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Especies invasoras: el problema invisible

La película Buscando a Nemo le dio el mensaje a miles de personas, particularmente niños, que tener a los peces en cautiverio es malo y deberían de arrojarlos al cuerpo acuífero más cercano para dejarlos en libertad. Es una idea bien intencionada pero con consecuencias que van más allá de lo perceptible y que podrían, en casos muy extremos, acabar con especies enteras de una región. Actualmente muchos ecologistas hablan de esto como el efecto Nemo.

Liberar especies en ecosistemas que no les corresponden es un problema contra el que miles de biólogos y ecologistas luchan diario, pero lamentablemente y dado que no es percibido como un tema de prioridad en la agenda política o periodística, no se le da el seguimiento apropiado ni mucho menos los recursos deseados para poder resolverlo.

La Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) define a un ecosistema como el “conjunto de especies de un área  determinada que interactúan entre ellas y con su ambiente abiótico”. Cada ecosistema se rige bajo sus propias reglas de depredación y supervivencia pues todas las especies nativas al mismo interactúan entre sí para logar un equilibrio, pero toda esa cadena se puede romper cuando llegan nuevas especies al vecindario: las exóticas invasoras.

De acuerdo con la CONABIO, Las especies exóticas invasoras pueden llegar a ecosistemas que no les corresponden ya sea por medio de actividades humanas, que van desde el comercio ilegal de plantas y animales hasta un turismo irresponsable o el transporte de materias primas de una región a otra, y fenómenos naturales. Una vez que se establecen no tardan en convertirse en algo más que un simple inquilino molesto en el vecindario, representan una amenaza al ecosistema porque empiezan depredar y reproducirse modificando el balance del lugar.

Hasta aquí el problema, ahora la pregunta sería cómo resolverlo y es en donde uno comienza a pisar terreno resbaloso porque los protocolos y recursos de cada nación varían, y ya no se diga de las diferentes regiones de México en específico. Tomemos el caso de los escarabajos ambrosiales.

De origen asiático, llegaron a Estados Unidos en 2002 escondidos en madera importada y más pronto que tarde se esparcieron a Florida como una plaga que mataba a sus árboles de laurel durante su proceso de simbiosis con un hongo que invadía todo su tronco.

Actualmente la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) cuenta con un miembro en cada uno de los 32 estados de la República que colaboran con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA), la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) y asociaciones civiles,  cuya labor es, entre otras, evitar que este insecto penetre en nuestros bosques y lo hacen por medio de un riguroso monitoreo que consiste en identificar todas las especies de una zona y estar poniendo trampas forestales, así como la revisión rigurosa de los bosques y las maderas que se importan.

Si este insecto lograra entrar al territorio mexicano, pondría en riesgo los plantíos de aguacate pues, como la Universidad de Florida ha documentado, las especies de este escarabajo Xyleborus volvulus y Xyleborus ferrugineus también se han detectado en árboles de aguacate.

Ambientalmente los riesgos de introducción de esta especie son altos por el corredor biológico que compartimos con Estados Unidos, por el momento aún no ha logrado penetrar en el territorio, pero si lo hiciera tendrían entonces que activarse los protocolos de control. De acuerdo con la bióloga de CONAFOR Mayra Valdez “a partir de 2015 el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA) ha invitado a CONAFOR para trabajar en conjunto en simulacros para actuar en caso de una detección, y estamos preparados para poder hacer un control oportuno”.

El caso anterior es el perfecto ejemplo de que, ante todo, está la prevención, ponerse más exigentes con los controles porque una especie puede entrar al territorio de las formas más sutiles posibles.

Sin embargo, controlar no es sinónimo de erradicar, que requiere también de protocolos especializados así como recursos e inversión para asegurarse que en el proceso no se destruyan también a los ecosistemas invadidos. Como ejemplo de esto está el actual problema de la invasión de lirio acuático que diferentes presas del estado de México, Ixtapantongo, Colorines y Tilostoc,  tratan de controlar pues se reproduce rápidamente, removerlo tiene costos muy elevados y su semilla se distribuye de forma tan sencilla que aunque se eliminara todo el lirio de una presa, el mismo cause de las aguas lo podría llevar a otra repitiendo el ciclo.

No se sabe cómo comenzó el problema, pero lo más seguro es que fuera por intervención humana; una acción tan aparentemente inocente como tirar una flor del lirio al agua tiene repercusiones de efecto dominó a escala masiva, y no es que se trata de buscar culpables en formato de cacería de brujas,  pero para poder hacer prevención es fundamental concientizar a las personas sobre un turismo e interacción ecológica responsables, haciéndolos conocedores de su gran poder y el efecto mariposa que pueden tener esas acciones que, de inicio, parecieran tan inocentes e insignificantes.

La CONANP contribuye en gran medida con las labores de concientización para que las comunidades dejen de comerciar con ellos porque la sobrepoblación de lirio le quita oxígeno al agua para que otras especies puedan sobrevivir. A su vez, la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) realiza tareas ocasionales de limpieza, pero destinar recursos a un problema que muchos consideran secundario se ha vuelto un verdadero viacrucis y nunca termina de ser erradicado por completo.

Así como los dos últimos caos, existen en el mundo millones de ejemplos de especies exóticas invasoras, y México es particularmente vulnerable por su enorme biodiversidad. La salud, la economía, las interacciones dentro de la comunidad, la extinción de especies y ecosistemas, todos estos nichos se pueden ver afectados por la entrada de una especie exótica invasora al territorio.

Deberíamos preguntarnos y preguntarles a los tomadores de decisiones si realmente es conveniente seguir relegando el problema, porque, a mi parecer, sólo le dedican tiempo a los problemas cuando éstos ya son inminentes y mucho más caros de resolver, ya no se diga en términos de inversión económica constante y a largo plazo, que quedó ejemplificado con la invasión del lirio acuático antes mencionada, sino en términos de la potencial destrucción de ecosistemas y especies que será muy difícil recuperar después, como los ajolotes en el lago de Xochimilco que se vieron fuertemente mermados por la introducción de especies foráneas y depredadoras como la carpa y la tilapia.

Al final, la prevención siempre suele ser un tema delicado en nuestras vidas porque tendemos a percibirla como un gasto en lugar de una inversión a largo plazo, una mentalidad que tal vez debería de ser examinada y modificada ya que, como reza el sabio dicho: prevenir es mejor que lamentar, y en este caso, prevenir será sinónimo de ahorrar.

El día de hoy la CONABIO trabaja en conjunto con el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF por sus siglas en inglés) en proyectos de concientización, prevención y recuperación de especies, haciendo milagros con los recursos de que disponen, y, por lo menos yo, espero que esto sea sólo el comienzo de un nuevo efecto dominó, uno que vaya en positivo.

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