercó y me dijo que le interesaba el asunto. Estuvimos platicando y me compartió un formato para que yo hiciera más seriamente mis denuncias. Ahí empezamos a trabajar. Ella me dio las bases para poder llegar a las autoridades. Lo fundamental fue que sacamos del registro civil las actas de todos los muertos que había por IRC.”

La doctora Albert extendió una carta en la cual certificó que Tierra Blanca estaba casi ocho o diez veces arriba, de la norma nacional en IRC. Con mucho agradecimiento, don Chucho, como lo conocen en la región dice que por la doctora pudieron ver a algunos funcionarios públicos en Xalapa. Y aunque negaron el asunto, con la evidencia de los estudios que hicieron con Lilia Albert, no tuvieron más que aceptarlo e hicieron 11 investigaciones y desde luego no llegaron a ninguna conclusión.

“Lo más triste es que jóvenes menores de 20 años y niños mueren por esta causa” Sospechan que es porque el agua que consumen está contaminada. “Seguimos insistiendo y quiero agradecerle a ella que diseñó un programa para que pusieran un módulo de atención de hemodiálisis y de diálisis (en la región) costó trabajo, pero se logró”.

En más de 20 años de lucha, la Secretaría de Salud es lo único que ha hecho y eso por la presión mediática, además de las pruebas irrefutables de los estudios realizados por Albert. “Por lo menos las personas enfermas ya no tienen que viajar para recibir el tratamiento correspondiente a hospitales de Veracruz y de Córdoba” dice Chucho.

Para el médico Refugio Choreño, de la Fundación Apaztle e integrante del Colectivo de Comunidades en Defensa de la Vida y el Territorio de la Región Tolteca, en los estados de México e Hidalgo, fue “muy grato que una científica (como Lilia Albert), nos tomara en cuenta. Primero es muy alentador, pues lo consideramos una gran fortuna, porque un aspecto importante es que en su libro México tóxico, emergencias químicas, habla precisamente sobre lo que ocurrió en Apaxco cuando se produjo la fuga de acrilato de la empresa Ecoltec.

La doctora nos invitó a la presentación de ese libro el 14 de abril del 2016, en la editorial Siglo XXI. Después fui a algunos cursos que impartía allá en Xalapa, a mí me interesó muchísimo porque no sabía nada de toxicología, pero empezamos a acercarnos, aprendimos sobre plaguicidas y los impactos que estos ocasionan en humanos”.

Fundación de la sociedad mexicana de toxicología

A principio de los años 90, Lilia Albert empezó a trabajar en uno de sus emprendimientos más importantes: organizar a nivel nacional a la comunidad científica que se dedicaba al estudio de la toxicología.

María Concepción Gutiérrez Ruiz, profesora distinguida y emérita en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, recuerda: “recibí una invitación a desayunar con la doctora. Me platicó que tenía un proyecto: formar una sociedad de toxicología. Nos pareció excelente, su entusiasmo me contagiaba”.

La doctora Gutiérrez manifiesta su admiración hacia Albert con alegría: “Siempre me llamó la atención su rectitud, su ética. Me parecía una persona que entregaba todo, estaba dispuesta a hacer algo por la toxicología en México. ¿Qué mejor que una sociedad de toxicología en la que pudiéramos reunirnos todos y tener más fortaleza?”

Entonces es cuando Lilia Albert convoca a las personas toxicólogas del país y organiza en Jalisco, una reunión en el Bosque de la Primavera, como escenario de fondo. En medio del esplendor de la naturaleza nació la Sociedad Mexicana de Toxicología (SomTox), aunque en el marco de un escenario político desestabilizador y violento.

Concepción Gutiérrez nos cuenta “me acuerdo muy bien de la fecha exacta, porque fue el día que mataron a (Luis Donaldo) Colosio (el candidato presidencial en esa época). Ahí, en medio del bosque, no había nada y ella consiguió una televisión para que viéramos lo que estaba sucediendo”. Era 23 de marzo de 1994.

La SomTox se constituyó el 19 de abril de 1994, con Lilia Albert como su primera presidenta. La doctora Gutiérrez con orgullo nos dijo que ella tuvo el honor de firmar como socia fundadora de la SomTox. Después, en 2015, fue presidenta. “Ahí salió la nueva acta constitutiva de la sociedad. Fue una cosa que hicimos en trabajo conjunto, además de (organizar) el Congreso Internacional de Toxicología.

Luego en Xalapa, Veracruz, se hizo el primer Congreso de Toxicología, en el salón del Museo de Antropología, bellísimo”. Reconoce que no fue fácil sacar adelante a la sociedad porque hubo muchos obstáculos, problemas económicos y hasta de organización para el segundo congreso, del cual, Concepción Gutiérrez tuvo que hacerse cargo, cuando quienes se habían comprometido no cumplieron. Finalmente se llevó a cabo gracias a ella, en la UAM-Iztapalapa.

El doctor Gonzalo García mencionó que el dinero para la toxicología siempre es escaso. Pero en el caso de la SomTox siempre han logrado conseguirlo a pesar de las dificultades.

El trabajo por el bien común que sigue realizando la doctora es y ha sido un ejemplo muy importante para las generaciones de científicas y científicos que formó y que la sucedieron.

Con orgullo Edna Rico menciona que es una persona que aprecia mucho, porque la estimulaba para seguir avanzando y compartiendo conocimiento, aprendiendo en beneficio de las comunidades afectadas, siempre cuidando y estando pendientes de la mujer embarazada, de los niños y de que siguiéramos investigando.

Primavera Téllez Girón García
Comunicóloga y periodista
Maestra en comunicación y política
Correo-e: [email protected]